jueves, diciembre 28, 2006

Opciones

Somos cuerpos del espíritu.
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Cada uno decide si quiere ser un cuerpo-alas o un cuerpo-prisión para el espíritu.

Alianza

Crear juntos condiciones para que cada uno crezca y se desarrolle...

martes, noviembre 21, 2006

ESCRIBIR (Los Días y sus dones, 1980-2001)

ESCRIBIR
Escribo para remendarme.
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Creo en el valor del acto de escribir, no en “la literatura”.
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La escritura siempre es femenina, porque las palabras nacen de un hueco.
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Escribo historias porque la realidad estaría incompleta sin la fantasía.
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Quizás escribir sea ir dejando piedritas en el camino, rastros de un itinerario; seguir estampando las manos en la cueva.
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Soltar amarras, desbarrancarse, caer de pie, hundirse y volverse a levantar, darse la cara, darse la espalda, darse de lleno; morir de miedo, de ganas, de vergüenza; asquearse hasta los huesos, vomitar sin pena; calar las bayonetas, izar bandera humana; morir sin protestar y protestar por los que mueren; hacerse añicos, partirse en dos; apuñalar de amor la tarde antes que sea demasiado tarde.
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Aspiro a que de mi pecho salga algo más que un alarido lastimero.
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La metáfora es una imagen (es decir, una relación) emplazada en la frase, mientras que la alegoría es una imagen emplazada en la situación narrativa o en el argumento.
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El reto de la novela es describir procesos vitales; para ello, a veces es necesario “descender” al nivel de las situaciones y de las acciones –es decir, al nivel de lo concreto–, pero a menudo la mirada del narrador debe emplazarse a cierta distancia espacio/temporal, como un halcón solitario que mira e interpreta, conoce y descifra la vida de los personajes.
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Los cuentos son un asunto de iluminación instantánea: se dan o no se dan; vienen completos o se frustran. Las novelas, por el contrario, requieren de un lento proceso de elaboración y maduración, y precipitarse en su escritura a menudo nos conduce al extravío.
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Ante un buen cuento, uno siente que cada párrafo puede ser el primero.
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La "obsesión por la simetría" hasta en los cuentos. Se exige una "redondez", una cierta "linealidad", etc. Pero ¿qué tal los cuentos "asimétricos" de Salinger, de estructura totalmente impredecible, cuyas leyes parecen modificarse durante el desarrollo de la historia?
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Un relato trasciende lo anecdótico cuando la narración nos sugiere o propone relaciones que llevan la historia más allá de sí misma, es decir, más allá de sus referentes internos. En ese sentido, un relato es siempre una síntesis: se trata de decir más de lo expresamente dicho; de expresar un universo mayor con los elementos de un micro-mundo.
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Ayer, drogado, pensé solemnemente: "No partir de las palabras, llegar a ellas". Divertido: estoy de acuerdo.
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Escribo porque no sé hacer otra cosa para conjurar el miedo. Pero esta es una evasión sutil: mitad huída y mitad enfrentamiento, fuga y careo. La escritura es una tauromaquia: el toro es el miedo, el escritor el torero.
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Hay –quién se atreve a negarlo– un componente autoerótico en la escritura literaria. Uno se eriza, se roza en las palabras. Busca la soledad y el silencio para explorarse indistintamente el Gran Falo y el Gran Agujero.
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¡Es necesario escribir con todo el cuerpo!
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Sólo siento que realmente estoy viviendo cuando escribo con regularidad. Todo adquiere otra intensidad, otro relieve; en cierta forma, es como si al calor de las fantasías la vida despertara; como si, fecundadas por la imaginación, nuevas zonas, texturas y colores de la realidad, se hicieran visibles.
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Es de la confrontación a la que uno se somete, del torrente de la duda proyectado sobre el mundo y lo que ha sido dado como cierto, de donde brota la chispa, el pathos que da vida e ilumina la obra literaria que respira.
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Sólo una íntima, secreta fe o confianza, puede hacerte persistir en este oficio en el que todo es incierto, contra el que todo atenta.
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Antes de escribir una obra, también hay que afinar la voz, encon­trar el tono.
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¡Quita la grasa de tus escritos!
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Sin la escritura ando a tientas, porque con la escritura me tiento, me toco, me palpo. Me escarbo y me doy forma. Domestico, amanso el potro de mis pensamientos y de mis sentimientos, que de otra forma galoparían invisibles como el viento. Como cualquier verbo, escribir es una acción: pone en marcha, en danza, en movimiento, la energía del ser: articula, orquesta, armoniza y proyecta… Con la escritura conjuro el vacío, el gran agujero de la nada, y en las palabras que emerjen reconozco un destello, una imagen fugaz de lo que, sin saberlo, soy… Así, escribo como quien talla un bloque de piedra esperando encontrar ahí la escultura que sospecha.
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Sólo cabalgado en la mentira alada de una historia, precipitándose en ella como una bola de nieve que crece y lo arrasa todo a su paso –el pudor, la sensatez, y aún el límite sagrado de lo verosímil–, sólo así, digo, puede el narrador existir y tener al lector a su lado, latiendo y respirando al unísono.
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Uno puede decidir cuándo va a escribir una novela, pero un cuento impone cuándo ha de ser escrito.
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El cupo para la posteridad está lleno: yo deseo cierto reconocimiento, ahora.
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Escribo en una búsqueda desesperada de legitimidad social.
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Los personajes inventan al narrador al menos tanto como éste a aquellos.
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Lo peor que puede pasarle a un escritor es volverse sensato.
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Rebusco entre mis papeles viejos: a medida que avanzo, aumenta la desesperanza y crece la sospecha de que lo que busco no está ahí; entonces comprendo que se acerca un nuevo momento de escribir.
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Parte del oficio es exponerse, tanto como sea posible, a situa­ciones y emociones nuevas.
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Aunque escribo mucho, mucho menos que antes, tengo la convicción de que estoy, de verdad, "haciéndome escritor". ¿De dónde nace mi convicción? Del peso que de pronto tienen las palabras.
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Me divierte que sea ahora, tantos años después, cuando vengo a tomar conciencia de que soy un pésimo escritor, y que cada página que escribo debo rehacerla cuatro o cinco veces antes de sentirme mínimamente satisfecho.
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De nuevo el renovado amor por el oficio, el deseo vertiginoso de fundir en vidrio las palabras, desbocarme cerro adentro, hacia la piel del asombro, las íntimas tinieblas. Verbo convocado, inminente, haciéndose esperar como la lluvia de esas nubes densas. Desarrapado anhelo de vencer el vacío, de trasponer el umbral, de verterse.
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Aviso a los desprevenidos: la soledad, la meditación, el silencio, son absolutamente indispensables para la creación artística. Sin diálogo interior, sin atención a los propios procesos, resulta imposible la palabra, la imagen o el acto revelador y significativo.
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No es uno quien hace la obra, es ella la que se hace a través de uno. Se trata de un pacto de fidelidad y compromiso: nadie más en el mundo puede escribir lo que vos. Si no lo hacés, esas visiones, esos personajes y esos sueños, se perderán para siempre en la oscuridad.
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Ahora, cuando soy más conciente de mi ansiedad y de mi angustia, se vuelve a abrir como una llaga la pregunta de qué voy a hacer con ellas… Hacer de la angustia un arte, de la ansiedad el motor de mi trabajo creador, es mi propósito y mi única posibilidad de salvación.
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Escribir ha sido, en mi caso, la consecuencia de mis dudas y, sobre todo, de mis dilemas.
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La imagen del cuentista es: el encantador de serpientes.
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Si la economía del lenguaje se postula como precepto estético, el paradigma de la obra literaria sería el silencio. La literatura es lenguaje, es pala­bra. Quien no lo acepte así, rápidamente se verá obligado a callar.
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La novela sucede en la mente del lector. Escribir es producir, orientar y dirigir una experiencia mental. Así, lo que uno escribe es siempre un guión. El arte del narrador es despertar la imaginación del lector.
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Puedo vender horas de trabajo, pero no mi palabra.
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En la narrativa están mis sueños y mis fantasías; en la poesía, mi vida.

lunes, noviembre 13, 2006

El único exceso

que uno puede permitirse en literatura, y al que uno debe aspirar, es al exceso de verdad. En literatura, la aproximación a la verdad nunca es suficiente, nunca es demasiada, nunca es excesiva...

viernes, noviembre 10, 2006

En poesía, quizá más importante que conocer a muchos, es amar a algunos...

domingo, octubre 29, 2006

Mi generación del "crack"

Comienzo confesando algo que no me enorgullece: rara vez leo novedades literarias, sobre todo sin son best-sellers y llegan precedidas por una estruendosa ofensiva mercodotécnica y publicitaria. Por lo general ello no es achacable a los autores, y soy el primero en reconocer que este prejuicio estuvo a punto de privarme de algunas lecturas que luego disfruté y se revelaron como importantes. En todo caso, los autores del llamado “crack” mexicano han sido víctimas de ese prejuicio, y aunque muchos amigos elogian algunos de sus libros, en mi caso aún no les llega su hora.
Todos sabemos que editores, críticos y vendedores de libros necesitan agrupar a los autores denominándolos con algún nombre atractivo y fácil de recordar. Así nacieron el boom primero, después el post-boom y ahora el crack. A diferencia de los autores del boom, que en común no tenían más que la calidad, la ambición y el ser originarios de Latinoamérica, los del llamado crack –Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968), Vicente Herrasti (Ciudad de México, 1967), Pedro Ángel Palou (Puebla, México, 1966), Eloy Urroz (Nueva York, 1966), Ricardo Chávez Castañeda (Ciudad de México, 1961) e Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968)– suscribieron en 1996 un manifiesto literario, entre cuyos postulados reivindicaban su interés por la elaboración formal y el cuidado del lenguaje; denunciaban la entronización de una "la literatura de papilla-embauca-ingenuos, la novela cínicamente superficial y deshonesta"; mencionaban asimismo su deseo de entroncar con la tradición experimental y el riesgo estético de los autores del boom; su rechazo de la “literatura bananera” y su inclinación por temas –digamos– “universales” –filósóficos, éticos, históricos– apartándose de los asuntos puramente “locales” o “nacionales”, su búsqueda de lectores más cultos y exigentes y su admiración por la tradición novelística europea, entre otros. Por ello no sorprende que muchas de sus novelas se ambienten en Europa y aborden temas relacionados con episodios históricos de ese continente o con asuntos literarios y filosóficos tratados con frecuencia en aquellos pagos, y menos en estos (aunque dudo que Borges, Fuentes, Carpentier o Cortázar estarían de acuerdo en esto último.) En todo caso, estos son algunos principios enunciados por los autores del crack al momento de lanzar su manifiesto, cuando promediaban los treinta años, pues más recientemente Pedro Ángel Palou, por ejemplo, publicó una novela que aborda un tema tan nacional y popular como lo es el boxeo en México.
Salvo en algún punto, quizás demasiado altisonante, es difícil no estar en acuerdo con los principios que declararon los autores del crack en su manifiesto. Para hacerles justicia, habría que agregar aún que ellos aseguran haber surgido como contestación a un fenómeno literario-cultural propio de México, una tendencia a trivializar y vulgarizar la novela, aunque en ningún sitio he visto mencionados con nombres y apellidos a los exponentes de esa corriente. Es fácil adivinar en sus palabras un afán de escándalo y provocación semejante al que animó, en esos mismos años, a los antólogos de y a algunos antologados en McOndo.
Por proximidad cronológica y porque es casi imposible diferir de aquellos enunciados, podría afirmar que pertenezco a la generación del crack. Pero también, o ante todo, soy miembro de la generación del crack en un sentido diferente, pues en muchos países de Latinoamérica mi generación fue la primera en experimentar, y de la manera más devastadora, los efectos del crack, ese derivado de la cocaína que también llamamos piedra.
Digo esto sin asomo de ironía. Por el contrario, pretendo marcar con ello la única diferencia significativa que me aparta de los principios que defendieron los autores del crack en el manifiesto que operó como su acta de nacimiento: el alejamiento –o quizás incluso el desprecio– del espacio/tiempo local. Es verdad que en un mundo dominado por las migraciones masivas, las comunicaciones instantáneas, los viajes, la trasnacionalización de la economía –para mencionar solo algunas dimensiones obvias de nuestra época– “lo local” no puede entenderse como lo fue a inicios o a mediados del siglo XX, pero es verdad –sigue siendo verdad, no puede dejar de serlo– que los seres humanos estamos sembrados en la historia, y que nuestra experiencia, nuestra vivencia del ser, surge de ahí y está indisolublemente ligada a ella.
Así pues, solo hundiéndonos más y más profundamente en la historia –individual, familiar, local, nacional, regional, universal– es posible profundizar en esa recreación del viaje a lo desconocido del que somos parte, que a fin de cuentas es la literatura. Desde luego, este profundizar en la historia no implica desdeñar la imaginación y la fantasía sino servirse de ellas, pues como sabemos, imaginación y memoria son las alas con que las artes -y la literatura en particular- vuelan y al mismo tiempo se sumergen en lo humano.
Un episodio de la historia europea puede ser tan revelador para nosotros como aquellos que tradicionalmente se relacionaban con “lo nacional” –y en ese sentido, ser legítimamente “nuestro”– pero no es menos cierto –y esto es lo que tal vez no consideraron en aquél momento los firmantes del manifiesto del crack–, que lo que ocurre aquí-y-ahora, puede ser asimismo revelador y significativo para lectores de cualquier latitud.
No se trata de reivindicar a la ligera “lo local” o “lo actual” como materia privilegiada para la investigación y el trabajo literarios, sino más bien de asumir que mi manera particular de relacionarme con el tiempo, los sentimientos, la materia, la historia, la muerte, la sociedad, etcétera, si asumida con honestidad y llevada hasta sus últimas consecuencias literarias y estéticas, puede tener la misma relevancia, belleza y validez que la de mis congéneres de cualquier momento.
Desde que el mundo es mundo los seres humanos nos preguntamos: “¿Quiénes somos?” Y la única respuesta que alcanzamos a darnos consiste en decir: “Somos aquellos que se preguntan quiénes somos.” Pero este preguntarnos y este responder tienen formas, acentos y sentidos particulares según nuestro lugar y nuestra época. La única forma de ser honestos –es decir, de ser profundos–, es hablar de aquellas que mejor conocemos.

