domingo, octubre 08, 2006

Infierno y esperanza

El cartel que divisó Dante al entrar al Infierno, “Perded toda esperanza al traspasarme”, se ha interpretado siempre como una advertencia de los padecimientos que aguardan a los condenados. Sin embargo, de acuerdo con los testimonios de los sobrevivientes de los campos nazis de concentración, lo que les permitía seguir adelante y sobreponerse a las privaciones y vejaciones que hubieron de soportar, era precisamente la esperanza, aunque fuera la esperanza de que aquello acabaría algún día.
La esperanza es lo último que se pierde es el refrán predilecto de los pobres, de los humillados y los ofendidos, de los que viven en la precariedad, el dolor y la privación. (De ahí que políticos, religiosos y demás mercaderes de la esperanza asienten ahí sus reales y hagan de aquello su mercado principal.)
Está claro que además de oxígeno, agua y alimentos, los bichos humanos necesitamos esperanza, es decir, un sentido, es decir una razón, un para qué estamos viviendo. En palabras del poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, necesitamos algo que nos persuada de que somos “algo más que una máquina complicada de hacer mierda.”
De todo ello se desprende una conclusión: lo que Dante quiso decir con su cartel, no es tanto que al entrar al Infierno perderíamos la esperanza por lo que nos ahí nos aguarda o nos tocaría vivir, sino más bien que el infierno es vivir sin esperanza.