Para don Paco Amighetti
Hasta el barrio donde vivo
llega a veces,
en las noches veraniegas,
el marimbero
cargando su instrumento.
¡Qué solitario su caminar
por el frío,
ofreciendo canciones
por una moneda!
¡Qué dulces quejidos
le arranca a las teclas,
y qué hondo resuenan éstos
en mi corazón de niño!
Sus zapatos gastados,
su cuerpo vencido,
el marimbero
alegra la noche veraniega
y guarda su tristeza
hasta que vuelve a casa,
donde lo espera siempre
una cena fría.