miércoles, octubre 18, 2006

dos poemas

El loco

Provoco el azar:

Rompo la cadena
causal
con un gesto
un acto
conciente
deliberadamente
absurdo

Invito a los dioses
a celebrar
nuestra libertad

Me fugo del Espejo Eterno
por la hendija
luminosa
del presente

Imprimo en el lenguaje
la huella
de mi respiración

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Grietas

En la piedra
penetran
las raíces

germinan líquenes

estallan
cantos
flores
risas

domingo, octubre 08, 2006

Infierno y esperanza

El cartel que divisó Dante al entrar al Infierno, “Perded toda esperanza al traspasarme”, se ha interpretado siempre como una advertencia de los padecimientos que aguardan a los condenados. Sin embargo, de acuerdo con los testimonios de los sobrevivientes de los campos nazis de concentración, lo que les permitía seguir adelante y sobreponerse a las privaciones y vejaciones que hubieron de soportar, era precisamente la esperanza, aunque fuera la esperanza de que aquello acabaría algún día.
La esperanza es lo último que se pierde es el refrán predilecto de los pobres, de los humillados y los ofendidos, de los que viven en la precariedad, el dolor y la privación. (De ahí que políticos, religiosos y demás mercaderes de la esperanza asienten ahí sus reales y hagan de aquello su mercado principal.)
Está claro que además de oxígeno, agua y alimentos, los bichos humanos necesitamos esperanza, es decir, un sentido, es decir una razón, un para qué estamos viviendo. En palabras del poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, necesitamos algo que nos persuada de que somos “algo más que una máquina complicada de hacer mierda.”
De todo ello se desprende una conclusión: lo que Dante quiso decir con su cartel, no es tanto que al entrar al Infierno perderíamos la esperanza por lo que nos ahí nos aguarda o nos tocaría vivir, sino más bien que el infierno es vivir sin esperanza.

sábado, septiembre 23, 2006

No es lo mismo

Definitivamente alguien nos ha cuenteado. Porque no, no es lo mismo... Desde siempre me hicieron creer que había una expresión bíblica –para más señas, una expresión de Jesús–, que decía: “El que no está conmigo está contra mí” (o contra nosotros, da igual). Recuerdo bien que en épocas de la Guerra Fría, unos y otros la utilizaban –explícita o embozadamente– para legitimar o consumar ese espantoso chantaje moral que los dos bandos ejercieron. “El que no está conmigo está contra mí”. O sea: no tenemos opción... Si queremos ser buenos chicos tenemos que firmar contrato a ciegas y ad eternum con usted, señor redentor del mal. (¿Verdad que ya no sorprende que ambos utilizaran exactamente el mismo argumento?)

Pues no. Revisando los Evangelios, resulta que la expresión de Jesús es muy diferente: “El que no está en mi contra, está conmigo.” Tan diferente es, que resulta cabalmente lo opuesto.

La primera afirmación es excluyente y lo coloca a uno en una disyuntiva: si no te doy mi adhesión (explícita, incondicional y eterna) te convertís automáticamente en mi enemigo. La segunda, por el contrario, es incluyente hasta el extremo de sugerir que solo aquellos que se coloquen conciente, abierta y declaradamente en mi contra, no están conmigo. Todos los demás –sabiéndolo o ignorándolo, queriéndolo o no–, están conmigo...

¿No es lo mismo, verdad?

jueves, septiembre 21, 2006

Los calzones del capitalismo

Se ha dicho muchas veces, pero ante el espectáculo siempre renovado de la canallada y el cinismo, renace el asombro y hay que repetirlo: ¿cómo diablos se las arreglan los adalides y defensores del capitalismo salvaje para taparle los calzones y hacer como si estos no estuvieran llenos de huecos? En otras palabras: ¿cómo pretenden convencernos –y cómo convencen a millones–, de que es normal, decente, inevitable, razonable, sensato –e inclusive “justo”–, que mientras unos cuantos naufragan en el hastío de la sobreabundancia, otros muchos –la gran mayoría– carezcan incluso de lo indispensable o sobrevivan en la precariedad? ¿Qué ocurre para que unos y otros –y los que no pertenecemos plenamente a ninguno de esos grupos– lleguemos a considerar que las cosas son irremediablemente así, y que cualquier iniciativa para cambiarlas está condenada de antemano al fracaso?
Sin pretender ser riguroso ni exhaustivo, se me ocurren al menos dos cosas.
En primer lugar está el ocultamiento, la negación. Está claro que los que se benefician más directamente del actual orden de cosas, procuran con todos sus medios –que son muchos– que la monstruosidad de lo que ocurre no salga a la luz, o que lo haga solo a medias y en discursos cifrados como la estadística. Otros aseguran que la obscenidad es hoy permanentemente expuesta en los medios, y que eso nos abruma y termina paralizándonos. Sostienen que esa es precisamente la intención de quienes nos bombardean de continuo con estas imágenes: aturdirnos, cegarnos, inmovilizarnos.
En cualquier caso, es innegable que este ocultamiento o negación cuenta con aliados, y que a él contribuye una debilidad humana (el que esté libre de pecado, lance la primera piedra) según la cual quienes están pasándola bien aborrecen todo lo que venga a turbar su bienestar. Mientras disfruta de una agradable cena, ¿quién no maldice al mendigo o al borrachito que se acerca a pedir unas monedas?
En segundo lugar debemos mencionar la creencia –tan difundida y arraigada– de que se hace todo lo posible para mejorar las cosas. Infinidad de cumbres, encuentros, foros, conferencias, simposios, debates, seminarios y talleres se dedican año tras año a discutir las formas de erradicar la miseria, combatir la pobreza, remediar la exclusión, promover la justicia y la equidad y, en fin, a hacernos creer que existe una firme voluntad de cambiar las cosas. El ruido es tan grande y nuestro aturdimiento tan profundo, que rara vez nos detenemos a preguntarnos: ¿Pero será cierto que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, por citar solo algunas de las más conspicuas agencias, tienen de verdad algún interés en erradicar la pobreza? Rara vez nos detenemos a pensar: ¿Por qué, si se invierten miles de millones cada año, la situación permanece idéntica? Ante la evidencia de tanta inutilidad, uno se siente inclinado a pensar que esos miles de millones se invierten cada año, más bien, para que la situación permanezca idéntica. ¿O no?
Pues -¡atención!- aquí viene el otro elemento: erradicar la miseria y la pobreza, acabar con la exclusión, promover la justicia y la equidad y, en general, todos los altos y honorables fines que dicen perseguir organizaciones como las citadas arriba, es imposible si no se piensa al mismo tiempo en reducir la desigualdad, es decir, en redistribuir, es decir, en quitarle a unos para darle acceso a otros. No es necesario ser un especialista para saber que es impensable un mundo en el que todos los habitantes del planeta accedan a los niveles de consumo de que gozan hoy los ricos –no sé quién podrá creerlo, pero tampoco desearlo–. Así pues, resulta claro que los ricos deben consumir menos, mucho menos, y los más pobres más, bastante más, si queremos un mundo más decente.
Esos son, entonces, los calzones del capitalismo que se nos ocultan a diario mediante artificios retóricos, bombardeos mediáticos y mascaradas políticas.
Por otro lado, es indispensable estar prevenidos contra el engaño del simplismo. Suponer que es sencillo remediar los males que aquejan a la humanidad o que para lograrlo bastan solo mayor voluntad y decisión, es inaceptable. En un mundo tan complejo como el nuestro, se requieren también conocimientos, políticas, experiencias y, en fin, abundantes recursos para avanzar en una empresa semejante. Pero lo contrario es igualmente cierto: de nada valen las políticas, las experiencias, los conocimientos y los recursos, sino existe la decisión y la voluntad de que las cosas cambien.
Y esto es, precisamente, lo que hemos visto y vivido durante mucho tiempo y lo que continuamos viendo hoy.

martes, septiembre 19, 2006

pruebas

La duración de una prueba no es algo que decida la persona que está sometida a ella. Precisamente, parte del carácter de una prueba, es que no tenemos control sobre aquello que estamos viviendo. En esos trances, lo que se mide es más bien la capacidad de control sobre nosotros mismos en circunstancias adversas.

