lunes, marzo 24, 2008

CICATRICES

Verano. En el ferry que atraviesa el Golfo de Nicoya, una multitud de turistas deambulamos, exaltados y atontados por el sol, por la amplia cubierta. Ropas ligeras, anteojos de sol, cervezas, bronceador y reaggetón. De espaldas a mí, una delgada muchacha recoge su cabello en un moño castaño; el vestido sin tirantes deja al descubierto buena parte de su espalda... Entonces descubro la larga y delgada cicatriz: emergiendo bajo el vestido, corre paralela a la columna vertebral para ir a morir muy arriba, cerca de las cervicales. Es una cicatriz antigua, delgada y discreta. El que la muchacha lleve ese vestido ligero y de espalda descubierta revela que para ella es un asunto del pasado y sin importancia. La muchacha desaparece pronto arrastrada por la marea de turistas. Un rato más tarde vuelvo a verla a lo lejos, ahora en compañía de un muchacho, pero luego los pierdo de vista.
Poco antes de llegar a Puntarenas vuelvo a encontrarla. Otra vez de espaldas a mí, mirando hacia la costa que se acerca. Empujada lentamente por el vaivén de la gente, otra mujer se coloca a su lado, joven y también vestida con una blusa que deja descubierta buena parte de su espalda. Entonces descubro la cicatriz: corre transversalmente en su espalda, de omoplato a omoplato.
Por unos momentos las dos mujeres están una al lado de la otra, las cicatrices contiguas, casi tocándose. Luego se separan sin percatarse de lo que ha ocurrido. ¿Alguien más se percató? Hay algo maravilloso en todo esto, lo sé. ¿Pero qué es? ¿Y cómo escribirlo?