lunes, mayo 10, 2010

CULTURA Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

                        

Desde la segunda mitad del siglo pasado, pero en especial a partir de las últimas décadas, los países industrializados impulsaron el desarrollo de tecnologías digitales capaces de brindar –lenguaje binario mediante– soporte electromagnético y apoyo de velocísimos microprocesadores de información, a operaciones mentales como el cálculo y la memoria. Una vez más, el control sobre la producción de esas tecnologías permanece en manos de un grupo muy reducido de naciones económicamente poderosas y tecnológicamente avanzadas.

En años recientes las tecnologías digitales conocieron numerosas aplicaciones en casi todos los campos de la actividad humana, y las industrias culturales no son la excepción.

Aquí, el primer impacto tuvo lugar en la esfera de la producción. El registro y procesamiento digital de imágenes, sonidos y textos, modificó la producción de libros, discos, revistas, diarios, filmes e imágenes televisivas. Las artes gráficas, la fotografía y el video digital, revelan el alcance de esta tecnología como soporte de la información.

Por otro lado, el desarrollo de las tecnologías digitales modificó profundamente el escenario planetario de las comunicaciones. Entre las transformaciones más importantes –por la amplitud y rapidez de su expansión– se encuentra el surgimiento de la WWW, la Red de redes o el ciberespacio –llámeselo como se prefiera.

En el ciberespacio, la comunicación asume características particulares. Mencionemos, de entrada, cuatro: su carácter multimediático (o para ser más precisos, la posibilidad de reunir en un mismo medio diversos lenguajes), su carácter interactivo, la expansión del universo de los receptores potenciales y su velocidad
o rapidez.

Si bien es cierto que el cine y la televisión reúnen diversos lenguajes (fotográfico, musical), las posibilidades de suma y combinación de lenguajes se multiplican en la Red al considerar la segunda característica mencionada arriba, es decir, la interactividad de la comunicación.

Tal interactividad debe entenderse en dos sentidos diferentes: en primer lugar, como el carácter no lineal de la comunicación, que puede ser interrumpida, reconducida o retomada en cualquier momento por el receptor. Escapando de la linealidad temporal, se amplían las posibilidades de incorporar diferentes lenguajes en un mismo mensaje: de la palabra escrita puede pasarse a las imágenes en movimiento y de ellas regresar a la palabra oral (mensaje de voz) para ir luego a la música, etcétera.

En el ciberespacio, "interactividad" significa además la posibilidad de comunicación multidireccional. Dicho en los viejos términos, aquí los "receptores" pueden interactuar con los "emisores" y entre sí, relativizando estas categorías. En este sentido, la interactividad depende del medio empleado.

Pues el ciberespacio tiene sus propios medios de comunicación: el email, la página web, el chat, el portal, el blog, las redes sociales, etcétera. De ellos, no todos tienen las mismas posibilidades de interactividad, aunque todos tienen alguna. Desde esta perspectiva el ciberespacio no es tanto un medio de comunicación como un "entorno" en el que ella ocurre, en el que operan diversos medios.

A diferencia de los libros, discos y filmes –bienes culturales de producción industrial por excelencia– la comunicación en el ciberespacio no depende de la cantidad de copias cuya distribución y acceso están geográficamente limitados. En ese sentido, puede hablarse de una expansión del universo potencial de receptores, de la misma forma como el impreso o la copia fonográfica representaron eso en relación con la palabra oral y con la música interpretada. Sin embargo, acceder al ciberespacio presupone la alfabetización –literal y tecnológica– de las personas; presupone, además, el acceso a una herramienta –el computador u otro dispositivo similar, como la telefonía avanzada– y a ciertas condiciones socio-tecnológicas –la conectividad–. De modo que, lejos de ser intrínsecamente democrática y abierta –como pregonan algunos apólogos– aumentan las condiciones o requisitos para acceder a la comunicación. Esta expansión debe ser considerada entonces en su justa perspectiva.

La rapidez de la comunicación en el ciberespacio también debe matizarse. Si bien es cierto que algunos medios electrónicos favorecen la comunicación en tiempo real poniendo en circulación los mensajes de manera instantánea, esto ocurría ya con medios como la televisión y la radiodifusión. Y, como en estos casos, la rapidez depende de la posibilidad de los destinatarios de acceder efectivamente al medio.

Por último, el desarrollo de las tecnologías digitales impactó también en los lenguajes empleados: las condiciones de la comunicación en el ciberespacio transformaron –están transformando– el lenguaje escrito y el lenguaje audiovisual, que ahí tienden a comprimirse y a simplificarse. Asimismo, exploraciones artísticas en las artes plásticas, la cinematografía y la música revelan estas posibilidades. Tal y como el habla se modifica en la escritura, diríamos, parafraseando a McLuhan, que "el medio modifica el lenguaje".

En síntesis, en escasas dos décadas las tecnologías digitales transformaron los soportes, los medios y los lenguajes de la comunicación. Ello no significa que los medios de comunicación preexistentes estén condenados a desaparecer pues, hasta hoy, más que superponerse, los nuevos medios se suman a los anteriores enriqueciendo las posibilidades de la comunicación.

