La brisa acarició mi cara
y el cielo inflamó mis pulmones;
El sol dilató mis poros
y la acidez y la dulzura de la tierra
me estremecieron;
Mi piel se erizó de gozo
con la caricia del agua;
Conocí el amanecer del abrazo
y la tristeza del crepúsculo;
la liviandad de la risa
y la pesadumbre del llanto.
Descifré el canto de las aves
y le hice coro a las cascadas.
Acompañé en su vuelo a la luna
y en sueños
me asomé al misterio;
El amor trastornó mis días
Y en los ojos del hijo
me abismé
en el espejismo del tiempo.
He vivido
y la belleza seguirá
cuando me haya ido.
Ese consuelo me llevo.