martes, diciembre 27, 2011

Vida (Los días y sus dones, 1980-2001)


La vida parece evolucionar en el sentido de una libertad creciente.
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Si la vida es una consecuencia natural (y hasta inevitable, según dicen los biólogos ahora) de la existencia de la materia,  debemos preguntarnos si esta “voluntad de vida” (de autoorganización) inherente a la materia, es manifestación de una Voluntad. En otras palabras: si hay una tendencia natural hacia la vida en el Universo, es este último el que cambia de sentido y de significado, convirtiéndose en el escenario donde coexisten (¿y compiten?) tendencias hacia la integración creciente y hacia la desintegración, quietud o inmovilidad.
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Al menos desde un punto de vista, la vida produce el sonido de una uña cuando rasga el pizarrón: por un lado está el discurrir del tiempo, el tumultuoso avance hacia la disolución; por el otro, el poderoso instinto de permanecer y perpetuarse…
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Si le abrimos el cuerpo a cualquier persona, encontraremos las tripas y los intestinos repletos de mierda, y mil cosas desagradables y oscuras, y más allá, el corazón palpitante afirmándose en su ciega voluntad de vivir. De la misma forma, si le destapamos el psiquismo a cualquiera, encontraremos también tripas y odios y miedos, y cosas gelatinosas y oscuras, pero siempre, un poco más allá, la indeclinable vocación de aferrarse a la vida a cualquier precio, por todos los medios.
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Recordar que la vida es un desafío, una apuesta insensatamente hermosa contra la voracidad de lo inerte.
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Somos polvo estelar. Nuestros átomos están aquí desde el inicio. No olvidarlo jamás. Y las leyes del Universo operan en nosotros como en todo lo demás.
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En el mes de abril, en la zona norte de Costa Rica, soy testigo del espectáculo sobrecogedor que  ofrece la migración de una especie de halcón o gavilán: cientos de miles de ellos vuelan hacia el norte, a gran altura, llenando el cielo durante varios días. Al atardecer descienden sobre las zonas boscosas formando gigantescos remolinos de aves, y en la mañana, cuando el sol calienta, se elevan para continuar su viaje. Ante un fenómeno natural de esta magnitud, siento un curioso alivio al comprender que  nuestros delirios y nuestras cuitas poco cuentan.

domingo, diciembre 18, 2011

CONSENSO Y LITERATURA EN COSTA RICA


A diferencia de otros países de América y el mundo, donde los hombres y mujeres de letras tienen un papel relevante en la escena cultural y en el debate político, esto no ocurre en Costa Rica. A menudo nos preguntamos por qué. 

Salvo en dos breves momentos de nuestra historia -la formación de la república liberal y la formación de la “segunda república”- las relaciones entre el poder político y simbólico y los hombres y mujeres de letras han estado signadas por la desconfianza, la indiferencia y la hostilidad.

En tales momentos de “fundación” de instituciones, algunos escritores y escritoras se convirtieron en  “intelectuales orgánicos” de los movimientos políticos emergentes, como es el caso de  Ricardo Fernández Guardia, Magón y Aquileo Echeverría, vinculados de diferentes formas a la institucionalidad liberal de fines del siglo XIX, o como Alberto Cañas, Samuel Rovinsky y Carmen Naranjo, vinculados orgánicamente a la institucionalidad socialdemócrata emergente a mediados del siglo pasado.

Desde luego, en el devenir de nuestra historia otros hombres y mujeres de letras asumieron actitudes críticas, escépticas o distantes del poder  y la institucionalidad, como es el caso de Joaquín García Monge, Carmen Lyra, Max Jiménez y Yolanda Oreamuno, entre otros acérrimos críticos del régimen liberal, o como aquellos escritores vinculados al Partido Comunista en  el trance de la Guerra Civil del 48 (CALUFA, Fabián Dobles, Adolfo Herrera García, Joaquín Gutiérrez), y muchos otros que irrumpieron en la escena literaria durante el período propiamente socialdemócrata de nuestra historia (hasta los años 80), como José León Sánchez, Alfonso Chase, Virginia Grütter, Jorge Debravo, etcétera. Desde luego, muchos más se mantuvieron indiferentes hacia el acontecer político nacional o asumieron posiciones ambivalentes, acercándose y alejándose de las instancias de poder político y cultural según el momento o sus  intereses personales, y naturalmente la misma tónica se mantiene hasta el día de hoy.

Consenso, literatura e identidad nacional

Por razones históricas, sociales y políticas que no vienen al caso aquí,  el consenso tiene en Costa Rica un papel determinante para la preservación del orden social y, por ello mismo, la tolerancia al disenso es notoriamente baja. Esto se refleja en la escasa polémica y debate públicos y en la existencia secular de “instituciones” culturales como la “serruchada de piso”, como la bautizara Yolanda Oreamuno. El ostracismo conmovedor en el que vivió en Costa Rica Joaquín García Monge es otro ejemplo de ello.

La presión hacia el consenso -casi una “tiranía del consenso”, como la llamé en mi juventud- es pues una nota sobresaliente del régimen de convivencia en nuestro país.

Esta, a mi entender, es la explicación fundamental de la invisibilidad de los hombres y mujeres de letras en la escena cultural y política del país. En cualquier caso, el disenso es mejor tolerado en manifestaciones culturales como las artes plásticas,  la danza o la música -cuyo potencial crítico requiere de mayores elementos para ser interpretado-, que en la literatura, cuyo lenguaje, tejido con conceptos y palabras, resulta por naturaleza más explícito, menos ambiguo.

