viernes, septiembre 26, 2008

MASCULINO (Los días y sus dones, 1980-2001)

En nuestra sociedad, la desconección emocional es un rasgo masculino.
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Nada más turbador e inquietante para los sólidos machos sin fisura, que un hombre capaz de contener e incorporar lo Femenino.
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Ahora me resulta claro que la fijación machista con el coño, con el agujero femenino, responde a la necesidad de taparlo, sellarlo o silenciarlo, pues su eterna disposición a la abertura, su virtual insaciabilidad, es vivida como un desafío insostenible y experimentada como el fracaso del falo.
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Tarde sin lluvia de invierno y yo aprovecho para caminar por San José. En sentido contrario, se acerca una mujer bellísima. Al cruzarnos, me derrito: “¡Es usted hermosísima!” A media cuadra de ahí, un tipo observa la escena. Sigo mi marcha y, cuando llego donde él, me resulta imposible no compartir mi asombro: “¿Vió que maravilla?”, exclamo. “Una mujer así deja sin aliento a cualquiera”. Los pequeños ojos cafés del tipo asienten, pero en lugar de coincidir, me dice: “Estaba linda, sí, pero cuando pasó por aquí, el viento le pegaba el vestido a la entrepierna y se le veía tamaño bulto ahí. Parecían trapos; de seguro andaba con la regla…” Toda mi incredulidad debe asomar a mi rostro, porque el tipo se siente obligado a agregar: “No, estaba bonita, sí. Pero ese problemita lo tienen todas, ¿verdad?” Y antes que yo pueda decirle nada, da media vuelta y se larga.
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El padre que viola a su hija y ve a su madrecita como lo más sagra­do: eso es cultura patriarcal.
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Machismo es la sensación, más o menos confusa, de que después del encuentro amoroso las mujeres deben agradecerte.