- ¿Te gusta los Estados Unidos? -le pregunto al bello joven que conduce velozmente el pick-up amarillo, por las calles nocturnas de un dilatado suburbio americano.
Lo piensa un segundo antes de responder:
- Tenemos que aprender a amar la diferencia -me dice en español-. Para eso, es necesario (considerar) (remontarnos) a nuestra relación con lo extra-humano...
Hemos llegado. En el porche de su casa, me acuclillo y me abandono al llanto con la convicción con que lo hacía cuando niño. La convicción -me digo ahora- de que allá en el fondo encontraría algún alivio...