Naturalmente todo ello tiene implicaciones importantes para la producción, circulación y difusión de bienes culturales.

Desde la perspectiva de los diversos sujetos históricos y sociales significa, ante todo, que existen nuevos y poderosos medios de los cuales servirse en el proceso incesante –e inevitable– de recrear su identidad. Más todavía: significa el reto, el imperativo, casi diríamos la obligación, de ponerse a la altura de los tiempos, so riesgo de invisibilizarse en el gran escenario de la comunicación global. Ya sabemos a lo que condujo la Muralla China, y a algo parecido conducirá la mucho más modesta muralla cubana.

Desde la perspectiva del Estado, las comunicaciones en el ciberespacio plantean diferentes retos. Además del debate político y ético sobre las restricciones a los contenidos (pornografía infantil, incitación al odio racial, terrorismo, etcétera), surge la pregunta sobre el rol que el ciberespacio está llamado a cumplir en la difusión y reproducción de los bienes culturales, y a la forma como el Estado debe de posicionarse frente a ello. ¿Se trata de generar las capacidades tecnológicas en los diversos "sujetos sociales" para acceder al ciberespacio, o más bien impulsar, desde el Estado, la circulación "bienes culturales" representativos de las diversas identidades que conforman la nación? ¿El Estado y sus agencias "hablando" sobre lo Bribri y el boyeo, o los boyeros y los bribris recreándose en el ciberespacio? ¿Acaso son excluyentes estas opciones?

Por otro lado, es preciso comprender que, como toda mediación tecnológica, la del ciberespacio supone también un efecto transformador sobre quienes acceden a ella. Para bien y para mal, nadie es el mismo antes y después.

La intensidad creciente de las comunicaciones en el ciberespacio plantea un desafío adicional al Estado-nación, pues en la gran babel global que es la Red, las narrativas, símbolos y representaciones de lo nacional se invisibilizan y se desdibujan. Frente a este hecho, ¿cabe acaso retornar a la más directa de las comunicaciones, la presencial? ¿Presagia la expansión del ciberespacio el retorno del teatro y de otras representaciones escénicas y cuasi rituales –la danza, los deportes–, así como la vuelta a los museos y a los sitios histórico-patrimoniales como acción cultural preeminente del Estado?

Una vez más, más que excluyentes, las opciones tal vez son igualmente necesarias, pues según dicen, la Historia camina sobre dos patas que a menudo parecen contradictorias.

viernes, mayo 07, 2010

RETOS (Los días y sus dones, 1980-2001)

Que el reconocimiento de la realidad y de tus propios límites no te lleve al conformismo o, peor aún, a la indiferencia y a la imbecilidad: ese es el desafio.

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Lo hermoso se hizo en mí… Al menos una vez y aunque fuera brevemente, lo hermoso se hizo en mí y me siento orgulloso por ello.

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Por supuesto que la destructividad está profundamente arraigada y extendida por donde quiera que uno mire, pero el dilema, la disyuntiva que se nos plantea siempre, es si vamos a reafirmarnos en ella, o si estamos dispuestos a luchar por algo diferente.

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Aspiro a transformar el desconcierto –siempre abundante, puesto que no hay duda de que somos bichos desconcertantes–, no en amargura, sino en un cierto asombro escéptico.

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La sociedad de consumo establece una relación perversa con los artistas, pues al individualizarlos, en una cultura que impone el anonimato y la homogeneidad, estimula su vanidad de una manera retorcida. (No en vano las multitudes andan gritando: "¡Yo soy, yo soy!"). Pero, por otra parte, los excluye y los niega. Los artistas son la alteridad del Sistema, su negación. La pregunta es cómo no ser cómplice ni quedar atrapado en esa ambivalencia, pues cuanto menos traumática sea esa relación, menos energía chupará del creador.

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Los fantasmas están ahí para enfrentarlos.

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Para cruzar el río se necesita mucho más que valor. El primer paso es fundamental, pero sin la perseverancia, la claridad y la decisión sostenidas, todos los progresos realizados se perderán sin remedio y muy pronto te descubrirás en la misma orilla, más atemorizado y confundido que al principio.

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¡Hay que dejar de creer en las soluciones mágicas!

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Buscar eso que de único e irrepetible hay en cada uno de nosotros.

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Un guerrero sabe lo que hace en todo momento, y por qué.

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Un doble movimiento: hacer simple lo complejo; complejo, lo simple.

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Uno debe transformarse en un laboratorio viviente.

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Que no pase un día sin que hayas intentado mirar sin pensamientos.

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Las tres opciones más claras que nuestra sociedad ofrece a –y por tanto, los tres destinos más frecuentes de– quienes fueron dotados con algún talento, inteligencia o sensibilidad, son el cinismo, la psicopatía en cualquier hoja de su vistoso abanico, y –naturalmente–, la frustración. Cualquiera que escape a estos destinos merece mi admiración entusiasta.

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Saber que se pisan arenas movedizas y atreverse a dar un paso. Eso es valor.

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Poner al servicio de lo que amamos y de lo que creemos nuestros conocimientos y habilidades es más difícil de lo que parece.