domingo, febrero 19, 2017

DOS


- Que vender esperanzas sea uno de los mejores negocios que existen revela hasta qué punto vivimos en un mundo donde reina la desesperación.

- Hablando de circunstancias que nos determinan. La primera (y sin embargo, a menudo la menos evidente) es nuestro organismo. Solo quienes nacieron con una condición que difiere de la norma o cayeron en algún momento de su vida en esta condición, lo tienen claro, pues lo experimentan cada día. 

jueves, febrero 09, 2017

CAER

Tengo la sensación de haber caído infinidad de veces. Tengo la sensación de que mientras caigo, floto. Algo de mí queda en suspenso mientras estoy cayendo. Algo me mira caer mientras reacciono. Se solaza. Se desprende de mi caída. Cuando caigo, soy una sábana sacudida por el sol. Me inflo. Vibro. Me desdoblo y me suspendo. (Me maravilla la lentitud de las caídas en el recuerdo, pero me aterra su virulencia y rapidez en la realidad. El contraste entre ambas cosas me desconcierta.)


Caer es una acción manchada por la duda y por la vergüenza. Uno nunca sabe a dónde va ir a parar (¿a lo más bajo? ¿Al fondo?) Cuando caigo, contengo el aliento, dejo de respirar. ¿Será por eso que todo permanece en suspenso? El mundo se desploma cuando caigo. Nada está en su sitio y todo puede suceder. Por eso, más allá de los raspones y de las magulladuras, cada caída es una conmoción de la que me toma tiempo reponerme.
¿Qué perdemos durante una caída? Cuando caigo pierdo la compostura, pierdo la verticalidad. Y maldigo mientras me hundo en el abismo, porque vuelvo a ser un animal indefenso, anterior a mi nombre y a todo lo que me ata y me da solidez. Cuando caigo, soy menos que un niño, menos que una piedra. Vuelvo a la temida nada, donde soy del vacío. Por ello, más difícil que caer uno mismo, es ver caer a un ser querido.





miércoles, febrero 08, 2017

Importancia de las palabras

No es lo mismo firmeza que inflexibilidad, ni satisfacción que vanidad. Cabe ser firme en cuanto a lo que es importante para nosotros, pero otra cosa muy distinta es ser inflexible, pues casi siempre, para lograr aquello que nos proponemos, es preciso ceder en  aspectos secundarios, dar rodeos, negociar sin perder de vista el objetivo, mientras que la inflexibilidad no permite nada de ello. Lo mismo en cuanto a la vanidad: sentir satisfacción por haber realizado o alcanzado algo por lo que nos hemos esforzado, es saludable y justo, pero envanecerse de ello es ridículo  y nos coloca al borde del abismo.