Toro alado. Origami de Daniel Naranjo
Entre un pájaro espantapájaros y un toro suicida se
teje el dolor de mis quebrantos. El toro no soporta la belleza del pájaro, pues
lo hace sentir monstruoso hasta el suicidio; el pájaro está escindido entre el
deseo de plenitud y una oscura idea del deber que lo ata, y es así como siendo
pájaro, es también espantapájaros.
Pero yo
soy el toro, soy el pájaro y el espantapájaros.
Soy
toro, búfalo y bisonte: La energía de la tierra me atraviesa y, como el gran
toro que pintó Picasso en el Guernica, tengo el culo abierto y mi agujero
expuesto, pero también mi verga poderosa y buena, pura como la tierra y como el
viento. Soy el toro por siempre enamorado de la luna. Junto al río rasgo la
arena hasta estampar mi huella. Casi naranjas mis ojos, el vaho de mi aliento
brilla en la noche de búhos y estrellas, mientras cometas chisporrotean por el
cielo.
Y soy
el pájaro partido en dos, escindido entre el deseo de belleza, plenitud, libertad y goce, y la condena que me ata a la
muerte del deseo. Preso de espaldas a la dicha, hermano de mi enemigo,
condenado por la antigua bula que sentencia: “¡Jamás serás mío!”
Hoy pájaro
rompo mi cadena y mi condena, la maciza torre se desploma hecha añicos. Libre
por fin el toro vuelo hacia el pájaro y juntos avanzamos hacia la enredadera de
frutos y dorados caminos.
Pájaro y toro por fin
unidos.
(1997)