Definitivamente alguien nos ha cuenteado. Porque no, no es lo mismo... Desde siempre me hicieron creer que había una expresión bíblica –para más señas, una expresión de Jesús–, que decía: “El que no está conmigo está contra mí” (o contra nosotros, da igual). Recuerdo bien que en épocas de la Guerra Fría, unos y otros la utilizaban –explícita o embozadamente– para legitimar o consumar ese espantoso chantaje moral que los dos bandos ejercieron. “El que no está conmigo está contra mí”. O sea: no tenemos opción... Si queremos ser buenos chicos tenemos que firmar contrato a ciegas y ad eternum con usted, señor redentor del mal. (¿Verdad que ya no sorprende que ambos utilizaran exactamente el mismo argumento?)
Pues no. Revisando los Evangelios, resulta que la expresión de Jesús es muy diferente: “El que no está en mi contra, está conmigo.” Tan diferente es, que resulta cabalmente lo opuesto.
La primera afirmación es excluyente y lo coloca a uno en una disyuntiva: si no te doy mi adhesión (explícita, incondicional y eterna) te convertís automáticamente en mi enemigo. La segunda, por el contrario, es incluyente hasta el extremo de sugerir que solo aquellos que se coloquen conciente, abierta y declaradamente en mi contra, no están conmigo. Todos los demás –sabiéndolo o ignorándolo, queriéndolo o no–, están conmigo...
¿No es lo mismo, verdad?
Pues no. Revisando los Evangelios, resulta que la expresión de Jesús es muy diferente: “El que no está en mi contra, está conmigo.” Tan diferente es, que resulta cabalmente lo opuesto.
La primera afirmación es excluyente y lo coloca a uno en una disyuntiva: si no te doy mi adhesión (explícita, incondicional y eterna) te convertís automáticamente en mi enemigo. La segunda, por el contrario, es incluyente hasta el extremo de sugerir que solo aquellos que se coloquen conciente, abierta y declaradamente en mi contra, no están conmigo. Todos los demás –sabiéndolo o ignorándolo, queriéndolo o no–, están conmigo...
¿No es lo mismo, verdad?