domingo, noviembre 09, 2025

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS

 

En 1940 el escritor italiano Dino Buzatti publicó “El desierto de los tártaros”, una inquietante novela que relata la desesperante espera de Giovanni Drogo, un joven oficial italiano destacado en una remota guarnición en los desiertos del norte, donde la vida gravita alrededor de un posible ataque de los tártaros. Inspirado por esta obra, cuarenta años después el escritor sudafricano J.M. Coetzee publicó su novela “Esperando a los bárbaros”, en la que el protagonista ‒el Magistrado‒, es designado para impartir justicia en un asentamiento en la Frontera, donde su vida aletargada discurre bajo la amenaza difusa de una posible invasión de los bárbaros. Metafóricamente, ambas obras dan forma a uno de los temores más arraigados en la mentalidad de Occidente (y quizás de la humanidad entera): la irrupción repentina de una fuerza disolvente y salvaje del exterior que reduce a escombros el orden existente. Sin embargo, a la luz de lo que ocurre en los Estados Unidos, en buena parte de Europa y de eso que llamamos “el mundo occidental”, tal parece que los bárbaros no se encontraban más allá de las fronteras del imperio, sino que calladamente crecían en su interior. Las imágenes del asalto al Capitolio de los Estados Unidos, el 6 de enero de 2021, ya eran clara evidencia de esto, y lo que hemos visto después lo confirma: la instauración de la posverdad, el menosprecio de la ciencia, el conocimiento, y de muchas de las instituciones y valores que son el fundamento de lo solemos llamar “la civilización” (o al menos “esta civilización”) son la prueba irrefutable. Los bárbaros no vendrían del norte ni serían extranjeros: surgirían de las entrañas mismas del imperio, llevando por estandarte la ignorancia, el odio y el resentimiento