viernes, septiembre 15, 2006

LOS AGUAFIESTAS

A los artistas nunca se les queda bien. Siempre están molestos o quejándose por algo; siempre están buscando el lunar en la sopa y la mosca en la mejilla; siempre están inquietos o inconformes, irritables o furiosos. En las reuniones, suelen apartarse y mirar con avidez o desconfianza, o por el contrario, resultan energúmenos que no conocen límites para el baile, la bebida o los demás placeres. Son excesivamente callados o de una locuacidad exasperante. No conocen los términos medios –ni siquiera cuando comen carne-.
Descentrados y un poco excéntricos, arrebatados, rotos, los artistas son los aguafiestas en el festín de los poderosos y los que quieren convencernos de que todo marcha bien, los que viven diciéndonos que soportemos, que votemos por ellos, que sigamos siendo buenos porque el año entrante o cuando ellos decidan será todo mejor, maravilloso y bello. Los artistas son fermento pero también esperanza. Son de los primeros en apuntarse a las revoluciones, pero también de los primeros en abandonarlas. Por eso siempre los están matando.
No es que sean indiferentes a la belleza del mundo, ni que ignoren que la vida es un regalo único: por el contrario, diría que pocos tan sensibles como ellos. Pero están convencidos de que verdad y belleza van de la mano.
Y hay verdades duras, como la muerte, el dolor y la enfermedad; verdades amargas como la mezquindad y el egoísmo; verdades terribles como la maldad incubada por el odio; verdades ruines como la traición, y dolorosas como la decrepitud y el olvido; en fin, sabemos de sobra que la verdad no siempre es agradable. Pero aún las verdades más terribles, miradas a los ojos y de frente, revelan un destello de secreta hermosura, pues entonces podemos elevarnos sobre ellas y afirmar lo mejor de nosotros mismos.
En otras palabras: el artista no persigue la belleza sino la verdad, pero su búsqueda conduce a la belleza, porque nos revela que somos el odio y la posibilidad de trascenderlo, la traición y la posibilidad de la lealtad, el egoísmo y la posibilidad siempre abierta de encontrarnos.
No es que los artistas no mientan. Por el contrario, a menudo son grandes mentirosos; pero la mentira del arte –el artificio o la invención-, apuntan siempre a una verdad más honda. Lo detestable es la mentira que envilece, la mentira que corrompe, destruye, deforma, falsea y denigra lo humano. Y de ella, según nos enseña esa raza de artista como Dostoievski, Cortázar, Kundera, Picasso, Klee, Rivera, Satie, Kahlo, y tantos, tantos otros que admiro y amo, nadie está a salvo.
Lo dijo de modo insuperable Ernest Hemingway: “el verdadero, el único requisito para ser un escritor, es tener un buen detector de mierda.” Y más amigablemente, el japonés Kenzaburo Oé: “La segunda tarea más importante de la literatura es crear mitos. Pero la primera, y más importante, es destruirlos.” Yo haría extensivas ambas afirmaciones a todas las artes y a todos los artistas.
Desafortunadamente, vivimos en un mundo en el que muchas, demasiadas cosas, están podridas y huelen mal. La mentira, el engaño y la manipulación son monedas de pago. Por eso, a menudo escuchamos la risa burlona, los arrebatos de furia y los lamentos amargos de los creadores.
No es bonito que nos recuerden a cada paso lo que no anda bien, sobre todo cuando ese alguien no tiene autoridad, prestigio ni poder, ni sale en las revistas de moda ni anda en Mercedes Benz, y según dicen las malas lenguas, ni siquiera trabaja, y si lo hace, no gana bien... En fin, ¿qué demonios se creen esos melenudos para andar aguándonos la fiesta a las personas decentes?
Si alguna autoridad tiene el artista, es la de realizar esta búsqueda en su propio ser. Puede mirar y denunciar la mentira y la fealdad porque la reconoce y combate en su interior. El artista es un laboratorio ambulante, su vida es un experimento y su obra máxima. Al hacer de esta búsqueda un trabajo público, si un artista se engaña resulta grotesco. A veces los artistas se parecen a Pinocho, porque a ojos vistas les crece la nariz. Siendo, como suelen ser, vanidosos hasta la exasperación, el precio que pagan por hacer trampa es el de transformarse en monstruos afectados y ridículos.
Es verdad que a los artistas a veces los compran con embajadas y otros puestos, y los hay que terminan convirtiéndose en bufones o escribanos a sueldo, pero por cada uno de esos, aparecen muchos otros indóciles, molestos e inconformes.
Porque alguien tiene que hacer ese trabajo. Alguien tiene que decirnos que vivimos un sueño si creemos que todo marcha bien; alguien tiene que revelarnos la dignidad y la belleza de la insaciable búsqueda humana de la verdad, por dolorosa o terrible que esta sea; alguien tiene que recordarnos que la caca y la basura siguen aquí, dentro y con nosotros, y que nuestra vida será lo que hagamos con ellas, pues por más estaciones orbitales que se construyan, pasará mucho tiempo antes de que nos podamos ir. ¿A dónde?

1998.

viernes, septiembre 08, 2006

Escribir desde Centroamérica

Como bien decía Camilo José Cela: "Hemingway es Hemingway más los cañones norteamericanos...." Ser un gran creador -o siquiera un creador mediocre- es difícil en cualquier lugar del mundo, pero no es lo mismo ser francés o gringo (o en otra escala, mexicano, cubano o argentino) que centroamericano... Centroamerica no existe sino para nosotros mismos, pero nosotros tenemos los ojos puestos en Francia y en Estados Unidos. De modo que Centroamérica no existe para ni siquiera para nosotros. Esa ansiedad de putilla en horas de trabajo con la que los creadores centroamericanos nos apostamos en las aceras europeas y gringas esperando qe se fijen en nosotros, es uno de los rasgos más patéticos de nuestro medio, pero hasta cierto punto es comprensible. Después de todo, Centroamérica no existe: es una geografía, pero no una región; cinco países pero no cinco naciones...

viernes, septiembre 01, 2006

Las artes como "pensamiento negativo"

Ser productivo es hacer algo necesario, útil o enriquecedor para los demás. En este empeño nadie parte de cero, todos tomamos lo que la naturaleza y los otros seres humanos nos ofrecen, y lo transformamos con nuestros conocimientos, con nuestro trabajo y con nuestra perspectiva o sensibilidad. Toda actividad productiva es un intercambio en el que tomamos algo de nuestro entorno y lo transformamos para ofrecerlo a los demás... De ese intercambio extraemos la energía suficiente para vivir y reproducirnos.
Sin embargo, si nos preguntamos qué cosas son necesarias, útiles o enriquecedoras, tenemos que admitir que las respuestas difieren entre las personas, entre las clases sociales, entre las culturas y las épocas históricas –incluso en diferentes momentos de la vida de una persona–. ¿Cómo y por qué llegamos a apreciar lo que apreciamos, y a rechazar aquello que rechazamos? El tema de la construcción, transmisión y reproducción social de los valores se insinúa así en toda su importancia.
Un acercamiento inicial nos revela que en tanto organismos, en tanto materia viva, nuestro cometido primordial es perseverar, sobrevivir, perpetuarnos: "La ilusión de todo ser vivo es seguir vivo”, resume agudamente Jorge Wagensberg. Este mandato está inscrito a nivel genético y se manifiesta incluso en la vida celular. De esta forma la vida nos enseña a preferir las fórmulas probadas y demostradamente exitosas, antes que arriesgar o aventurarnos por otros caminos. Ser “conservadora” es –diríamos–, un aspecto importante de la “estrategia de sobrevivencia” de la vida. En general tendemos a valorar positivamente lo que nos afirma: en tanto organismos, en primer término, pero también en nuestras costumbres, valores y creencias.
Tomando en cuenta lo anterior, no es sorprendente que la mayoría de los productos, bienes y servicios que circulan –incluyendo desde luego los productos simbólicos, los discursos–, tengan como finalidad “afirmarnos”: satisfaciendo una necesidad, haciéndonos la vida más cómoda o más fácil, confirmando nuestras creencias y valores, etc.
Las clases más privilegiadas y las sociedades más ricas, los pueblos que históricamente gozaron de largas épocas de abundancia y las culturas aisladas durante períodos muy prolongados, nos ofrecen, sin embargo, abundante evidencia de que la pura afirmación de nuestros deseos, costumbres y creencias nos convierte en seres más vulnerables que aquellos otros sometidos a una cierta tensión entre el ser y el no ser, entre la seguridad y la precariedad, entre la permanencia y el cambio. La afirmación constante conduce a la atrofia, al aislamiento, al deterioro, a la parálisis o la entropía: en suma, a la muerte.
Hay, pues, una utilidad y un valor –para nada evidentes–, en aquellos productos o expresiones que no afirman sino ponen en entredicho nuestras inclinaciones, costumbres y creencias. A esas manifestaciones las llamamos pensamiento negativo. En las sociedades llamadas “tradicionales” –en el sentido antropológico del término–, los dementes están llamados a cumplir ese papel –el bufón quizás lo encarne a la perfección en el medioevo europeo–, mientras que en el orbe occidentalizado y tributario de la modernidad, ese ha sido uno de los cometidos de las artes.
Desde luego no todas las expresiones “artísticas” se inscriben dentro de esta perspectiva, ni solo ellas lo hacen. De la misma forma como a menudo encontramos en la filosofía, en la religión y quizás incluso en la ciencia, expresiones de esta actitud o posición, existe también una enorme cantidad de manifestaciones artísticas encaminadas a reafirmar nuestras inclinaciones, costumbres y creencias, en suma, los valores dominantes de una época, de un grupo, de una clase social.
Un elemento común a todas las manifestaciones del pensamiento negativo, es que aspiran a transportarnos a un punto entre lo conocido y lo desconocido, entre lo viejo y lo nuevo, entre la afirmación de lo que somos y su cuestionamiento o negación. Esas manifestaciones desafían nuestros límites, nos incitan a ir más lejos, a no darnos por satisfechos con lo que percibimos, creemos y creemos saber. Por ello, siempre producen un cierto extrañamiento que nos hace ver el mundo con ojos nuevos, redescubriéndonoslo. Quienes entienden esto solo desde una perspectiva superficial, a menudo lo confunden con la búsqueda de “originalidad”, y otros, más despistados aún, con la simple “novedad”.
Por otra parte, el valor –no el monetario, sino el valor social-, de nuestros productos está determinado por su aceptación. Si lo que hacemos es gustado y aceptado, podemos decir que es valioso para los demás. (El objetivo del mercadeo es lograr que la gente conozca algo, y el de la publicidad, persuadirnos de su valor. Desde ambas perspectivas los otros interesan solo en su condición de –y son reducidos a– potenciales consumidores...)
En virtud de esa suerte de inercia que, como vimos, nos compele a la repetición, a la afirmación mecánica de lo ya conocido y probado, las manifestaciones del pensamiento negativo no gozan en general de aceptación. Aunque el análisis nos revele su utilidad social, esta no puede calibrarse, como en otros casos, por la aceptación que obtienen, al menos en términos inmediatos. Por ello deben ser valoradas con otros parámetros. (Desde luego, a contrapelo de lo que muchos creen, su valor tampoco es correlativo al rechazo que conciten o a la indiferencia con que se los reciba.) En otras palabras, el valor social de estos productos o manifestaciones no es adecuadamente captado, reflejado ni expresado por las leyes del mercado.
¿Cómo han existido en diferentes épocas y momentos históricos estas manifestaciones? ¿Qué parámetros pueden o deben ser utilizados para ponderar su valor o “utilidad” social? ¿Cómo garantizar la existencia de estos productos y manifestaciones? Aunque pertinentes, tales preguntas nos alejarían del terreno de esta reflexión.
Al lado de la repetición de lo ya conocido y demostradamente exitoso, la afirmación y perpetuación de la vida requiere de la búsqueda, de la transformación y el cambio constantes. Desde esta perspectiva, las artes y demás manifestaciones del pensamiento negativo son potencialmente análogas a lo que, en el plano biológico, vienen a ser las mutaciones.
¿Puede pensarse en algo más parecido a una “mutación” que lo ocurrido al Imperio Romano tras la conversión al cristianismo de Constantino? ¿No es acaso una “mutación” de lo que se entendía por “belleza” lo ocurrido en Florencia en los siglos XV y XVI, o en Paris en las últimas décadas del XIX? ¿No fue el inicio del siglo XX europeo de “mutación” constante, en ese mismo sentido? ¿Y no propició el llamado boom una “mutación” completa de la narrativa hispanoamericana?
En todos estos casos el patrón es similar: una expresión o manifestación del pensamiento negativo es, en muy corto tiempo, convertida en modelo, paradigma o patrón a imitar. El antivalor deviene en valor; aquello que se percibía como algo “ajeno”, “amenazante”, y “externo”, o bien como ridículo e indigno de tomarse en consideración, se revela bruscamente como lo opuesto, revelándonos, de paso, un mundo nuevo, una nueva forma de percibir el mundo y la vida, nuevos horizontes y posibilidades. Por unos instantes, la libertad centellea y nos revela algo hasta entonces desconocido de nosotros mismos. ¿No es, acaso, un destello de nuestra propia, humana y modesta libertad lo que entrevemos en esos trances? Somos libres para cambiar, es el mensaje que nos decimos en tales momentos críticos, dramáticos. Las ataduras son mentales; la libertad vive en nosotros, es nuestra, somos de ella.
Aunque marginal –en el sentido de que por definición será minoritario y se mantendrá fuera de las corrientes principales de cada época o momento histórico–, esa tarea, ese papel de incómodo aguijón que nos pica cuando nos sentimos demasiado conformes, satisfechos o asentados en nuestras costumbres, creencias y valores, tiene un valor y una utilidad social: es la posibilidad de cambio y el cambio como posibilidad lo que se quiere significar.
La condición para que el cambio opere como metáfora de la libertad, es que sea una excepción y no la regla. Es una paradoja de la modernidad –ampliamente señalada por filósofos y pensadores de las más variadas orientaciones– que, al erigir el “cambio” en valor central, nuestra época termina despojándolo de significado y convirtiéndolo en una pura repetición igualmente mecánica y vacía. Peor aún, el cambio es convertido en simple recurso o herramienta comercial. Como en una siniestra frase orwelliana en la que las palabras invierten su sentido, hoy podemos decir que el cambio es repetición.
En un contexto como este, ¿cuáles son los posibles caminos para el pensamiento negativo?
Con su amplio repertorio de recursos discursivos, la sensibilidad posmoderna esbozó una tentativa de respuesta: el distanciamiento irónico, el pastiche, la transposición y fusión de estilos, técnicas y procedimientos de origen diverso... No obstante, esta tentativa quedó de alguna forma atrapada en los engranajes del mecanismo que pretendía impugnar, al proponerse, asimismo, como ruptura, renovación o novedad. El auge de los “culturalismos” puede interpretarse también como un esbozo de respuesta: si el cambio es repetición, la única forma de cambiar es una suerte de “retorno a los orígenes”. No obstante, sabemos que esa mirada suele estar distorsionada por el sentimiento romántico de nostalgia por una pasado idealizado.
Pero no se trata de reiterar aquí las contradicciones de la modernidad, ni mucho menos de emprender una revisión de los discursos del arte a inicios del siglo XXI.
Antes bien, la única pretensión de estos apuntes, es reiterar la utilidad e importancia de todas las manifestaciones de eso que hemos venido llamando pensamiento negativo, cuyo valor social, a contrapelo de lo que ocurre con la inmensa mayoría de los bienes, servicios y productos que consumimos, no puede ser medido por su aceptación. Estas expresiones escapan a la lógica del mercado, y constituyen una suerte de metáfora de la libertad humana: el cambio como posibilidad y la posibilidad del cambio.

