Me gusta llamar “puritanismo progresista” a esas formas
de la corrección política que hoy satanizan el deseo y sus múltiples pulsiones;
sus desordenadas, alegres e irreverentes expresiones, como en tiempos de la
Santa Inquisición… A esa pulcritud hedionda a desinfectante ideológico impuesta
al cuerpo y al pensamiento como un corsé o un código de etiqueta diz que
civilizado. El puritanismo progre es otra forma de kitch, es decir, otra forma
de negación de la mierda, de la sangre, el semen, los flujos vaginales y todo
aquello que nos han prohibido nombrar y hacer. “Patear al burgués”, la consigna
de los surrealistas hace cien años, se ha convertido hoy en “patear el
puritanismo progre” impuesto por las universidades y los think-tanks de
Norteamérica y Europa, cuya más tenebrosa expresión es la cultura “woke”, una
forma de fundamentalismo ejercido en nombre la democracia y la libertad, tan
intolerante y brutal como los fundamentalismos religiosos. ¿Y qué quieren que
diga? La realidad es contradictoria. Siempre lo ha sido. Siempre lo será.