viernes, mayo 07, 2010

RETOS (Los días y sus dones, 1980-2001)

Que el reconocimiento de la realidad y de tus propios límites no te lleve al conformismo o, peor aún, a la indiferencia y a la imbecilidad: ese es el desafio.

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Lo hermoso se hizo en mí… Al menos una vez y aunque fuera brevemente, lo hermoso se hizo en mí y me siento orgulloso por ello.

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Por supuesto que la destructividad está profundamente arraigada y extendida por donde quiera que uno mire, pero el dilema, la disyuntiva que se nos plantea siempre, es si vamos a reafirmarnos en ella, o si estamos dispuestos a luchar por algo diferente.

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Aspiro a transformar el desconcierto –siempre abundante, puesto que no hay duda de que somos bichos desconcertantes–, no en amargura, sino en un cierto asombro escéptico.

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La sociedad de consumo establece una relación perversa con los artistas, pues al individualizarlos, en una cultura que impone el anonimato y la homogeneidad, estimula su vanidad de una manera retorcida. (No en vano las multitudes andan gritando: "¡Yo soy, yo soy!"). Pero, por otra parte, los excluye y los niega. Los artistas son la alteridad del Sistema, su negación. La pregunta es cómo no ser cómplice ni quedar atrapado en esa ambivalencia, pues cuanto menos traumática sea esa relación, menos energía chupará del creador.

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Los fantasmas están ahí para enfrentarlos.

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Para cruzar el río se necesita mucho más que valor. El primer paso es fundamental, pero sin la perseverancia, la claridad y la decisión sostenidas, todos los progresos realizados se perderán sin remedio y muy pronto te descubrirás en la misma orilla, más atemorizado y confundido que al principio.

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¡Hay que dejar de creer en las soluciones mágicas!

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Buscar eso que de único e irrepetible hay en cada uno de nosotros.

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Un guerrero sabe lo que hace en todo momento, y por qué.

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Un doble movimiento: hacer simple lo complejo; complejo, lo simple.

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Uno debe transformarse en un laboratorio viviente.

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Que no pase un día sin que hayas intentado mirar sin pensamientos.

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Las tres opciones más claras que nuestra sociedad ofrece a –y por tanto, los tres destinos más frecuentes de– quienes fueron dotados con algún talento, inteligencia o sensibilidad, son el cinismo, la psicopatía en cualquier hoja de su vistoso abanico, y –naturalmente–, la frustración. Cualquiera que escape a estos destinos merece mi admiración entusiasta.

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Saber que se pisan arenas movedizas y atreverse a dar un paso. Eso es valor.

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Poner al servicio de lo que amamos y de lo que creemos nuestros conocimientos y habilidades es más difícil de lo que parece.