miércoles, agosto 30, 2006

domingo, agosto 13, 2006

EGO (Los Días y sus dones, 1980-2001)

EGO
De lo ilusorio del "yo": lo que vive en uno son las células, lo demás es literatura.
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Lo importante es que entiendas y asumas tu proceso, sin entorpecerlo con las fantasías ni las consideraciones del 'yo'.
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Mediante el mecanismo de la identificación psicológica, al tiempo que incorporo el motivo con el que me identifico, me convierto en parte de él; al hacerlo parte de mí, me hago parte suya.
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Seré un idiota, pero sé que lo soy. Otros, más idiotas que yo, creen que no lo sé.
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Una manera de resumir este giro sería decir: Dejó de obsesionarme la pregunta "¿Quién soy?", y se convierte en prioritario plantearme: "Soy, ¿y...?", o "¿Para qué soy?"
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Menos mal que soy mi mayoría.
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Era como si quisiera demostrar, demostrarme quizás, que era capaz de cometer también esa canallada, de modo que cuanto más pensaba "esto no debe ser, esto no debe ser", más empujaba todo en esa dirección, y cada vez que me figuraba las consecuencias, sin duda terribles, de lo que estaba haciendo, daba otro paso hacia adelante, y yo encontraba en todo aquello una suerte de placer y voluptuosidad.
***
Una cosa es lo que pienso de mí, la imagen a la que rindo pleitesía, y otra el subsuelo de las secretas identificaciones, de los deslumbramientos y temores que no reconozco ni siquiera ante mí. A veces una cosa y la otra se oponen, y entonces vivo en guerra o jugando a las escondidas. Y sufro. Sufro porque lo que está a la vista y lo que está en las sombras no se corresponden. Lanzo una moneda al aire y ahí se transforma en un murciélago. Estoy parado sobre un puente de arena movediza que me lleva de ningún lugar a otra parte. Adelante es atrás, el sur es norte. Y yo, ¿dónde estoy?
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Cuando la escucho decir: “te amo”, me pregunto siempre: “¿cuándo se dará cuenta? ¿Cuando se dará cuenta del monstruo que soy?”
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Vivo en medio de derrumbes y deslizamientos.
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Esta manía incorregible de vivir los acontecimientos desde otra persona; no atendiendo a mi percepción, a mis sensaciones, sino imaginando cómo percibirá la situación, qué estará sintiendo, otro de los ahí presentes…
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Mientras hablo por teléfono escribo inadvertidamente la palabra "interecho". ¿Quién habla? ¿Y qué significa esto?
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…No estaba seguro de si el asco que le provocaba manipular dinero, se lo producía el dinero mismo o una oscura, inconfesable voluptuosidad por él…
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Dice O.: "Siento que soy todo, pero para serlo, tengo que dejar de ser lo que soy." Luego de un instante, como si hubiera sorprendido a un ladrón: "Ese que dijo eso no soy yo, porque para mí eso es nuevo". Y un poco después, reflexivo: "Y entonces me entristece lo lejos que estoy de ser lo que soy."
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El jazz es un viejo compañero, un puente que se tiende entre varios ciclos de mi vida, una de las líneas que le dan una improbable cohesión a esa serie de inventos, fantasmagorías y delirios, que sólo mediante otro invento, una mentira mayor, pueden unirse bajo un sólo nombre, una palabra que me designa.
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Me escucho hablando de una forma nueva, diciendo cosas que no sabía que sabía.
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Ahora puedo ver hasta qué punto he ido a la deriva, pero también me doy cuenta de que la soledad también me fortaleció, alimentó mis fuerzas y mi capacidad de sobreponerme a la adversidad.
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Reunión de niños y de adultos alrededor de la piscina. Ayer estaba entre los niños; hoy, con los adultos. Y entre un punto y el otro sólo puedo ver, como decía Eunice Odio, un “tránsito de fuego”: una intensa, dolorosa y confusa agitación; un torbellino, un remolino, un túnel de vértigo y oscuridad… No es que en la infancia no hubiese sufrimiento, o que ahora no lo haya. Pero en la infancia aún el sufrimiento está impregnado de incandescencia y plenitud. La juventud, en cambio, es pura desnudez, llaga pura: la certeza de haber perdido el Reino, sin los consuelos de la ironía, la experiencia o la humildad, que son propios de la madurez.
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Uno de los mil nombres de Dios es “El Semejante a Sí Mismo”. Nosotros, pobres mortales, no tenemos más remedio que asemejarnos a lo que nos precede, predispone, informa, configura y tironea desde el pasado y quizás también desde el futuro; asemejarnos a los otros que nos rodean y modelan, y asemejarnos al Mundo: recoger de ahí pedazos y adherirlos a nuestra piel como un emplasto. Somos una colcha hecha con retazos, un chaleco remendado que nunca deja de cambiar.
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Soy un payaso con una flor en la mano en una estación del tren.
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Ser malo es siempre un poco más difícil, pues exige que uno tenga razones que lo justifiquen.
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A veces, cuando entreveo su rostro, me aterroriza ese mal que los adultos llaman "madurez". Es la forma más complaciente de denominar los pactos, las renuncias, las claudicaciones… Se hace de la vida una repetición de ceremonias insulsas; el único objetivo parecer ser saltar la valla de los días, en pos de un futuro que nada ofrece, sino su rostro siempre idéntico.
***
Empiezo a preocuparme cuando advierto que, en las tiendas y en los supermercados, los guardias de seguridad no se preocupan por mí: ¿será que me parezco ya a los buenos ciudadanos?
***
Lo que somos hoy fue alguna vez un enigma para nosotros mismos, y de habérnoslo revelado alguien diez o veinte años atrás, lo hubiésemos encontrado improbable, inverosímil o ridículo.

domingo, julio 30, 2006

Apuntes de invierno

Sueños

“Que libertad tan enferma la mía”

Por primera vez, sueño que en vez en encontrar un tesoro, entierro algo.

Veo una piedra en la que hay incrustadas conchas, restos del mar antiguo...

Voy en un tren, y el sonido de los raíles empieza a sonar como el de ese instrumento de los aborígenes australianos. Hechizado, maravillado, lo escucho, aguardando una revelación inminente.

En un camino, le digo a mi difunto amigo Manuel Cárdenas:
- Estoy tan enamorado de la vida que creo que me va a ser muy difícil dejar este mundo.

“Para vos, llama de mi llama, de la que me interesa hablar más que este mundo.”

Leo en una película, veo en un libro:
“La vida conyugal como enfermedad de la voluntad”
“Basta que uno necesite algo para no saber si lo tendrá.”

Elevándose de una colina rocosa, veo el más enorme, imponente y hermoso árbol que jamás haya visto. Voy en un auto con otras personas y la carretera pasa a sus pies. Hablo con mis acompañantes, quienes me explican que en la base del árbol, hay un antiguo cementerio.

Notas

El arte es el juego de los adultos.

Sólo el arte nos reivindica ante los ojos de los niños.

Hoy abrí los ojos agradeciendo el día.

... La mirada incandescente de los niños...

La escritura es un cultivo de la soledad, sí. Pero esta última no debe entenderse como aislamiento desgarrado del mundo, ni como la imposibilidad de establecer lazos o vínculos, sino más bien como la disposición y la capacidad de escuchar y entablar diálogo con las dimensiones más profundas de sí mismo.

martes, julio 25, 2006

DOMINACION (Los días y sus dones, 1980-2001)

DOMINACION
Quienes nos someten con las palabras, las pervierten y las desvirtúan. Porque conocen su poder han de destruirlas, no vaya a ser que un día despertemos y se les acabe la fiesta. Es como si nos dieran con un garrote para idiotizarnos y luego nos dijeran que el garrote es inofensivo, ¡y nos lo creyéramos!
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Nada tan peligroso como la alianza de los poderosos con los ignorantes.
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Lo que el Sistema y el Poder no pueden permitir, es que comprendamos que no hay nada que perder.
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La injusticia del sistema consiste en que el bienestar y la opulencia de unos pocos se erige a costas de la miseria de casi todos; la justicia del capitalismo, argumentan sus defensores, radica en que con un poco de suerte, otro de esfuerzo y nada de escrúpulos, “cualquiera” puede pertenecer a esa minoría.
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El mismo juego siempre, la misma historia de la Historia: unos cuantos establecen los parámetros de "justicia" y "legalidad" y legitiman un orden que los favorece, en donde todo corre a su favor. Unos viviendo a costa del malvivir de otros, otros vi­viendo a costa de nuestro malvivir, instituyendo la canallada en norma, o lo que es peor, en normalidad.
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La dominación cultural se origina en la supremacía económica, y esta, en la superioridad tecnológica. Se trata de una ecuación tan vieja como la especie.
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La burguesía, apátrida y desarraigada, es idéntica en todas partes…
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No es fortuito que la “globalización” sea elevada a la categoría de doctrina cuando los discursos se fragmentan y sucumben los sistemas de pensamiento con aspiraciones de totalidad, pues de esta forma nos aislamos y debilitamos cada vez más. Necesitamos sistemas de referencia en los cuales inscribir nuestros actos, nuestros sueños y nuestras penas.
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La gran mayoría del pueblo gringo ni siquiera es consciente de su opulencia.
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Tres pilares de la actual sociedad globalizada tienen su origen en el régimen nazi: la televisión, la industria aeroespacial y la energía atómica.
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En su 1984, Orwell imaginó cámaras de televisión por todas partes como mecanismo de control de un Poder Supremo; hoy sabemos que, para tener bajo control a los ciudadanos y saber qué hacen en todo momento, no es necesario tener cámaras, sino receptores de televisión en todas partes. Para controlar no es necesario ver, basta que te vean

martes, julio 11, 2006

DIOS (Los días y sus dones, 1980-2001)

