Humedad
secreta que fluyes en lo oscuro, encuentra tu camino hacia lo hondo y profundo,
escúrrete entre las ruinas cavernosas, las derruidas sombras de la tierra, y
horada, con la perseverancia que te caracteriza, el camino hacia la luz.
Humedad
lechosa que flotas y te espesas en el umbral del alba, elévate una vez más hacia
lo alto y precipítate en las tardes sin fin, para deslumbrarnos con
la lluvia y su misterio elemental, siempre renovado.
En
ese fluir, en ese recorrido incesante se gesta y circula la vida. Por eso digo
que eres el rostro más sutil de Dios. Pero Dios tiene muchos rostros.
Incluso
cuando te encarnas en lo humano te asemejas a Él, vestida de rojo en forma de
sangre o en la infinitamente sutil sequedad de la lágrima, la blancura tímida
del semen o la secreción de la vagina ardiente en el umbral del placer.
Te
celebro, hermana. En esta página testifico tu tenacidad de río, tu hondura de
océano y tu delicia de remanso.
¿Cómo,
de ser apenas sospecha en la bruma, llegas a tanto? ¿Qué ocurre para que el
vaho se materialice y tome forma de salto? Ese es tu misterio, ese es tu
secreto y por eso nos rendimos y te reverenciamos.
De El diccionario interior.