lunes, septiembre 14, 2009

OLVIDO (Los días y sus dones, 1980-2001)

Nuestra capacidad de olvido es casi tan grande como nuestra voluntad de vivir y muchas veces la segunda depende de la primera.
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La indiferencia y el olvido son formas de perversión.
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Nos equivocamos cuando suponemos que, por estar anclados en la memoria, los recuerdos permanecen inalterables. Como el presente que nos golpea con su evidencia o el futuro que apenas entrevemos, el pasado vive en permanente transfiguración. Lo que hoy es cierto mañana será dudoso en nuestro recuerdo, y lo que hoy aparece borroso, mañana podría revelársenos con la certeza desgarradora de un grito.
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Lo que dejó olvidado el olvido: mis recuerdos.
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Recordé que ayer había tenido una idea que me interesó, pero la idea propiamente no la pude recordar...
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He pasado la mitad de mi vida aprendiendo lo que en la segunda mitad tendré que olvidar.
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Cada vez somos más un recuerdo de nosotros mismos.
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Mientras me lavo los dientes, mi vista roza en el espejo la imagen de un hombre de cuarenta años que se supone soy yo. No recuerdo cuándo me hice grande.