DIOS
A lo largo de la historia hemos demostrado como especie tal capacidad de crueldad, tan abrumador empeño en la destrucción y el odio, que sólo concibo tres posibilidades: Dios no existe, Dios es cruel, o existe la misericordia divina.
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Cada vez me parece más improbable la inexistencia de Dios.
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Si es cierto –como a veces intuyo–, que “a mayor conciencia mayor libertad”, entonces Dios es la conciencia total y la mayor libertad.
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Si en el principio era el Verbo, Dios es Poeta.
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En los mitos, los dioses nos hacen concientes porque ellos son la expresión de nuestra conciencia.
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Argumento de la divinidad: "¿Podrías crear un mundo mejor que este? ¡Ah, entonces deja de criticar!"
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En nuestra cultura, “Dios” es la única palabra que tenemos para designar el Espíritu. Como paliativo a la pobreza que esto representa, surge entonces la imagen del dios trino y uno.
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El problema con el dios de los cristianos es que pudo pronunciar su "Hágase la luz" a modo de catarsis.

miércoles, junio 28, 2006

DÍAS Y HORAS (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

Días y Horas
Qué gozo callado me produce esta certidumbre de estar vivo.
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Una vida se construye como un equipo de fútbol: de atrás para adelante. Y esto no sólo en el sentido cronológico, sino también porque debemos resolver primero lo más básico –la sobre vivencia– , antes de soñar con avanzar.
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Devorado por el diario vivir, olvido recordar que vivo. Los días son como un sueño deslucido, una mala película de matinée. Se necesita coraje y lucidez para no treparse al tren de las repeticiones, para no dejarse adormecer por el repiqueteo.
***
Dos días de trasnoche y borrachera me dejan tembloroso, oscurecido y confuso. La plenitud se desvanece y deja en su lugar ladridos, ratas y el miedo omnipresente.
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Estoy a punto de creer que la mejor parte de una borrachera es la resaca. La lucidez de la cruda, por más horripilante que sea, está en relación proporcional con el nivel de obnubilación al que has llegado con el alcohol.
***
Aún los días más tranquilos –como el de hoy– revelan, al repasarlos, una riqueza sorprendente de situaciones, estados de ánimo y pensamientos que cruzan por la mente… Cada día está lleno de texturas y matices que conforman el tejido de la vida en su forma más concreta.
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Viva sensación –registrada al iniciar el día, vislumbrada luego en diferentes momentos, y recuperada una vez más, con plena nitidez, en la noche, al finalizar la jornada–, de que me acerco o estoy iniciando un nuevo momento de mi vida.
***
A pesar de las miserias infinitas y de nuestra ejemplar estupidez, a menudo siento que galopamos en el viento, que la vida es un regalo y que el tiempo que devoramos y nos devora a la vez, es una campanada que resuena en nuestra cabezota para despertarnos, para sacarnos de la nada donde hemos dormido toda la eternidad y traernos a estos patios a compartir fugazmente el trino de los pájaros, el murmullo de los ríos y la presencia irrebatible de las montañas.
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¿No has sentido alguna vez tu vida como una estrella que se enciende y se apaga, sístole y diástole, expansión y contracción, creación y destrucción, de modo que el que sos hoy y el que fuiste ayer comparten un cuerpo y una historia, pero entre uno y el otro se abre el abismo de la muerte, y el no menos misterioso del renacer o la resurección?
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…el horror de quien comprende que la mejor etapa de su vida va quedando atrás…
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…el penoso deber de decirle una verdad amarga a un amigo …
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¡Qué fiesta esta mañana con tus senos!
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Una mujer a quien apenas conozco se ducha en el baño de mi casa. Escuchándola me invade una alegría brutal, repentina y salvaje.
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No consigo arrancarme la tristeza de los ojos, de los labios ni del pecho.
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El doméstico es uno de los ámbitos donde ejercito mi vida consciente. En la silenciosa intimidad, en las ceremonias y rutinas de la vida diaria, encuentro una magnífica oportunidad para ejercer la conciencia.
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Las definiciones que cuentan son las que se traducen en acciones, e independientemente de la claridad conceptual que haya alcanzado sobre ellas, todas mis definiciones se expresan en lo que hago y en la forma como vivo ahora.
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Es lamentable vivir sintiendo que algo se deja atrás.
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Es quizás media tarde y el día está nublado. Sin las sombras no puedo calcular la hora. Camino de regreso a Montezuma. Durante la caminata he tenido dos o tres momentos de lucidez en los que he visto con claridad el fácil revoloteo de mis pensamientos, de mis sentimientos y de mis acciones. De un momento a otro irrumpe esa suerte de griterío, de caos que hierve en mi interior, dispersando –mejor: impidiendo–, cualquier esfuerzo coherente, como humo lanzando a chorros en todas direcciones. Comprendo entonces hasta qué punto nuestras vidas transcurren dando tumbos, tamborazos de ciego o de sordo; hasta qué punto la vida nos sucede con la misma impotencia y arbitrariedad con que nos sobrevendrá la muerte.
***
Increíble el sentimiento de crisis y la sensación general naufragio con que vivo.
***
La desazón que me produce mi terrible inconstancia, la incapacidad de sostenerme en las notas más altas.
***
A la luz de lo sucedido en estos días, comprendo que no basta no desear causarle dolor ni daño a nadie; fácilmente uno inflinge heridas aún a su pesar.
***
Constato con dolor y asombro que a menudo vivo mi vida como si fuera su víctima y no su protagonista.
***
Algo hay en el corazón del verano que me cautiva. Será la atmósfera rala, o la luz vagabundeando por la inmensidad. Acaso las nubes, frágiles como un pensamiento. Las lluvias han quedado atrás y de pronto hay luz, verde, montañas azuladas a lo lejos; de pronto hay viento otra vez, y espacio, y por un chisporroteo recordamos que el mundo sigue ahí, y uno mismo se dice: “¡Vaya! Estoy aquí. No he muerto”.
***
El verano es borrachera de la luz.
***
¿Por qué cuando llega el sol comienzo a fantasear?
***
A mitad del verano, se extingue la llamarada incandescente de los porós, pero florecen como un estallido los robles sabana, y los corteza-amarillo ponen su grito en el cielo.
***
Dos veces por año, siento volar –de sur a norte, de norte a sur–, el otoño sobre mi trópico central. Pasa alborotando el viento, trae aromas de campanas rotas e instala una súbita tristeza en las hojas. Es un pájaro de pecho rojo que pasa y se va.
***
Por fin el sol penetra y va secando el pantano de mis dudas y mis miedos.
***
La perspectiva que tenemos de la existencia es terriblemente limitada, puesto que como individuos carecemos de la visión de conjunto y de proceso. De ahí que la existencia nos resulte a menudo sin ningún sentido.
***
Luego de varios días de agitación, y sin que sucediera algo especial, una extraña paz invadió mi espíritu y un dulce silencio se apoderó de mí.

viernes, junio 16, 2006

domingo, junio 04, 2006

DESTELLOS (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

Destellos
…una espesa agitación…
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…con el desparpajo de una prostituta…
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… sus pomposos senos…
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… Una nubecita llorona…
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…Una estirpe de santones delirantes y profetas despalabrados…
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… el trabajoso discurrir del segundero…
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La infértil tiranía de la cordura.
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…largas y nocturnas lluvias de noviembre…
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…tenía un culito triste…
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…el dulce despertar de los amantes…
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Una chiquilla culirrespingada…
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…El viento sucio y polvoso…
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… la cambiante música del cielo…
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La mirada muda…
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Y entonces me descubrí en una estúpida estación vacía.
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…el silencio sepulcral de las alcobas…
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Un febrero frío y desabrido.
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…su más enconada ternura…
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…la fragilidad de la hermosura…
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Una lúcida tormenta…
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…Su fosfórica flacura…
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Se produjo un resilencio…
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…la sólida irrealidad de las cosas…
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…y nos sumergimos en el largo fulgor de la fiesta…

sábado, mayo 27, 2006

DESEO (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

DESEO
Desde que me siento dueño de mi deseo, me río solo por la calle.
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La parte buena del baile comienza cuando nos hacemos conscientes de nuestros deseos y nos responsabilizamos por ellos. En realidad no hay opción: lo hacemos o lo hacemos. Porque los deseos –explícitos o secretos, públicos o inconfesos, conscientes o no–, son como una alfombra mágica a la que le pedimos: lléveme allá. Y hacia allá nos llevan. Por eso, antes de encaramarnos, es conveniente asegurarnos que estamos dando la dirección correcta, no vaya a ser que un día nos descubramos perdidos en mitad del desierto.
***
La sustancia viscosa del Deseo.
***
La delicia dolorosa del Deseo.
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Los espejismos de mi deseo se desvanecen antes de que pueda tocarlos.
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Desde el punto de vista del psicoanálisis, al intencionar el Deseo el sujeto lo transforma en sentido, en discurso, en lenguaje… Desde el taoísmo, por el contrario, al intencionar el sentido (el Tao, la energía pulsional primaria), la conciencia lo trans­forma en Deseo, origen de la infelicidad. Freud diría: no se puede vivir en el Deseo. Lao-tse dice: ¡instálate en el Tao!

lunes, mayo 22, 2006

América Latina o la invención de un pueblo

Una de las singularidades de América Latina –quizás la que en definitiva determina nuestros atavismos, éxitos y fracasos–, es que a diferencia de Europa y Estados Unidos, pero también a diferencia de Asia y África, la primera tarea que debió imponerse el Estado Nación aquí, fue la de inventar un pueblo.
En Europa el surgimiento Estado Nación fue resultado, producto o consecuencia de la existencia de pueblos históricos. No quiero decir con ello que el proceso no conllevase violencias, arbitrariedades e imposiciones de todo tipo, pero la institucionalidad del Estado Nación “surgió” ahí donde existían pueblos con siglos de antigüedad y convivencia. En los casos de África y de Asia el asunto es muy distinto, pues si bien el Estado fue impuesto como producto de la ocupación colonial europea, también preexistían ahí pueblos históricos, que luego de la descolonización han tratado con distinto éxito de “apropiarse” de la institucionalidad del Estado Nacional adaptándola a sus características y particularidades.
Pero en América Latina la situación es muy otra.
Durante la prolongada ocupación colonial, la pueblos históricos fueron, casi en todas partes, aniquilados, desmembrados o, en el mejor de las casos, confinados a una suerte de exilio en los sitios más remotos de la geografía. Lejos de imponerse como un corsé o como una máscara a los pueblos históricos, la ocupación colonial destruyó aquí casi por completo a los pueblos y comunidades que existían, erigiéndose sobre sus ruinas el edificio colonial.
La independencia de España tuvo una clara inspiración ideológica en las ideas de la Ilustración, y las élites latinoamericanas encontraron de lo más natural organizar los territorios recién emancipados bajo el modelo republicano (o federal, da lo mismo) del Estado Nación.
Pero lejos de existir pueblos que pudieran identificarse de alguna forma con la naciente institucionalidad o apropiarse de ella, convivían aquí los sobrevivientes de innumerables violencias: la violencia de la destrucción de los pueblos nativos, la violencia del comercio de esclavos africanos, así como muchos sobrevivientes de la violencia en las metrópolis coloniales: “segundones” víctimas de las leyes del mayorazgo, descendientes de judíos y de árabes, campesinos pobres emigrados, etc. Más grave aún, estas poblaciones habían convivido durante el coloniaje bajo un modelo de organización social rígidamente jerarquizado y de inspiración racista.
No había, pues, un pueblo en América Latina que pudiera identificarse y hacer suyo el proyecto del Estado Nación. Por ello una de las primeras y más urgentes tareas que asumieron las nacientes naciones, fue precisamente la de “inventar un pueblo”. De aquí surgió la ideología del mestizaje, a la postre insuficiente por estar sustentada en una premisa puramente “racial” que negaba de la diversidad que, en este campo, existía y existe aún hoy en estas naciones. De ahí que, para crear símbolos, mitos, “identidad”, los Estados hubieran de recurrir al “rescate” e idealización del pasado, ya del pasado prehispánico –en aquellas naciones asentadas sobre los despojos de los grandes imperios–, o bien de algunos aspectos puntuales de su pasado –mediante el folclore y la literatura, etc–, o en algunos casos –como el de Costa Rica– en la idealización de su pasado colonial.
En las últimas décadas diversos ensayistas e historiadores han centrado su atención en la forma como en América latina los Estados Nacionales produjeron, progresivamente, los símbolos, mitos, íconos y, en fin, toda la “parafernalia” propia que los justificase y legitimase como tales, pero tal vez no se haya subrayado suficiente ese otro aspecto del asunto: aunque sustentado en una idea sumamente abstracta como la de “ciudadanía”, el proyecto del Estado Nación presupone de alguna forma la existencia de “pueblos”, es decir, de comunidades históricas que le den sustento. Aquí habrá quien proteste argumentando que en ninguna de las fuentes en las que se inspira y de donde se nutre la idea del Estado Nación puede hallarse tal cosa, a lo que bien puede replicarse con la lacónica observación de Borges, cuando afirma que la prueba más evidente de que Las Mil y Una noches es un libro del oriente, es que ni una sola vez se encuentra ahí la palabra “camello”...
Quizás la demostración más contundente de que en su concepción original el proyecto del Estado Nación presuponía la existencia de comunidades o pueblos históricos, radica en el hecho de que en ningún momento se abordó en ella el asunto de la diversidad cultural. Esto, desde luego, desde el punto de vista ideológico, pues en el plano puramente político, fáctico, sabemos de sobra que los Estados europeos hubieron de imponerse, como lo hacen aún el día de hoy, sometiendo y silenciando a numerosas comunidades históricas.
Al carecer desde su fundación de este punto de partida o de sustentación, no es sorprendente que los Estados latinoamericanos hayan sido históricamente percibidos por la población (y lo sean hasta el día de hoy) como un aparataje ajeno y distante, heredero del edificio administrativo del período colonial erigido para consumar el saqueo y la expoliación. Eso explica también por qué la corrupción y el despojo de la cosa pública alcanzan aquí los niveles por todos conocidos. “El ogro filantrópico”, como caracterizara Octavio Paz al Estado moderno, nunca ha podido afincarse por completo en América Latina, pues para hacerlo requiere no solo de alimentos y de sacrificios en su honor (que de eso ha tenido en abundancia), sino también de mimos, cariños y arrumacos, y eso es lo aquí jamás ha tenido.
Mayo, 2006

