jueves, agosto 18, 2005

Un apunte sobre la escritura

Construirse escritor es inventar un interlocutor al que uno habla, al que uno escribe. En mi caso, una interlocutora. Es, en fin, eso: ir, progresivamente, desvelando e inventando a ese/a que escucha, esa que atiende, “que no es otra cosa que otra dimensión de uno mismo” (sentencia el analista, el museógrafo, el estudioso a secas.) Para Ella me desboco, para Ella hablo a solas, para Ella me desvivo: para Ella me hago puto, playo, travestido. No hay límites en esta entrega, no hay condiciones. Me desdoblo y arremeto, trabajo escarbando en mis detritus, en la nada que me habita. Al final todo es un juego de palabras que destellan y echan chispas. Todo es abandonarse al lodo primigenio. Y mascar carbón con la esperanza de que sea diamante para alguien.

Lo maravilloso es que cuando le hablo a Ella yo mismo me descubro, yo mismo me sorprendo. Desnudo me abandono al fluido, al espejismo fiel de las palabras.

Y en esa entrega emerge algo y burbujea.

(No comprendo lo que digo y sin embargo estoy de acuerdo. La gracia es esa. Creo.)