miércoles, junio 28, 2006

DÍAS Y HORAS (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

Días y Horas
Qué gozo callado me produce esta certidumbre de estar vivo.
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Una vida se construye como un equipo de fútbol: de atrás para adelante. Y esto no sólo en el sentido cronológico, sino también porque debemos resolver primero lo más básico –la sobre vivencia– , antes de soñar con avanzar.
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Devorado por el diario vivir, olvido recordar que vivo. Los días son como un sueño deslucido, una mala película de matinée. Se necesita coraje y lucidez para no treparse al tren de las repeticiones, para no dejarse adormecer por el repiqueteo.
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Dos días de trasnoche y borrachera me dejan tembloroso, oscurecido y confuso. La plenitud se desvanece y deja en su lugar ladridos, ratas y el miedo omnipresente.
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Estoy a punto de creer que la mejor parte de una borrachera es la resaca. La lucidez de la cruda, por más horripilante que sea, está en relación proporcional con el nivel de obnubilación al que has llegado con el alcohol.
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Aún los días más tranquilos –como el de hoy– revelan, al repasarlos, una riqueza sorprendente de situaciones, estados de ánimo y pensamientos que cruzan por la mente… Cada día está lleno de texturas y matices que conforman el tejido de la vida en su forma más concreta.
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Viva sensación –registrada al iniciar el día, vislumbrada luego en diferentes momentos, y recuperada una vez más, con plena nitidez, en la noche, al finalizar la jornada–, de que me acerco o estoy iniciando un nuevo momento de mi vida.
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A pesar de las miserias infinitas y de nuestra ejemplar estupidez, a menudo siento que galopamos en el viento, que la vida es un regalo y que el tiempo que devoramos y nos devora a la vez, es una campanada que resuena en nuestra cabezota para despertarnos, para sacarnos de la nada donde hemos dormido toda la eternidad y traernos a estos patios a compartir fugazmente el trino de los pájaros, el murmullo de los ríos y la presencia irrebatible de las montañas.
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¿No has sentido alguna vez tu vida como una estrella que se enciende y se apaga, sístole y diástole, expansión y contracción, creación y destrucción, de modo que el que sos hoy y el que fuiste ayer comparten un cuerpo y una historia, pero entre uno y el otro se abre el abismo de la muerte, y el no menos misterioso del renacer o la resurección?
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…el horror de quien comprende que la mejor etapa de su vida va quedando atrás…
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…el penoso deber de decirle una verdad amarga a un amigo …
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¡Qué fiesta esta mañana con tus senos!
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Una mujer a quien apenas conozco se ducha en el baño de mi casa. Escuchándola me invade una alegría brutal, repentina y salvaje.
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No consigo arrancarme la tristeza de los ojos, de los labios ni del pecho.
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El doméstico es uno de los ámbitos donde ejercito mi vida consciente. En la silenciosa intimidad, en las ceremonias y rutinas de la vida diaria, encuentro una magnífica oportunidad para ejercer la conciencia.
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Las definiciones que cuentan son las que se traducen en acciones, e independientemente de la claridad conceptual que haya alcanzado sobre ellas, todas mis definiciones se expresan en lo que hago y en la forma como vivo ahora.
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Es lamentable vivir sintiendo que algo se deja atrás.
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Es quizás media tarde y el día está nublado. Sin las sombras no puedo calcular la hora. Camino de regreso a Montezuma. Durante la caminata he tenido dos o tres momentos de lucidez en los que he visto con claridad el fácil revoloteo de mis pensamientos, de mis sentimientos y de mis acciones. De un momento a otro irrumpe esa suerte de griterío, de caos que hierve en mi interior, dispersando –mejor: impidiendo–, cualquier esfuerzo coherente, como humo lanzando a chorros en todas direcciones. Comprendo entonces hasta qué punto nuestras vidas transcurren dando tumbos, tamborazos de ciego o de sordo; hasta qué punto la vida nos sucede con la misma impotencia y arbitrariedad con que nos sobrevendrá la muerte.
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Increíble el sentimiento de crisis y la sensación general naufragio con que vivo.
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La desazón que me produce mi terrible inconstancia, la incapacidad de sostenerme en las notas más altas.
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A la luz de lo sucedido en estos días, comprendo que no basta no desear causarle dolor ni daño a nadie; fácilmente uno inflinge heridas aún a su pesar.
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Constato con dolor y asombro que a menudo vivo mi vida como si fuera su víctima y no su protagonista.
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Algo hay en el corazón del verano que me cautiva. Será la atmósfera rala, o la luz vagabundeando por la inmensidad. Acaso las nubes, frágiles como un pensamiento. Las lluvias han quedado atrás y de pronto hay luz, verde, montañas azuladas a lo lejos; de pronto hay viento otra vez, y espacio, y por un chisporroteo recordamos que el mundo sigue ahí, y uno mismo se dice: “¡Vaya! Estoy aquí. No he muerto”.
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El verano es borrachera de la luz.
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¿Por qué cuando llega el sol comienzo a fantasear?
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A mitad del verano, se extingue la llamarada incandescente de los porós, pero florecen como un estallido los robles sabana, y los corteza-amarillo ponen su grito en el cielo.
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Dos veces por año, siento volar –de sur a norte, de norte a sur–, el otoño sobre mi trópico central. Pasa alborotando el viento, trae aromas de campanas rotas e instala una súbita tristeza en las hojas. Es un pájaro de pecho rojo que pasa y se va.
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Por fin el sol penetra y va secando el pantano de mis dudas y mis miedos.
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La perspectiva que tenemos de la existencia es terriblemente limitada, puesto que como individuos carecemos de la visión de conjunto y de proceso. De ahí que la existencia nos resulte a menudo sin ningún sentido.
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Luego de varios días de agitación, y sin que sucediera algo especial, una extraña paz invadió mi espíritu y un dulce silencio se apoderó de mí.

viernes, junio 16, 2006

domingo, junio 04, 2006

DESTELLOS (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

Destellos
…una espesa agitación…
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…con el desparpajo de una prostituta…
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… sus pomposos senos…
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… Una nubecita llorona…
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…Una estirpe de santones delirantes y profetas despalabrados…
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… el trabajoso discurrir del segundero…
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La infértil tiranía de la cordura.
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…largas y nocturnas lluvias de noviembre…
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…tenía un culito triste…
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…el dulce despertar de los amantes…
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Una chiquilla culirrespingada…
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…El viento sucio y polvoso…
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… la cambiante música del cielo…
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La mirada muda…
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Y entonces me descubrí en una estúpida estación vacía.
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…el silencio sepulcral de las alcobas…
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Un febrero frío y desabrido.
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…su más enconada ternura…
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…la fragilidad de la hermosura…
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Una lúcida tormenta…
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…Su fosfórica flacura…
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Se produjo un resilencio…
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…la sólida irrealidad de las cosas…
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…y nos sumergimos en el largo fulgor de la fiesta…