miércoles, mayo 17, 2006

La puerta que llama (2)

En general, no elegimos la ciudad que habitamos, la casa donde pasamos la noche ni la encrucijada en la que nos encontramos. Llegamos aquí por una suma de circunstancias históricas, familiares y personales, y es aquí en donde nos corresponde vivir. Y vivir es actuar. Y actuar es elegir.
No elegimos nuestras circunstancias pero sí nuestra acción. Y nuestra acción modifica nuestras circunstancias. ¿Cómo y por qué elegimos algo? ¿Cómo llegamos a escoger una entre las muchas puertas que tenemos por delante, dentro de esa habitación que es cada situación humana, cada instante?
Sin embargo no siempre somos conscientes de encontrarnos en una encrucijada, y muchas veces tampoco tenemos claro cómo ni por qué llegamos ahí. Simplemente las circunstancias y nuestras decisiones anteriores nos trajeron hasta esta situación. Y tenemos que elegir. Y lo hacemos. Para bien o para mal, para nuestro bienestar o para nuestra desdicha, y muchas veces sin saber si es para una cosa o para la otra.
Nuestro elegir y nuestro actuar siempre están sujetos a la incertidumbre. Creemos saber a dónde podría llevarnos la puerta que elegimos, y por eso la escogemos. Pero muchas veces lo hacemos, también, convencidos de no tener otra opción. En todo caso, entre nosotros y lo que elegimos –entre nosotros y esa puerta que abrimos– se establece una relación intensa y especial. Es la puerta que nos llama.
¿Sabemos en definitiva a dónde nos lleva la puerta que llama? Sí y no. Entre la convicción y la esperanza, entre la duda y la certeza, elegimos y somos elegidos. Nuestro andar –ese acto irreversible que es transponer un umbral y cruzar al otro lado en un instante determinado–, es al mismo tiempo una apuesta, un desafío y una verificación. Queremos saber, queremos conocer, queremos experimentar.
Así, vamos de habitación en habitación por una Casa que construimos con cada decisión que tomamos.

martes, mayo 09, 2006

Respirando

cada vez más hondo
más pausado y más profundo

en la cresta de la noche
abro mis ojos o mis ojos se abren

y un espacio ilimitado me recibe
constelado
familiar
indescriptible

y estoy
adentro y afuera
despierto y dormido
muerto y vivo

no hay tiempo ni temor

ancha es la dicha


7 mayo, 2006

sábado, mayo 06, 2006

CUERPO (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

CUERPO
Cuando el cuerpo baila, el espíritu vuela.
***
El cuerpo es inocente.
***
Antes de la historia está el cuerpo, y el cuerpo es otra historia: el cuerpo puro, desnudo de palabras e intenciones, mera cosa viviente dueña de sí.
***
Cuando hacían el amor y escuchaba su nombre en boca de ella, experimentaba una suerte de contradicción, como si aquella palabra que lo nombraba desde siempre nada tuviera que ver con el que ahora estaba ahí: solo piel, solo sangre y pulso; no alguien, algo ajeno al de todos los días y al que designaba ese nombre.
***
He vivido de espaldas a mi cuerpo.
***
Buena parte de la maravilla de la vida deriva del gozo de nuestra corporalidad.
***
La conciencia discrimina pero el cuerpo se percata.

martes, mayo 02, 2006

La soledad

La soledad, que en el encierro dentro de un apartamento a que se reduce muchas veces la vida en la ciudad, suele ser terrible y hasta trágica, se convierte, en parajes al aire libre donde el esplendor de los árboles, los pájaros y las mariposas se siente con fuerza, en algo completamente distinto e inclusive opuesto, pues es difícil auto compadecerse cuando se es conciente de las maravillas de las que uno es testigo, y hasta aburrirse es improbable, a menos que uno sea ciego de corazón o aburrido por naturaleza, pues el espectáculo permanente de la vida sucediendo basta para sobrecoger el espectador más exigente...

miércoles, abril 26, 2006

Catedrales de Espuma

Tu sonrisa cuando resplandece el amor

O tus ojos
iluminándose en un acto de magia simplísimo

O tus labios que se abren
invitándome a entrar

O la autopista
cuando los autos viajan sin explicación
al unísono

O en los campos
una flor desprendida de un árbol
volando hacia el suelo

O tres pájaros carpinteros
picoteando el desnudo tronco de un cedro
y un tucán de pico amarillento
que viene a preguntarme
qué hago en sus dominios

El sonido del viento en la vegetación

La rasante luz del ocaso
o el trémolo de luna
circunvalando el cielo

Tus labios nuevamente, amor...

martes, abril 25, 2006

Los duendecillos de la Nada

El socialismo –¡Conságrate a mí y serás Justo!
El liberalismo –¡Sígueme y defenderás la Libertad!
El conservadurismo –¡Juntos salvaguardaremos la Verdad y la Tradición!
Los dioses en coro –¡Solo nuestro camino es salvífico!

Otros eligen criar hijos

(¿También los niños son duendecillos de la Nada?
¿El ADN una interminable genuflexión
del Ser ante el Vacío?)

¿Y estas palabras?

¿El manoteo desesperado de un perro
a punto de hundirse en el agua?

¿El espejismo más patético
por su pretensión de revelar otros espejismos?

Aspiro este instante como única verdad
única evidencia de que vivo

No sé qué haré cuando muera

“Ya veremos” –me digo.

martes, abril 18, 2006

Anotaciones de fin de semana

AMANECER
El sol se para de puntillas
sobre la alfombra
de los pájaros

- o -
El inmenso, extraño placer de liberar a un pájaro, a una mariposa, a una libélula que por error entraron en nuestra casa.
Por un momento somos ese pájaro, esa mariposa, esa libélula. Y liberarlos es liberarnos.

- o -
La libertad del miserable: despertar, cada mañana, sin otra obligación que vivir...

- o -
Dando tumbos con las nubes
como una lancha con las olas
la tontona de la luna, asoma.

¡Luna, amiga amada!
¡Sin tu luz y tu sombra
la noche sería tan triste
y desolada!

¡Cuánto me gustaría subir
con vos por el cielo
y deslizarme noche abajo
como por un tobogán!

lunes, abril 17, 2006

COSMOS (Los Días y sus Dones, 1980 - 2001)

Cosmos
Solemos aceptar el supuesto de que el universo es cosmos y no caos, pero si partimos de lo evidente, de lo dado a los sentidos, no se puede asegurar una cosa ni la otra, pues las regularidades que advertimos en el universo, los ciclos y los ritmos, no demuestran que exista un orden ni que la materia esté transida por un principio inteligible, ya que podríamos estar, simple y llanamente, ante las pulsaciones de lo Informe.
***
¿Por qué no imaginar el Big-bang como una implosión, un espacio sumergiéndose dentro de sí mismo? Si pudiéramos verlo desde "fuera", nuestro Universo estaría en reposo.
***
Imagen alternativa al Big-bang: la energía-materia espacio-tiempo se "desplomó" en todas partes simultáneamente, una dimensión "cayó" sobre otra, otro Universo dio origen a este.
***
El Universo siempre está haciéndose. No es que todo fue hecho ya y hay algo acabado y perfecto "allá afuera"; es que todo está en proceso de creación y transformación, y la decrepitud y la muerte hacen parte de lo que nos rodea, tanto como de nosotros mismos.
***
Cuando miro el cielo estrellado, mis pensamientos resuenan más alto; escucho las conversaciones a mi alrededor como ecos distantes y la soledad es grande y concreta, pero no hiere.

miércoles, abril 05, 2006

Un sueño

Me encuentro en una encrucijada de caminos en la que todos los rótulos y leyendas han sido destruidos o borrados. En vano trato de leer o descifrar las palabras escritas en los muros. Sin embargo no estoy angustiado ni extraviado; ni siquiera diría que espero algo. De hecho, me siento tranquilo y orientado. Simplemente estoy ahí, mientras del camino enfrente de mi emergen con monótona regularidad autos conducidos por hombres vestidos de gala, como si se dirigieran a una graduación. Todos van en la misma dirección.

De pronto, en sentido opuesto, viene un carro manejado por una joven mujer. Ella detiene su auto frente a mi. Nos reconocemos con alegría y nos saludamos.