Sin embargo, por las mismas razones que el potencial crítico de la literatura resulta  amenazador para un régimen de convivencia basado en el consenso, sus posibilidades de convocatoria y de suscitar adhesión resultan también más asequibles que las de otras manifestaciones artístico-culturales.

Ejemplo de lo anterior es la re-lectura  que de las obras de Dobles, Gutiérrez y Fallas realizó la intelectualidad socialdemócrata para ilustrar la tesis de la “democracia rural” como sustrato de la nación costarricense, tal y como lo muestra Carlos Cortés en su novela-ensayo “La gran novela perdida”.

Veneno disolvente y néctar embriagador, la palabra es peligrosa y al mismo tiempo indispensable para crear y socializar imágenes, ideas y sentimientos acerca de quiénes somos, de lo que somos, hemos sido y queremos ser.

En el contexto de la globalización de los mercados y la mundialización de las comunicaciones instantáneas, con el consecuente debilitamiento de lo nacional en los planos simbólico y político, la palabra -las palabras-, las imágenes y los relatos creados por las mujeres y los hombres de letras, adquieren mayor importancia. Para existir en el terreno político, las naciones requieren de un correlato en el plano de la representación simbólica. Careciendo de él, la adhesión y el sentido de pertenencia de los habitantes de una comunidad se debilitan de manera inexorable,  poniendo en entredicho la viabilidad política de la nación.

Así las cosas, las élites políticas y los hombres y mujeres de letras de este país, deberían   replantear sus relaciones. Para ello, aquellas deben renunciar a su temor e intolerancia atávicas al disenso, asumiendo que la palabra crítica y discrepante es un componente indispensable para la construcción de una nueva representación de lo nacional. Se acabaron los tiempos en que la nación se administraba como una finquita patrimonio de unos pocos. Unos y otros debemos perder el miedo a disentir y a expresarlo, apostando porque los lazos de convivencia forjados en el curso de dos siglos de vida independiente, serán más fuertes que cualquier diferencia. Pues ventiladas en el debate público, las diferencias pueden llegar a unirnos más que a separarnos.


viernes, diciembre 16, 2011

HONGOS A LA LUNA LLENA

1/2 kilo de setas
Vino blanco o vino de arroz
Una mujer, preferiblemente con pechos grandes.

Lavar las setas cuidadosamente.
Dejarlas reposar
una noche completa
bajo la luz
de la luna llena.

Invitar a la mujer a beber el vino.
Convidarla a comer las setas.

Hundir el alma en ella.

viernes, diciembre 09, 2011

COINCIDENCIAS

Del poeta costarricense Fernando Luján (1912-1967) supe por primera vez hace pocos años, cuando Víctor Hurtado publicó en el suplemento "Ancora" del diario "La Nación" (Costa Rica) una pequeña selección de sus poemas. Hace un par de meses me encontré en una librería de viejo con un ejemplar de su "Tierra Marinera", libro publicado por primera vez en 1940, que la Editorial Costa Rica reeditó póstumamente el mismo año de la muerte del poeta. 

Ahí encuentro una breve sección titulada "El jardín del niño", que incluye, entre otros, estos poemas:

EL COLIBRÍ

¡El príncipe del jardín!

Por ti se visten las rosas
con su traje carmesí.

Colibrí.

A todas besas y a todas
prometes tu corazón.

Rondaflor.

¡Pero ellas saben que no
te casarás, picaflor!


LOS ZOPILOTES

¡Qué tristes son en invierno,
parados en los tejados,
los zopilotes negros.

¡Lindos se ven en sus vuelos,
cuando están bien encumbrados
por el cielo azul de enero!


EL MARTÍN PESCADOR

Parado en su verde rama
está el martín-péscador.

- ¡Pronto, martín, al agua,
que se asoma un pez de plata
bajo los juncos en flor!

Además de disfrutar y admirar la sencillez de su lenguaje y la belleza de sus imágenes, los traigo a cuento porque hace ya bastantes años -allá por 1997, creo-, escribí también una breve colección de poemas dedicados a los pájaros de Costa Rica, que desde la infancia -cuando cruelmente los mataba- admiro y amo. Aquí van algunos:


ZOPILOTE

      i

Por más que lo intento
no puedo imaginarte polluelo

¡Ay zopilote!

Vos tenés que nacer
ya viejo

      ii

Qué simple es la hermosura
de tu vuelo

Por eso me duele
y no quiero verte

Revolviendo el basurero


EL COLIBRI

Nervioso en el alambre
Se relame
Después de la amapola

¿Tu lengua no es rosada?

Debería


PAJARO BOBO

Qué triste y solitario estás
Calladito
en la rama del cafeto

Nunca te escuché cantar

Pero una de tus plumas basta





miércoles, diciembre 07, 2011

DESMONTO MI BIBLIOTECA

Lo último que desmonto de mi biblioteca es la sección de poesía, los libros de los que más me cuesta desprenderme y, al mismo tiempo, los que frecuento menos regularmente... Parece una contradicción pero cualquier lector de poesía sabe que no es así. La poesía late, no se agota, palpita; uno se asoma, abreva en sus aguas y  cuando regresa el poema es otro, uno también y solo el poema lo sabe, lo revela en comunión secreta. Además, esa delicia de abrir un libro en cualquier página y recibir sin más una cachetada, una caricia, una revelación, una palabra como si siempre hubiera estado ahí, esperando por vos.

FOGATAS

Toros del monte, fieros,
levantan cuernos de fuego.

Por el monte van  los toros
asediados por el viento,
llevan altos cuernos de oro
y sus cuerpos de humo negro.

¡Por el monte, toros fieros,
con sus cuernos de oro y fuego!

                         Fernando Luján, (1912, 1967)
                           De Tierra Marinera (1940)