Acaso, para completarse, tal “purificación del pasado” requiere al menos de otros dos elementos: la gratitud y algo que –a falta de mejor palabra– llamo “satisfacción”. De la misma forma en que la gratitud y el perdón son complementarios, lo son el arrepentimiento y la satisfacción. El arrepentimiento y el perdón nos redimen de la violencia sufrida o inflingida; la gratitud y la satisfacción nos reconcilian con los bienes recibidos y entregados.
Una bitácora del día a día, mes a mes, año a año, con textos incómodos o inconexos, de esos que no encuentran cabida en otro sitio, hasta que la muerte u otro bicho o alimaña se aparezca o nos separe... perecgeorges@gmail.com
viernes, junio 29, 2007
jueves, junio 21, 2007
Violencia, arrepentimiento, perdón, justicia.
Como una planta maldita, la violencia se reproduce entre nosotros. En nosotros. Nos alimentamos con sus frutos y, sin percatarnos apenas, la multiplicamos y reproducimos cada día. ¿Cómo librarnos? ¿Cómo purificarnos y no ser más sus semillas? Solo el arrepentimiento y el perdón nos libran. Estos actos, consistentes simplemente en ponernos en el lugar del otro, son formas de eso que hoy llamamos “empatía”.
Solo si comprendemos las consecuencias de nuestras acciones, colocándonos en el lugar de aquellos a quienes hemos violentado, nos libramos del círculo de la violencia. Solo si comprendemos las causas que llevaron a actuar así a quienes nos violentaron, nos libramos del círculo de la violencia.
Solo colocándonos en el lugar del otro cesa la violencia y se crean las condiciones para que surja la justicia.
Solo si comprendemos las consecuencias de nuestras acciones, colocándonos en el lugar de aquellos a quienes hemos violentado, nos libramos del círculo de la violencia. Solo si comprendemos las causas que llevaron a actuar así a quienes nos violentaron, nos libramos del círculo de la violencia.
Solo colocándonos en el lugar del otro cesa la violencia y se crean las condiciones para que surja la justicia.
jueves, junio 14, 2007
El Enterrador
Llegar hasta donde él no ha sido fácil: debí atravesar la Ciudad por la noche sin extraviarme.
Su rostro de color ceniza me impresiona. También me impresionan su pulcritud, su seriedad, su carácter reservado y distante.
Desentendiéndose del cadáver que aguarda a un lado, me explica con devoción la forma de preparar el mortero: tras calentar en el fuego la pasta , se amasa rítmica, prolongadamente con una mano, mientras la mano libre replica el movimiento semejante a una pulsación...
Su rostro de color ceniza me impresiona. También me impresionan su pulcritud, su seriedad, su carácter reservado y distante.
Desentendiéndose del cadáver que aguarda a un lado, me explica con devoción la forma de preparar el mortero: tras calentar en el fuego la pasta , se amasa rítmica, prolongadamente con una mano, mientras la mano libre replica el movimiento semejante a una pulsación...
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