lunes, marzo 27, 2017

EL RIO QUE ME HABITA Y LAS PINTURAS DE PIETER BRUEGHEL

Hace como 15 años me contrataron por primera vez para elaborar “Historias de Vida”. En aquella ocasión tuve que entrevistar a dos personas de condición muy humilde que habían vivido situaciones de violencia para que me relataran pormenorizadamente su vida. Posteriormente fui contratado para hacer algo parecido con 15 personas residentes en la Zona Sur de Costa Rica. Y, hace pocos años, elaboré una docena de historias de vida de personas de todo el país. 
Estas experiencias cambiaron profundamente mi entendimiento de la literatura. Hasta entonces, mi fuente primordial de información era mi experiencia vital y la de unos pocos familiares, amigos y conocidos; después de esa mirada en profundidad sobre otras vidas, muy diferentes de la mía, mi información sobre la experiencia humana se multiplicó, y también mis posibilidades de fantasear e imaginar otras vidas.
Además de la información preciosa e invaluable que aquellas personas me confiaron, realizar esas entrevistas me dejó otra enseñanza para la escritura: al relatar nuestra vida, adoptamos una organización, una sintaxis narrativa singular. Pero también, y por sobre todo, el relato adquiere un ritmo, un fraseo particular.
El primer resultado de este largo aprendizaje es “El río que me habita”. Pero vendrán otros, espero.


De hecho, no más saliendo en España la primera edición de "El río que me habita", empiezo a escribir una continuación, con la intención de recoger y plasmar al menos algunas de las historias que se me quedaron en el tintero, algunas de las cuales me han acompañado desde hace décadas, sin que hasta ahora encontrara el contexto adecuado para verterlas. Pues el río Grande y Ciudad Real son, más que una novela, un mundo narrativo potencialmente infinito.
Entre las imágenes que vienen a mi mente cuando pienso en este mundo, se encuentran las pinturas de Pieter Brueghel, el Viejo, que me fascinaron desde que las vi por primera vez. Nada me gustaría más que tejer un tapiz narrativo como los de Brueghel, en cuyos lienzos confluyen centenares de personajes; ¿quiénes son? ¿A qué se dedican? ¿Se conocen entre sí? ¿Cuándo fue la última vez que tomaron una comida caliente? ¿Qué piensan del vecino? ¿Qué anhelan? ¿Cómo se ganan la vida? ¿Dónde pasarán esa noche?