Mirá tu rostro
Tembloroso en la gota
Y atrás el cielo
¿Cuánta complejidad cabe en diecisiete sílabas? ¿Cuánta belleza? Este es el desafío del haikú, tal y como lo entiendo y lo intento ahora.
¿Pero acaso belleza y complejidad se corresponden?
Quisiera pensar que sí, que ambas responden a la interacción armónica de diferentes planos, niveles u órdenes de la realidad: cielo/tierra; objetivo/subjetivo; tiempo/espacio; naturaleza/sociedad; vegetal/mineral; superior/medio/inferior; estaciones del año/tiempo subjetivo; masculino/femenino, etc., etc. etc. Belleza y complejidad como interpenetración de lo que experimentamos como ontológicamente distinto, pero que es contenido o armonizado por un orden que se nos revela, aunque no podamos explicarlo ni racionalizarlo.
Cada línea del haikú contiene una imagen o una idea completa que interactúa por roce, por contigüidad, por oposición o por contraste con las otras dos.
La ubicación espacial de cada imagen (arriba/centro/abajo) es parte integral de la concepción del poema y contribuye a su significado.
La mirada, la emoción o el pensamiento reflexivo –es decir, el sujeto humano- siempre está presente, implícita o explícitamente.
De esta forma, la suma de las tres imágenes sugiere o insinúa una visión del mundo o una idea que trasciende la suma de las partes/versos/imágenes.
Por otro lado, me parece distinguir, desde el punto de vista de su construcción o su funcionamiento interno, al menos dos tipos de haikús: aquellos en los que una sola energía, originada en un verbo, recorre el poema y lo impulsa hacia su desenlace o su culminación:
Por otro lado, me parece distinguir, desde el punto de vista de su construcción o su funcionamiento interno, al menos dos tipos de haikús: aquellos en los que una sola energía, originada en un verbo, recorre el poema y lo impulsa hacia su desenlace o su culminación:
En la alborada
Escucho el viento soplar
Y vuelo lejos
(Irónicamente, hay aquí hasta tres verbos: "escucho", "soplar y "vuelo"; no obstante, es la energía del viento que sopla lo que atraviesa el poema y lo impulsa hacia el salto al vacío final...)
El otro tipo de haikú funciona más bien por la adición de tres imágenes, cada una contenida en sí misma, cada una con su propia energía. Su seguidilla o concatenación desemboca en una especie de vacío, una suerte de silencio como efecto final:
Primeras lluvias
Copulan abejones
¡Dicha inmensa!