La venada cola blanca saltó ante mí
como un suspiro
y solemne en el centro
del camino
el enorme sapo me miró
sin parpadear
Ávidos los verdes
y los hongos festejaban
su próxima resurrección
Como una viuda grácil
la niebla del barranco ascendía
vestida de blanco
y por un instante breve e infinito
fui una onda de agradecimiento expansivo
enlazándose con todo
lo demás