jueves, agosto 18, 2005

Un apunte sobre la escritura

Construirse escritor es inventar un interlocutor al que uno habla, al que uno escribe. En mi caso, una interlocutora. Es, en fin, eso: ir, progresivamente, desvelando e inventando a ese/a que escucha, esa que atiende, “que no es otra cosa que otra dimensión de uno mismo” (sentencia el analista, el museógrafo, el estudioso a secas.) Para Ella me desboco, para Ella hablo a solas, para Ella me desvivo: para Ella me hago puto, playo, travestido. No hay límites en esta entrega, no hay condiciones. Me desdoblo y arremeto, trabajo escarbando en mis detritus, en la nada que me habita. Al final todo es un juego de palabras que destellan y echan chispas. Todo es abandonarse al lodo primigenio. Y mascar carbón con la esperanza de que sea diamante para alguien.

Lo maravilloso es que cuando le hablo a Ella yo mismo me descubro, yo mismo me sorprendo. Desnudo me abandono al fluido, al espejismo fiel de las palabras.

Y en esa entrega emerge algo y burbujea.

(No comprendo lo que digo y sin embargo estoy de acuerdo. La gracia es esa. Creo.)

martes, agosto 16, 2005

Un apunte sobre el deseo

Como un niño, a lo largo de mi vida he considerado bueno lo que deseo. No importa que muchas veces haya chocado de cabeza contra la pared, constatando lo equivocado que puedo estar: hay una especie contorsión de la razón para justificar lo que deseo: quiero algo, luego es bueno.
De pronto se me abre en la mente (como una granada) la idea de que es posible desear lo que considere bueno. Puedo desear aquellas cosas que estime buenas, pero no necesariamente es bueno todo lo que deseo. Este desplazamiento supone un cambio en el punto de partida que me deja perplejo. Se me plantea, entonces, de golpe, el problema del bien. Si no es necesariamente bueno todo lo que deseo, ¿qué es, entonces, lo bueno? Y por lo tanto ¿qué es bueno desear?

lunes, agosto 15, 2005

TLC y "Seguridad Nacional"

Hace algunas semanas, cuando en los Estados Unidos la suerte legislativa del TLC resultaba incierta, el presidente de ese país, George W. Bush, comprometió todos sus esfuerzos para lograr su aprobación. Además de apersonarse, él y su Vicepresidente, en el Congreso, el cabildeo y las presiones sobre quienes titubeaban o se oponían fueron constantes.
Uno de los argumentos utilizados por el Presidente Bush para abogar por el CAFTA –según informaron abundantemente los medios de comunicación–, afirmaba que el Tratado no era solamente una cuestión comercial, sino un asunto de seguridad nacional. De hecho, es dable suponer que este argumento pudo allegarle algunos votos en la crítica votación.
Quienes en Costa Rica defienden el Tratado han de haberse estremecido y susurrado para sus adentros algo así como: “¡Compadre no me ayudes!” Pues el argumento del presidente Bush confirma algo que, quienes nos oponemos al TLC, hemos venido sosteniendo: que el Tratado no es solamente un acuerdo comercial, sino que tiene implicaciones que trascienden, por mucho, ese plano. A confesión de parte relevo de pruebas, dicen los abogados.
Es legítimo que un país orqueste una política de seguridad nacional que incluya acuerdos comerciales. (De hecho, hasta podría decirse que es inteligente que sea así..)
Lo desde este lado de la cancha nosotros tenemos que preguntarnos, es qué pitos tocamos ahí. Es decir, si el CAFTA hace parte de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos, ¿cuánto compromete nuestra propia seguridad –o si se prefiere-, nuestra autonomía nacional? ¿Estamos dispuestos a suscribir un acuerdo comercial que declaradamente es parte de la estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos? ¿A cambio de qué y por qué? ¿Seremos solo una ficha en el tablero donde otros juegan, o con un resto inteligencia y dignidad seremos capaces de jugar nuestro propio juego, en asocio con otros?

miércoles, agosto 10, 2005

Con los pies en el agua

Camino por el borde de la lluvia

Me acurruco en el silencio
o me columpio en el canto
de un jilguero

Poco a poco
hago sueño mi vida

A veces
cuando respiro
me hago líquido
y soy
un río que despierta


junio 2004