Sin bajarse del carro, ella me entrega un libro cuyo título es: “La puerta que llama”, escrito por una mujer egipcia. Una nota en francés, tal vez manuscrita, en la primera página: ¡Avec beacoup de surprises!

domingo, abril 02, 2006

CRISTIANISMO (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

CRISTIANISMO
Dentro del cristianismo no hay salvación posible: Cristo vino al mundo para redimirnos, pero somos culpables de matarlo.
***
Oposición entre los “misterios” y la “revelación”. En ambos casos el mundo es Obra y Palabra, pero en los misterios su significado es inaccesible, mientras en la segunda se asume que su sentido ha sido descifrado. Aún así, una religión “revelada” como el cristianismo incluye “misterios” en su dogma.
***
Bastaron pocos siglos para que los seguidores de aquél que dijo “Mi paz os dejo, mi paz os doy”, lo convirtieran en verdugo y asesino. Ahora, tras dos mil años de historia, ¿cómo separar la figura de Cristo de la lista interminable de matanzas que en su nombre se han cometido?
***
Aun aceptando la idea –discutible–, de que la figura de Cristo resul­tara atractiva para algunos pueblos antiguos de América, la invasión y colonización del continente es una prueba patética de que "un dios mejor no hace mejores a los hombres". Es fácil imaginar el desconcierto que debió producir entre los antiguos americanos la contradicción entre la fe y las obras, la religión y la conducta de los invasores.

viernes, marzo 17, 2006

CINE (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

CINE
La imagen audiovisual tiene tres componentes: visual, auditivo y temporal.
***
El vínculo entre el director y el actor es de carácter pasional, y se resume de la siguiente manera: “¡Cree en mí como yo creo en vos…!”
***
El desafío del cine consiste, no en filmar las cosas, sino el significado de las cosas. Por ello siempre está implícito el problema del sujeto: las cosas sólo significan algo para alguien. Ahora bien, los mismos actos y las mismas cosas tienen significados diferentes para las personas. Relatar una historia consiste entonces en mostrar cómo una persona dá significado a los acontecimientos de la trama, y en revelar la interacción mutuamente, dialécticamente formativa entre sucesos y personajes. El personaje da significado a los hechos y estos resignifican el personaje.
***
En el cine, como en el teatro, no se trata tanto de 'contar una historia' como de poner en escena los sentimientos y las pasiones humanas. Así, la historia es el marco en el que estas pasiones tienen lugar.
***
De todas las artes, ninguna, creo, como el cine, para revelar en su profundidad y sus contradicciones el corazón humano. El poder de una mirada, de un parpadeo, de un pequeño movimiento involuntario, pueden ser devastadores, y sólo el cine es capaz de mostrarlos en toda su belleza y crueldad.

domingo, marzo 05, 2006

BÚSQUEDAS (Los días y sus dones, 1980-2001)

BUSQUEDAS
Miro a algunos amigos que roen una idea durante años, le explotan todas sus aristas, las hacen polvo y las vuelven a armar. Yo "paso sobre las ideas", sigo de largo, ¿en busca de qué?
***
Si no sé a dónde voy, ¿qué necesito?
***
Sigo buscando mi nombre.
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Busco el lado amable de las piedras.
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¿Qué busco en mis viejos papeles?
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Lo único que sabemos son las preguntas.
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Si somos capaces de las preguntas, estamos a la altura de las respuestas.
***
Perderse y reencontrarse, desdibujarse y recomponerse, sustento de todo crecimiento personal: tener el valor de abandonar el trillo y meterse en la espesura, intentar atajos, vías alternas, enfrentando trampas, suampos y caídas. Después, desandar tus pasos, colec­cionar tus huesos y decirte: "aquí cayó, aquí lo recupero"; "en esta esquina dejó el pellejo", y con la misma extrañeza que una serpiente su vieja piel, mirarse cara-a-cara, reconocerse ahí.
***
Perseguimos nuestros sueños con obstinación y tenacidad, pero al final apenas vemos sus contornos dibujados, como una tela lanzada sobre un cuerpo.
***
A veces siento que detrás, como sustento y soporte de “la realidad”, existe algo que no puedo nombrar ni discernir: cuanto miro es una cara de eso, y todas me hablan de lo mismo. Lo dicen pero también lo callan, lo transparentan y disfrazan: Eso es todo pero nada es eso.
***
¿Y qué somos, entonces, sino cinco dedos de agua tratando de atrapar el viento?

jueves, marzo 02, 2006

Coherencia e integridad

Leyendo los Salmos, no recuerdo cuál, salta a mi vista la palabra “integridad” (por cierto referida a los pobres). Por contraste, pienso también en la palabra “coherencia”, tan en boga, tan querida para muchos intelectuales de mi generación.

La proximidad y, a la vez, distancia entre estos dos conceptos, me fascina y sobrecoge...

Cuando hablamos de coherencia nos referimos a la lealtad, a la congruencia con ciertos principios externos a nosotros: hablamos de ser coherentes con nuestras ideas, con nuestros principios, con nuestras creencias; se trata, en cierta forma, de mantener un trazo reconocible, identificable, legible para los demás...

Cuando hablamos de integridad, se trata más bien de la congruencia con nuestros impulsos y necesidades más profundos, aquellos que muchas veces resultan incomprensibles incluso para nosotros mismos... Aquí el referente es interno, somos nosotros, no algo exterior...

La integridad nos permite ser contradictorios y cambiantes; no así la coherencia... Y, hasta donde entiendo el baile, la única forma de desarrollarnos, de crecer, de integrar cada vez más mundo en nosotros, es asumir la contradicción, superándola. “Los opuestos desaparecen desde el momento en que los consideramos desde un plano diferente a aquél en que la oposición tiene lugar”, leí alguna vez, no recuerdo dónde...

Con todo y sus contradicciones, rupturas y desgarramientos, aspiro a la integridad; la coherencia se la dejo a los propagandistas y a los popes.

sábado, febrero 25, 2006

ASOMBRO (Los días y sus dones, 1980-2001)

ASOMBRO

No hay nada “normal”: todo es extraordinario.
***
A veces la conciencia me asalta con su certero latigazo de luz: súbita­mente caigo en cuenta de mi "estar-aquí", palpo mi rostro y pondero su arbitrariedad y extraña hermosura; miro a mi alrededor y todo es nuevo, misterioso y distinto. En estos arrebatos de extrañeza advierto –vuelvo a descubrir–, lo incomprensiblemente aterrador del mundo, con sus alargadas y sinuosas formas, sus destellantes colores, y la alucinante diversidad de seres que lo habitan…
***
En el principio es el asombro. Después viene la ira, viene la historia y su legión de sombras; vienen los fantasmas del miedo y de la risa, los silencios del olvido a reclamar su sitio en la palabra. Pero en el principio es el asombro. De ahí nace la ola.
***
Uno de los motores más profundos de mi actividad creadora es la necesidad de comunicar mi asombro ante el ser, un deslumbrado darme cuenta del “estar siendo” que genera la urgencia, la imperiosa necesidad, de compartirlo con otros.
***
Estoy lloviendo asombro sobre el mundo
***
He apostado a redescubrir, una y mil veces, el agua tibia. Esta actitud nace de la convicción de que lo que cuenta no es la novedad del descubrimiento, sino la sorpresa, el relámpago, la maravilla del hallazgo.
***
Que nada escape a tu asombro, que nada quede libre de tu curiosi­dad, de tu insaciable vocación de mundo.

domingo, febrero 19, 2006

Caminata de Domingo

Tarde esplendorosa de verano en el Valle Central (Costa Rica). A las cuatro de la tarde surgió, intempestivo, el deseo de caminar por la montaña. Mi destino favorito: San Antonio de Escazú. Caminata de hora y media, monte arriba, disfrutando de mi propio vigor, de mi vitalidad. El viento fresco de febrero, el cielo intensamente azul... Los jardines de las casas florecidos... Como una especie de obsesión, trato de reencontrar la ruta que utilizábamos cuando niños para subir a Pico Blanco. Mientras camino, brotan imágenes de aquellos años: sin proponérmelo, comparo los caminos, tomo nota de la desaparición de los cafetales y su reemplazo por urbanizaciones, emerge el rostro de mi amigo de infancia, Roy Jiménez, que se mató hace pocos años y con quien hice muchas veces esta caminata. No hago una sola pausa en el ascenso; al contrario, aprieto el paso y comparo mi vitalidad actual con el esfuerzo que debía hacer entonces superar algunas trepadas... Concluyo que el balance es favorable. Burlando cercos, me adentro por cultivos de hortalizas hasta llegar a un gran potrero desde el cual la vista es espectacular: al este, solemne y ceremonioso, el Gran Señor del Valle: el Volcán Irazú; a su izquierda, el Paso de la Palma inundado de nubes transmite con claridad la sensación de que más allá de él hay un enorme despeñadero que lleva hasta la costa. Enseguida, siempre girando hacia la izquierda, las montañas de Heredia culminan en el cráter esculpido del Volcán Barva y, más allá, cercado por las nubes, el Poás... Son las cinco y media y la rosácea luz rasante del ocaso peina el Valle, lo acaricia dulcemente para después ir a estrellarse contra la columna inmensa del Irazú empenachado de púrpura. Agradezco tanta belleza, agradezco estar vivo para disfrutar de este regalo...
De regreso, al pasar frente a una casa bastante cómoda y moderna, en cuyo solar se levanta, sin embargo, un antiguo trapiche campesino y delante de la cual están estacionados dos enormes “cabezales” (trailers), surge una vez más esta idea: la conexión que existe entre el gremio de los transportistas –representados en este caso por quienes viven en esa casa, propietarios de dos furgones– y el antiguo oficio del “boyero” –ese gremio singular que transportaba, en carretas tiradas por bueyes, el café desde el Valle Central hasta Puntarenas, donde era exportado a Europa–. Los “boyeros” fueron uno de los pilares sobre los que se edificó la sociedad costarricense durante más de un siglo, y tal vez, en efecto, los descendientes de quienes se dedicaron a ese oficio realicen hoy, con los medios actuales, un trabajo parecido...

jueves, febrero 16, 2006

A veces tengo la impresión

A veces tengo la impresión de que, en algún lugar, en alguna dimensión profunda de mi ser, ha ocurrido un enorme cataclismo, un deslizamiento o un derrumbe de grandes proporciones del que ignoro a ciencia cierta sus causas e incluso su magnitud exacta, pues hasta mi conciencia han llegado apenas los ecos, las réplicas remotas, de algo ocurrido en otra dimensión. Queda, sin embargo, en el ánimo, la fuerte sensación, la certeza, de haber sobrevivido a un gran cataclismo. Con esta impresión he vivido durante el día de hoy

lunes, febrero 13, 2006

ARTES (Los días y sus dones, 1980-2001)


“Nena, si te atreves a preguntarlo, es porque nunca vas a llegar a conocer la respuesta” (Louis Armstrong, a una periodista que le preguntó qué es el jazz.)
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El jazz recrea una experiencia individual, la epopeya de la libertad expresiva; en la música tropical domina el espíritu tribal de la pachanga; se trata, pues, de una música esencialmente colectiva.
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El arte consiste en jugar con las leyes.
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En la radio, tres jóvenes y brillantes actrices (de una sola de ellas podría mencionarse su hermosura) discuten la forma de llevar público a las salas… Hablan de la enajenación y las leyes del mercado, del hecho artístico, del texto y el contexto y cuántas cosas más, pero nada del placer, nada del gozo y del misterio, nada de entregar y compartir…
***
El mismo poder generador que mantiene vivo al mundo, se manifiesta en la voluntad creadora del artista.
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A diferencia del trance religioso o místico, la experiencia estética no suele ser aterradora, sino profundamente placentera.
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De Kandinski a Tarkovski, de Kundera a Pessoa, este es el secreto de todo el gran arte de la modernidad: ante el vacío del discurso religioso, erigir, encarnado en la obra, un destello de sentido…
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El “performance” pone en entredicho la dicotomía entre “vida” y “representación”. Por eso los “performers” son personajes en sí mismos.
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Otra diferencia entre el arte y la política, es que cuando un nuevo artista se anuncia, los demás se alegran.
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Organicidad, coherencia, verosimilitud. La organicidad de una obra artística, su coherencia y consecuencia con las leyes que la sustentan, la definen o la delimitan… Una vez establecidas las "reglas del juego", los criterios de verosimilitud, los "parámetros de su realidad interna", la obra ha de ser conse­cuente con ellos, a riesgo de fenecer, de partirse, de quebrarse.
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El valor de la sorpresa, de lo inesperado, en el goce estético.
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El artista siempre apela a la complicidad.
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No se trata de adornar la obra con enigmas retóricos, sino que la obra misma sea un misterio, un enigma.
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La horrible paradoja de quienes se conmueven hasta las lágrimas con una pintura de Van Gogh o con un soneto de sor Juana, pero son insensibles a quienes los rodean.
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En las artes, desde la "marginalidad" es espantosamente fácil caer en la auto­complacencia.
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El arte siempre como ofrenda, sino ¿para qué?
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No hay que renunciar nunca –¡por ningún motivo!–, a la idea, a la esperanza, a la ilusión de que el arte puede hacernos mejores personas.
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Los pensadores esotéricos, como los políticos totalitarios, los arzobispos y censores, pontifican sobre lo que debe ser el arte. A todos hay que ignorarlos por igual. El creador se compromete antes que nada con su arte, que es una manera de comprometerse con la vida y con los demás.

