miércoles, agosto 26, 2009

COLOFÓN NECESARIO

Colofón a lo anterior: Pero no olvidar que "las contradicciones desaparecen cuando las consideramos desde un plano diferente a aquél en el que tiene lugar la oposición", es decir, la oposición entre necesidad y libertad se desvanece al considerarla desde otro plano del ser diferente del nuestro. De modo que: "¿Por qué existe el ser y no la nada?" "Porque le dio la gana..."

lunes, agosto 24, 2009

NECESARIO

Si es cierto, como sugiere Simone Weil, que el criterio último para distinguir lo real de todo aquello que no lo es, es que en el mundo real la relación entre causas y efectos está regida por la necesidad (necesariamente habrá una colisión entre dos objetos que convergen en el mismo punto del espacio), entonces quizás podemos decir también que "lo real es necesario" o, más aún, que "el Ser es necesario." Y aquí nos damos de bruces con los límites del pensamiento: el Ser es necesario, sí, tal vez, ¿pero para qué? (el Tao que puede conocerse no es el eterno Tao.)
En otras palabras, Simone Weil responde a la pregunta de Heidegger: "¿Por qué existe el Ser y no la Nada?" con un simple -y a la vez impotente-: "Porque es necesario."
Por otra parte cabe preguntarnos si esa necesidad que predicamos del Ser puede aplicarse también a todos los fenómenos. No deja de ser un consuelo pensar que todo lo que ocurre -incluyéndonos, desde luego, a nosotros mismos en tanto seres finitos e individuales- es necesario a los propósitos incognoscibles del Ser, como sostienen tantas filosofías y religiones.

martes, agosto 18, 2009

NO ES LO MISMO (Los días y sus dones, 1980-2001)

No es lo mismo aeda que beodo.
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La consagración de mi prima Vera.
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No es lo mismo melcocha que cajeta.
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Si se te quiebra una copa, tendrás felicidad; si se te quiebran dos, eres un torpe.
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La metacalle, el psicómetro y el escudo antisímiles.
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Persoanalidad; eroteticas; egonanismo.
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El egoísta: los demás están de más.
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Existe un límite sutil, en cierta medida ambiguo, que una vez traspasado, resulta, sin embargo, evidente para todo el mundo (excepto, quizás, para quien lo cruzó), y es el que distingue la actitud crítica de la amargura profesional. El amargado rechaza de oficio, en todo ve intereses sospechosos y ocultos; es incapaz de aceptar la buena fe de nadie, porque él mismo la perdió hace mucho. Por eso me resultan sospechosos los que de todo y de todos sospechan.