He pasado mucho, demasiado tiempo, sin visitar este espacio... Mala señal. Señal de que los días no me pertenecen como antes; señal de que ando lejos del silencio y por ello de la palabra; señal de agitación, de carreras, de neurosis galopante... Apenas hay tiempo para respirar, ni siquiera para añorar el silencio y la quietud. ¡Extraño! Las cosas suelen suceder así: en oleadas, ráfagas, marejadas... Y de pronto el mar en calma... Y de nuevo la agitación...
Aún así, aprovecho esta pausa para un apunte: hace algunos días cumplí 45 años. Me retraigo a la década de mis 20, cuando decidí que estos años serían demasiados, que más allá de esto sería una obscenidad... Entonces, recuerdo, me parecía que de aquí en adelante el camino no podía ser más que en picada y me decía que “mejor terminar el juego antes que el juego se acabe”, citando a uno de mis maestros de entonces, Alfredo Catania... Me parecía justo, natural, necesario, ir poniendo fin a la aventura por aquí. Ahora, desde luego, veo las cosas muy diferentes y me parecería horrible quedar “viudo del mundo”, como decía Otto René Castillo. Aún para el centenario, la muerte nunca está en los planes del día, siempre nos tomará por sorpresa. (Salvo, dicen, para unos cuantos iluminados que le dan cita a la Pelona de la misma forma que en la escuela nos citábamos para una pelea al terminar las clases del día: “Nos vemos a la salida”. Pero esa es una minoría insignificante y por cierto no conozco personalmente a nadie que haya hecho esto...) “Final de juego”, tituló el gran Cortázar una de sus colecciones de relatos. ¿Cuándo es el final del juego? ¿Y cómo reconocerlo?
Final de juego, tal vez, pero siempre es para iniciar otro nuevo.
Aún así, aprovecho esta pausa para un apunte: hace algunos días cumplí 45 años. Me retraigo a la década de mis 20, cuando decidí que estos años serían demasiados, que más allá de esto sería una obscenidad... Entonces, recuerdo, me parecía que de aquí en adelante el camino no podía ser más que en picada y me decía que “mejor terminar el juego antes que el juego se acabe”, citando a uno de mis maestros de entonces, Alfredo Catania... Me parecía justo, natural, necesario, ir poniendo fin a la aventura por aquí. Ahora, desde luego, veo las cosas muy diferentes y me parecería horrible quedar “viudo del mundo”, como decía Otto René Castillo. Aún para el centenario, la muerte nunca está en los planes del día, siempre nos tomará por sorpresa. (Salvo, dicen, para unos cuantos iluminados que le dan cita a la Pelona de la misma forma que en la escuela nos citábamos para una pelea al terminar las clases del día: “Nos vemos a la salida”. Pero esa es una minoría insignificante y por cierto no conozco personalmente a nadie que haya hecho esto...) “Final de juego”, tituló el gran Cortázar una de sus colecciones de relatos. ¿Cuándo es el final del juego? ¿Y cómo reconocerlo?
Final de juego, tal vez, pero siempre es para iniciar otro nuevo.