martes, julio 25, 2006

DOMINACION (Los días y sus dones, 1980-2001)

DOMINACION
Quienes nos someten con las palabras, las pervierten y las desvirtúan. Porque conocen su poder han de destruirlas, no vaya a ser que un día despertemos y se les acabe la fiesta. Es como si nos dieran con un garrote para idiotizarnos y luego nos dijeran que el garrote es inofensivo, ¡y nos lo creyéramos!
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Nada tan peligroso como la alianza de los poderosos con los ignorantes.
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Lo que el Sistema y el Poder no pueden permitir, es que comprendamos que no hay nada que perder.
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La injusticia del sistema consiste en que el bienestar y la opulencia de unos pocos se erige a costas de la miseria de casi todos; la justicia del capitalismo, argumentan sus defensores, radica en que con un poco de suerte, otro de esfuerzo y nada de escrúpulos, “cualquiera” puede pertenecer a esa minoría.
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El mismo juego siempre, la misma historia de la Historia: unos cuantos establecen los parámetros de "justicia" y "legalidad" y legitiman un orden que los favorece, en donde todo corre a su favor. Unos viviendo a costa del malvivir de otros, otros vi­viendo a costa de nuestro malvivir, instituyendo la canallada en norma, o lo que es peor, en normalidad.
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La dominación cultural se origina en la supremacía económica, y esta, en la superioridad tecnológica. Se trata de una ecuación tan vieja como la especie.
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La burguesía, apátrida y desarraigada, es idéntica en todas partes…
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No es fortuito que la “globalización” sea elevada a la categoría de doctrina cuando los discursos se fragmentan y sucumben los sistemas de pensamiento con aspiraciones de totalidad, pues de esta forma nos aislamos y debilitamos cada vez más. Necesitamos sistemas de referencia en los cuales inscribir nuestros actos, nuestros sueños y nuestras penas.
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La gran mayoría del pueblo gringo ni siquiera es consciente de su opulencia.
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Tres pilares de la actual sociedad globalizada tienen su origen en el régimen nazi: la televisión, la industria aeroespacial y la energía atómica.
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En su 1984, Orwell imaginó cámaras de televisión por todas partes como mecanismo de control de un Poder Supremo; hoy sabemos que, para tener bajo control a los ciudadanos y saber qué hacen en todo momento, no es necesario tener cámaras, sino receptores de televisión en todas partes. Para controlar no es necesario ver, basta que te vean