domingo, abril 24, 2011

SOCIALISMO (Los días y sus dones, 1980-2001)

Tras el hundimiento del “socialismo histórico” me dice V.: “Es como si hubieras creído que tu madre era una santa y descubrieras que era una puta.”
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Encuentro casual y cervezas con el escritor Joaquín Gutiérrez. Le pregunto cómo ha vivido el derrumbe del mundo socialista y me responde: la clase obrera rusa era ladrona, borracha e indisciplinada. Les hizo falta pasar por los horrores del capitalismo naciente para apreciar lo que tenían con los soviets… Yo lo escucho sin poder creerlo. ¡Ahora resulta que los responsables y causantes del fracaso socialista fueron los obreros!
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No olvidar que la revolución es –también–, mirarse en el espejo más terrible: cada día.
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Sin afán de ser pesimista: ¿cómo esperar que los pueblos se sacudan la opresión si la sola subsistencia es un acto de heroísmo?
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Entre las mentiras más exitosas de fin de siglo, se cuenta la que afirma que la debacle del socialismo acabó con las utopías. Lo que nadie nos explica es que la sociedad en la que vivimos se sustenta en otra utopía. Sí: la utopía tecnológica, el cuentito de que las computadoras y la Internet y la exploración espacial y otras cosas por el estilo van a resolver nuestra situación como por arte de magia, y todos vamos a vivir felices y como hermanitos. La arcadia tecnológica es tan ilusoria como su prima-hermana, la utopía política. Ante el ocaso (¿momentáneo?) de las utopías sociales, nos refugiamos en la utopía tecnológica. Así pues, la utopía ha muerto, ¡viva la utopía!