Mucho se ha dicho que Sócrates expulsó de su República a los poetas, pero menos se hace notar que, cuando su dialéctica flaquea y requiere de refuerzos para argumentar, acude a ellos, a los poetas, en busca de ayuda. Así, en Gorgias, cuando precisa demostrar la necesidad o conveniencia de actuar bien –es decir, acorde con la Justicia-, no le queda más remedio que acudir a Homero y a la escatología del Tártaro y las Islas Afortunadas para afianzar su argumentación. Por cierto que tal escatología sorprende por cuanto recuerda vivamente a la cristiana del Cielo y el Infierno, de modo que no hay duda de que estaba ampliamente diseminada por toda la cuenca del Mediterráneo y, según todo lo indica, se había originado en Egipto algunos siglos antes. Pero volviendo a los poetas, algo similar le ocurre a Sócrates/Platón con su doctrina epistemológica de la reminiscencia –tan próxima a la doctrina metafísico-religiosa de la reencarnación–, pues para apoyarla no puede más que recurrir a una oda –perdida- de Píndaro.