En San
Francisco, California, vi una vez a un lustrabotas que se recogía para rezar
antes de iniciar su jornada de trabajo.
En el mercado de
Coyoacán, México, me conmovió hasta las lágrimas un viejo mendigo que silbaba
para que la gente le diera dinero.
Ahora me llena
un silencio gozoso y pido la palabra.
(2012)