viernes, febrero 10, 2006

JÜNGER Y LOS BOMBARDEOS ALIADOS

En sus “Diarios de la II Guerra Mundial”, el escritor alemán Ernst Jünger se refiere a los bombardeos realizados a partir de 1943 por la aviación aliada sobre las ciudades alemanas. En muchas ocasiones estos bombardeos se realizaron con fósforo líquido y sobre ciudades habitadas enteramente por población civil. Por su descripción, cabe concluir que el fósforo líquido es el antecedente directo del napalm: una sustancia inflamable que, una vez que toca un cuerpo, no puede desprenderse de él... Nadie sabe con certeza cuántas personas murieron en aquellos bombardeos, pero se estima que solo en la ciudad de Hamburgo murieron en una noche cerca de 200 mil. Algo similar ocurrió después, cuando los aviones norteamericanos lanzaron miles de bombas incendiarias sobre Tokio, borrándola del mapa junto a más de 100 mil de sus habitantes, para no hablar aquí una vez más de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki... Estos horrores son conocidos, aunque no tanto como las atrocidades del bando opuesto.
Desde siempre hemos tenido por incuestionable la superioridad de la causa aliada, pero a la luz de estos hechos, surgen algunas preguntas.
No pretendo poner en entredicho el carácter abominable del nazifacismo como ideología, ni tampoco el hecho de que la agresión militar surgió de los ejércitos alemán, italiano y japonés, y por tanto, que los demás pueblos de la Tierra tenían el derecho y el deber de defenderse hasta las últimas consecuencias... Ciertamente el desprecio de la vida humana y de muchos otros valores que consideramos el fundamento de nuestra civilización, encontraron en los gobiernos y ejércitos amparados en aquella ideología una expresión hasta entonces desconocida... Sin duda, el asesinato de millones de inocentes consumado con frialdad y cinismo en los campos de exterminio, resulta monstruoso, incomprensible y desolador... Tampoco discuto nuestra deuda con los millones de seres humanos que ofrendaron su vida para salvar la democracia y otros valores sobre los cuales se edifica nuestra convivencia.
Pero, si la causa que ahí se abanderaba me resulta, como dije, justa y superior, ¿estuvieron a su altura los métodos y medios empleados para defenderla? ¿Hay alguna diferencia –y si la hay, cuál es–, entre el horror de los campos de exterminio y el bombardeo ilimitado y masivo sobre ciudades enteras habitadas por población civil? Los aliados sabían que en cada uno de aquellos bombardeos morirían decenas de miles de inocentes, pero los justificaron aduciendo que “desmoralizaban al enemigo”.
¿Se puede, entonces, matar inocentes en defensa de la justicia y de la libertad sin que estos principios o valores se degraden? Si la respuesta es negativa, tendremos que admitir que la superioridad ética de la causa aliada se perdió en el camino, puesto que ambos bandos actuaron con similar salvajismo.
Y si esto es así, entonces cabe preguntarnos ¿quién ganó la guerra? ¿Sobre qué está edificada nuestra actual convivencia, es decir, cuál es nuestro legado y de qué somos herederos?
Si, por el contrario, aceptásemos que “el fin justifica los medios” (o más matizadamente, que en ciertas circunstancias extremas, esto es así), tendríamos que asumir las consecuencias que de ahí se derivan... Pues entonces resultará difícil condenar muchos de los actos de terrorismo que hoy condenamos sin titubeo, y más difícil aún explicar a millones de personas y a decenas de naciones y pueblos cuya existencia está amenazada en este momento, por qué no es razonable ni justo que ellos recurran a todos los medios a su alcance para garantizársela...
Tal vez sí; tal vez debemos aceptar como un hecho terrible pero inevitable que, en circunstancias extremas, los fines que defendemos justifican el uso de cualquier medio... Pero entonces, ¿quién y cómo determinará cuáles fines son legítimos y cuándo son verdaderamente extremas las circunstancias? ¿Y qué hemos de hacer si, por una situación fortuita, resultamos nosotros en el bando de los que según otros deben morir, como ocurrió a los judíos que cayeron en manos de los nazis, a las mujeres, ancianos y niños de las ciudades japonesas y alemanas, o a los turistas y empleados de las Torres Gemelas?
De la misma forma como los vencidos en aquel conflicto han debido realizar un profundo y doloroso examen de lo ocurrido, los vencedores deberían abandonar su comodidad y conformismo éticos y hacer otro tanto.
En lo que a todos los demás respecta, creo que debemos asumir que, entre los sacrificados en defensa de la democracia y de los valores que consideramos el fundamento de nuestra civilización, debemos contabilizar también a los cientos de miles de niños y mujeres y ancianos y hombres inocentes que murieron calcinados en las ciudades japonesas y alemanas durante los bombardeos aliados...
Esa deuda con la verdad, con la justicia y con la historia continúa pendiente, y asumirla y honrarla haría mucho bien a la conciencia de todos los pueblos que se vieron involucrados en aquel torbellino de horrores... “La verdad os hará libres”.

FLORES PARA UNA JOVEN JAPONESA Y UN NIÑO ALEMAN
MUERTOS EN LOS BOMBARDEOS (1943-45)

Nadie les preguntó si estaban de acuerdo
en ofrendar su vida por la libertad
la democracia la justicia
y otras palabras que ellos
nunca oyeron

Eran niños y sus cuerpos
de repente
ardieron

Sombras

Sus vidas fueron cortas
Sus risas las recuerdo

miércoles, febrero 08, 2006

AMOR (Los días y sus dones, 1980-2001)

AMOR
En el amor, tanto o más importante que los “cuántos”, son los “cómos”.
***
No se puede pelear contra el Dragón y amar a la princesa al mismo tiempo.
***
No hay nada que nos haga más desdichados, que la infelicidad del ser amado.
***
La dicha que nos produce encontrar en el ser amado, cosas que nadie más sospecha ni imagina.
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La verdad superior del amor es esta: un mundo sin odio es perfectamente concebible en nuestra imaginación, no así un mundo sin amor, puesto que el mundo mismo es producto del amor entre los átomos, las moléculas, los distintos elementos…
***
Uno puede amar desde la tristeza, desde la alegría, y quizás también desde el odio. Estos sentimientos permean al amor, le brindan una plata­forma desde la cual lanzarse al mundo.
***
Y bueno… Ese otro asunto tan espinoso, tan postergado, de la soledad. No la elegida, sino la puta, la indeseable, la que cae del cielo en las noches sin sueño… Nunca lo había visto con tanta claridad: no basta con andar poniendo caras tristes, ni con mirar a las chavalas con ojos de niño abandonado… Imposible no estar solo sin ceder; imposible no estar solo sin hacer nada para dejar de estarlo: si no me quiebro, si soy incapaz de darme, de exponerme, de entregarme, seguirá la misma cosa, el mismo sitio, el mismo asedio…
***
Lo más difícil de aceptar es que ninguna relación humana, por intensa, profunda o apasionada que sea, resolverá los problemas de tu vida –en especial, el problema básico de darle sentido.
***
El amor basta mientras basta el amor.
***
…y mirando atónitos las ruinas, los despojos, nos preguntamos: ¿qué sucedió? ¿Cómo permitimos que pasara esto?
***
El amor es una experiencia límite, en las fronteras del lenguaje.
***
Experimentaba una necesidad de ser querido y una capacidad de entrega tan grandes, que ante ellas sólo cabía resistirse, pues sentía que hacer otra cosa equivaldría a la aniquilación.
***
En el amor prestamos nuestro cuerpo a las fantasías del otro.
***
Vivir una historia de amor es domar un potro salvaje: lo que nos subyuga es su resistencia a nuestros deseos, lo que tiene de impredecible. Sin embargo estamos compelidos a domesticarlo, y una vez que lo hacemos, descubrimos que el animal perdió su interés y dejó de fascinarnos.
***
Cuando amamos descubrimos no tanto al otro como a nosotros mismos.
***
Del "amor imposible" como única eternidad posible del amor.
***
El tiempo del amor, como el de la conciencia, no es lineal ni cronológico.
***
Se desvanece la vivencia del amor como algo lacerante, desgarrado y angustioso, y emerge progresivamente la alegría de entregar y compartir.
***
De los sentimientos que al cabo del tiempo comienzan a aflorar en las relaciones amorosas: los pequeños resentimientos, los escurridizos celos, la ansiedad, los reproches que se callan o expresan, no sé qué me molesta más: si los sentimientos mismos o el tomar conciencia de ellos: constatarme a su merced, presa, contra la propia voluntad y a contrapelo de convicciones y deseos, de su pequeña máquina infernal.
***
Enamorarse es ser-para-ella: no se es plena­mente sino cuando estás a su lado, en su campo de visión, cuando te habla o te escucha. Entonces todo es real, corpóreo, auspicio­so, y ves con claridad que lo que los otros llaman "vida" no es más que un torpe simulacro, una mala copia al carbón. Luego, en el vacío de la separación, el mundo pierde sus contor­nos, uno mismo se desdibuja, desaparece. Entonces "la vida de los demás" se te muestra con su terrible solidez y consistencia; es una vida pobre, pero real...
***
No hay respuesta psicológica posible al enigma del amor, pues su clave está inscrita en otro plano, más sutil y más elemental a la vez.
***
…Y ahí tenías a dos idiotas haciendo todo lo que no querían, en nombre del amor…

martes, febrero 07, 2006

AFORISMOS (Los días y sus dones, 1980-2001)

AFORISMOS
Los aforismos son lectura de sanitario. En ningún sitio, como en la intimidad del retrete, despliegan tan bien su encanto ni cumplen mejor su cometido.
***
Estas notas hacen más real, más verdadero, mi "diálogo interior".
***
Me desquito con el pensamiento aforístico: toda mi vaguedad se concreta aquí.

jueves, febrero 02, 2006

ADICCIONES (Los días y sus dones, 1980-2001)

ADICCIONES

Soy un adicto del vicio vano del arrepentimiento.
***
Contra lo que me rebelo, y termino transformando en agresividad, es mi propia dependencia de las mujeres.
***
Vivía pidiendo un amor que no estaba dispuesto a recibir…
***
Te hago sufrir y te consuelo, y a eso llamamos sublime.

martes, enero 31, 2006

ABISMO (Los días y sus dones, 1980-2001)

ABISMO


Era el centro de un mundo vacío, en donde no había, no cabía, no vivía nadie más.

***
El Gran Bostezo que todo lo devora y nada perdona, la inefable garra del hastío, de la que huir resulta a veces imposible.

***
He llegado a ser un maestro en la cualidad patética de vivir siempre en estado de crisis.

***
Odiaba la belleza del mundo, mataba pájaros por vanidad. Me sentía turbio, poseso; sucio de rabia, asqueado de realidad.

***
El terrible dolor de ser incapaz de entregarle a los seres que amás, ninguna otra cosa que tu mierda.

***
Despierto –pero no quiero, no puedo terminar de despertar–, en plena madrugada, con un nudo terrible en la garganta; es una sensación casi dolorosa –físicamente–, algo espeso, concreto y azul, bien localizado en la garganta. Y es toda la tristeza que no sé cómo sacarme.

***
Un tipo en plena crisis sicótica me aborda en la calle. De su desbocada charla, entresaco dos frases: · “Si en Costa Rica había trenes y tranvías, fue por las canas de mi abuelo…” “En mi religión no existen los cementerios.”

***
A menudo encuentro a Vera, indigente de edad indefinible y con el cerebro quemado por el “crack”, mendigando por las calles de San José. Por lo general se dirige a los viandantes con un desenfado agresivo: “Regáleme algo para comer. Regáleme algo, tengo hambre.” Otras veces habla a gritos, mientras camina por el boulevard: “¡Qué rico! Acabo de comerme un casado, estoy llenísima y ya pagué el hotel.” El Viernes Santo la encuentro hecha un ovillo en un rincón de la ciudad desierta, llorando como una niña. “¿Qué le pasa?” “Debo cuarto y no tengo para pagar”. Vuelve a llorar, y ese llanto de una mujer que ha pasado por todo, es más terrible que cualquier otro y me acuchilla.

***
Para aquél hombre (Puerto Barrios, Guatemala) el mundo era un lugar incomprensible, de donde venían palos y garrotes sin que él llegara nunca a entender razones o motivos.