Por alguna razón tendemos a tomar más en serio lo solemne, lo grave y lo patético, como si esa sola condición lo acercara más a “la verdad”. Pero nuestras pequeñas verdades de cada día pueden expresarse en diferentes registros emocionales y lingüísticos sin alterar su contenido.
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Hay quienes piensan que reir es prohibido en el trabajo.
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Mi escritura salta sin cesar de una liviandad juguetona a una patética grandilocuencia.
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Lo aburrido de lo solemne es que es aburrido. (¡Fuera de aquí, estúpido solemne, lunático aburrido!)