jueves, mayo 30, 2024

PRÁCTICAS DE TIRO

 


Cuando me pregunté qué podría decir esta noche en la presentación de este libro pensé que resultaría una tarea difícil, luego de haber publicado durante los últimos cuarenta años una buena cantidad de libros en casi todos los géneros, pero tras una breve reflexión me di cuenta de que no sería así.

            La razón es muy sencilla: este es un libro completamente diferente de todos los que he escrito.

            No lo es, por cierto, por el género de su contenido, pues se trata de cuentos bien ajustados al canon; tampoco por los subgéneros que aborda ni por su estilo.

Como en todos mis libros de cuentos hay en este una mezcla de cuentos fantásticos y realistas, entendiendo aquí lo fantástico en un sentido algo anticuado, es decir, cortazariano y en algunos casos borgiano, y no en el que hoy tiende a imponerse entre los lectores, que prefiero llamar “fantasía”: héroes y heroínas con poderes mágicos o sobrenaturales que viven aventuras en tiempos lejanos, vampiros, zombis, monstruos, etc. No desprecio esta literatura, pero no termino de conectar con ella.

Si hablamos de lo fantástico, lo mío es la irrupción de lo inesperado, incluso de lo inexplicable, en el orden de lo que habitualmente entendemos por cotidiano y real.

En cuanto al estilo o como quiera llamarse, supongo que con los años, con las décadas de trabajo, uno va encontrando o depurando el suyo.

Sin pretensiones de ningún tipo, yo apuesto por la claridad y por la sencillez del lenguaje. Creo que las ideas más complejas y las imágenes más elaboradas, pueden y deben plasmarse con palabras claras de uso cotidiano, nada rebuscadas. Ellas tienen que alcanzarnos para dar cuenta de la complejidad de la experiencia humana. Eso sí, para lograrlo es necesario un esfuerzo de depuración y de síntesis, pues casi siempre lo rebuscado es solo una máscara detrás de la que ocultamos nuestra confusión o nuestra incapacidad.

En estos aspectos, Prácticas de tiro se parece a mis anteriores libros de cuentos, y ojalá los supere en algún sentido, pero eso no soy yo quien puede ni debe decirlo.

En lo que es totalmente diferente, es en la forma en que los cuentos fueron escritos.

Prácticas de tiro es el resultado de dos talleres de creación literaria que impartí en los años 2020 y 2021 a los que llamé “La palabra habitada” y “La imaginación poética”, respectivamente.

Estos talleres, a su vez, son el resultado de todo mi aprendizaje y mi trayectoria como escritor de textos de ficción. Los talleres fueron (y son) completamente distintos uno del otro, ambos respondían a diferentes premisas y proponían distintos ejercicios o “prácticas de tiro”, aunque partían de los mismos principios o postulados generales, a saber: el valor del juego, el poder de la imaginación y la estimulante riqueza de lo aleatorio.

No pretendo haber descubierto el agua tibia ni creo aportar algo nuevo cuando destaco estos principios en la creación literaria, tan solo digo que los ejercicios y prácticas que realizamos en los talleres se los tomaban muy en serio.

Al escuchar esto, algunos entendidos y amigos que me conocen probablemente pensarán en el grupo literario Oulipo, “Ouvroir de littérature potentielle”, y tendrán razón.

Llegué a conocer este grupo literario, integrando por escritores como Italo Calvino, Raymond Queneau y mi admirado y amado Georges Perec, entre otros, cuando despuntaba mi madurez, al borde de los cuarenta años, y encontré en él muchos vasos comunicantes con escritores emblemáticos de mi juventud, sobre todo con Julio Cortázar.  Al final de cuentas, tanto Cortázar como los escritores de Oulipo están marcados por su época, una época de ruptura, cambio y experimentación en la cultura occidental.

Otra influencia determinante que marcó la orientación de estos talleres y de mi vida intelectual adulta, es el Círculo de Eranos, en el que grandes eruditos y eruditas se reúnen anualmente para intercambiar sus investigaciones sobre la naturaleza del símbolo y su vínculo con las religiones, el mito y la literatura. Investigadores como Mircea Eliade, Joseph Campbell y Gilbert Durand, entre muchos otros, han aportado durante décadas sus reflexiones a esta discusión apasionante, en la que me interesé desde joven y profundicé en mi adultez. Menciono estos antecedentes no por presunción sino por honestidad.

Los ejercicios planteados en los talleres a los que me refiero tenían como punto de partida mis lecturas y mi comprensión de esta rica vertiente del pensamiento contemporáneo. Por ello, juego y simbolismo, mito y religión, imagen y proceso, conciencia y azar, son algunos de los polos que articulan y tensionan los argumentos de los cuentos.

Quisiera creer que en algunos asoma también una sonrisa compasiva e irónica sobre nuestra pobre, precaria y sufrida humanidad.

Yo mismo fui realizando los ejercicios que proponía en los talleres, y los resultados de mis prácticas están reunidos en este libro.

Los cuentos incluidos en mis anteriores libros surgieron de manera más o menos espontánea como elaboraciones de mi imaginación, mi memoria y mi deseo frente a lo visto, lo escuchado, lo vivido y lo leído. En estos la imaginación fue provocada, estimulada o desatada con consignas o premisas disparadoras del proceso creativo.

Podría pensarse que por ello estos cuentos son menos personales y dicen menos de quien los escribió, pero ningún libro refleja mejor que este los temas y motivos de mi vida, aunque también aparecen algunos nuevos, particularmente la pérdida, la decrepitud y el envejecimiento, como no podría ser de otra manera.

Poco importa que para escribir estos cuentos me haya valido de trucos o disparadores. El mecanismo creativo fue aquí totalmente impersonal, pero el resultado es profundamente personal.

Si mi experiencia tiene alguna validez, esto debería darnos qué pensar acerca de lo que entendemos por “personal” y “subjetivo”, en otras palabras, sobre esa ilusión necesaria pero aterradora que llamamos “yo”.

(Palabras en la presentación del libro, Centro Cultural de España, San José, Costa Rica, 29 de mayo de 20024).