lunes, abril 30, 2007

MÉTODO INFALIBLE PARA DESENMASCARAR A EMBAUCADORES

Revoltoso, indiferente o despistado, durante años me ha tocado darle vueltas al asunto de la imagen audiovisual y las palabras, todo para no llegar a nada claro o, lo que es lo mismo, a ninguna conclusión, pues las conclusiones posibles son tantas que terminan contradiciéndose entre sí... Hay quienes dicen que las palabras nos liberan y las imágenes nos someten y hay quienes dicen lo contrario; hay quienes señalan la inmediatez de la imagen audiovisual en contraposición con el carácter mediato de la palabra escrita, para derivar de ahí la “calidez” y “frialdad” de los distintos medios; hay quienes enfatizan la continuidad en el tiempo del discurso audiovisual para desprender de ello que, ante él, tenemos menos posibilidad de distanciarnos para reflexionar, etcétera.

Pero, si en el curso de los años no he podido concluir nada en firme acerca de los medios de los que nos valemos para expresarnos y comunicarnos, en cambio si he alumbrado algunas conclusiones acerca de quienes nos valemos de dichos medios para hacerlo... He aquí algunas:

1) En todas las sociedades humanas, ha habido y hay seres que exploran el mundo (y en esa medida “buscan la verdad”) con todos los medios disponibles a su alcance: la palabra oral, la palabra escrita, la imagen pictórica, la imagen audiovisual...

2) En todas las sociedades humanas, ha habido y hay seres que inicialmente exploran el mundo o buscan la verdad con todos los medios a su alcance, y dándose por satisfechos o creyendo haberla hallado, se convierten en seres que ya no exploran ni buscan, sino tan solo repiten y se repiten con todos los medios disponibles a su alcance.

3) Las personas suelen no percatarse del momento en que les ocurre esto, y de ese modo el arte y la ciencia, de un lado, y la propaganda y la ideología, del otro, suelen estar, en la práctica, inextricablemente entrelazadas.

4) En todas las sociedades humanas, ha habido y hay también seres que deliberadamente manipulan y mienten con todos los medios disponibles a su alcance. Esto lo hacen de manera más visible y sistemática quienes están en las posiciones socialmente preeminentes o dominantes; quienes no ocupan tales posiciones, no dudarán de hacer lo mismo tan pronto logren su objetivo de desplazar a quienes las ocupan hoy.
Alguien podría considerar mis conclusiones como desalentadoras, pero todo depende de dónde pongamos los énfasis. Por mi parte, prefiero destacar el hecho de que en todas las sociedades hay seres que exploran el mundo –y en esa medida “buscan la verdad”– con todos los medios disponibles a su alcance. En sentido amplio, esos son los artistas, aunque también los científicos y los místicos hacen lo mismo.
Sin embargo, aunque aspiran a lo mismo, arte, ciencia y mística toman caminos diferentes. Así, el arte no pretende tener validez universal sino tan solo desplegar una verdad única y particular, sin ninguna posibilidad de generalización (aunque al final de cuentas todos nos veamos reflejados en ella), en tanto la ciencia enuncia verdades que se pretenden universales pero que por definición son tentativas y provisorias. El arte nos propone casos o ejemplos en tanto la ciencia nos ofrece el resultado de series estadísticas. La exploración del místico es una suerte de anulación del mundo: aniquilar lo evidente/aparente, incluyéndose a sí mismo, para que resplandezca la realidad más substancial: Dios o la Nada. El científico procede por adición; el místico lo hace por sustracción. El artista es siempre casuístico.
La mística, la ciencia y el arte nos ofrecen refugios provisorios, temporales, mínimos, o mejor aún, constituyen rutas por las que cada uno de nosotros puede transitar personalmente para descubrir el mundo y descubrirse a sí mismo, pero de ninguna manera nos ofrecen una salvaguardia contra la precariedad intimidante de la condición humana, siempre amenazada por los fantasmas del tiempo, la enfermedad y la muerte. Los mojones que nos señalan la ruta en estos caminos están construidos con imágenes y con palabras. De la misma forma, palabras e imágenes son el señuelo de que se valen quienes día a día nos prometen la dicha eterna, el hartazgo permanente o el bobo olvido...
Esos son los mentirosos, los embaucadores. Y así de fácil es reconocerlos.

lunes, abril 09, 2007

FELICIDAD (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

La mejor forma de ser humano es ser feliz.
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Solamente inscribiendo nuestro bienestar dentro de un proyecto que lo comprehenda y lo trascienda, es posible la felicidad.
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Construimos nuestra desdicha con rigor matemático. Luego, con el mayor descaro, se la endilgamos a Dios, a la fatalidad, a lo que sea.
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A veces no solo uno es infeliz, sino que además se siente culpable por serlo.
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Cada uno de nosotros busca a su modo la felicidad. Pero que nadie espere las gracias –ni aplausos– por el intento.
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¿Qué es lo que nos lleva a repetir, una vez tras otra, aquellas cosas que nos hacen infelices? Acaso la sospecha de que ahí, en algún punto del camino que nos conduce al error, se encuentra la clave, el secreto de nuestra felicidad...