(Reseña del libro "Secretos inútiles", de Mirko Lauer. Editorial Periférica, 2011)
En poco más de cien
páginas, Mirko Lauer (1947) nos entrega aquí un relato complejo y
fascinante: en el otoño de 1988, un joven estudiante de literatura
llamado Mirko Lauer está concluyendo su tesis sobre la fallecida
escritora anglo-peruana Miranda Archinbaud. Como parte de su
investigación, se traslada a San Francisco, California, con el fin
de entrevistar a Clayton Archimbaud, octogenario sobrino de la
escritora. Las incidencias de la entrevista constituyen el grueso del
relato, que se realiza en el curso de una sola noche y en lengua
inglesa; en ella, el sobrino revelará a Lauer-estudiante recuerdos e
impresiones de la niñez compartida con su tía en el seno de una
familia de latifundistas ingleses poseedora de inmensas plantaciones
de caña de azúcar junto al puerto de Cerro Azul. La entrevista está
reconstruida a posteriori por Lauer-narrador, quien por tanto se
constituye además en traductor y, adicionalmente, intercala en su
reconstrucción algunos recuerdos personales atinentes. La
conversación es tortuosa y está marcada por la antipatía que surge
de inmediato entre entrevistador y entrevistado, y por el abundante
consumo de alcohol. Apenas al inicio nos enteramos de que sobrino y
tía eran coetáneos y que durante sus años de adolescencia y
juventud mantuvieron un romance que desembocaría en una suerte de
matrimonio bufo; más adelante nos enteramos también de que son, sin
embargo, antagónicos en un punto: mientras el sobrino desprecia y
despreció siempre el Perú (“esa conspiración de una complicidad
idiota y mutuamente destructiva entre las personas”), la tía se
sintió poderosamente atraída por él; mientras Clayton se marcha de
Perú tan pronto puede para no volver, la tía permanecerá ahí el
resto de su vida, tratando por todos los medios -señaladamente su
desenfrenada vida sexual con peruanos de todas las condiciones- de
encontrar su sitio en esa sociedad. En la época en que tía y
sobrino se separaran, ella descubrirá también su vocación
literaria, que la llevará en las décadas siguientes a escribir
varios libros de los que solo se nos informa que el Perú y lo
peruano son siempre tema principal. La reconstrucción de la
entrevista que realiza Lauer-narrador pretende ser exhaustiva y en
ella surgen numerosos detalles que podrían parecer irrelevantes.
Asimismo, durante la conversación Archimbaud revelará el asesinato
de un viejo criado de la familia de origen chino, episodio
determinante en el fin del romance y la separación del sobrino y la
tía.
Que resulte imposible
consignar el argumento en pocas líneas, dice ya algo de su
complejidad. Lo más fascinante, sin embargo, es la riqueza de
posibilidades interpretativas que ofrece el texto.
En mi lectura, bajo el
tenue ropaje del género negro (investigación, entrevista,
asesinato, etcétera), la novela ofrece una imagen intensa y
desgarrada de la condición colonial y del sentimiento de
extranjeridad asociado a ella. La vida de la familia Archimbaud
-incluyendo a la tía y el sobrino- está determinada por su
condición de extranjeros en una situación que solo puede
calificarse como neo-colonial. Las opciones vitales que asumen una y
otro en relación con ello, constituyen el poderoso pero elusivo
asunto central. “No voy a hablar de mis hijos, sólo de mí, una
mujer a la que el Perú convirtió en una mueca colonial, contra mi
mejor voluntad”, escribiría después Miranda a su sobrino.
“Dichoso tú que comprendiste esto temprano en la vida, Clay, y que
puedes vivir con el implícito rechazo del Perú a cuestas.” Se
trata al mismo tiempo de un paraíso perdido y de un infierno
recobrado.
El que la entrevista se
realice en otro país (Estados Unidos) y en una lengua que obliga a
Lauer a convertirse en traductor, funciona como un eficiente motivo
complementario. Miranda, Clayton y el mismo Lauer, los tres
personajes del libro, resultan en definitiva trasvestidos: ella como
escritora “peruana” en búsqueda desesperada de pertenencia y
legitimidad; su sobrino, de una manera patética que no conviene
revelar acá, y Lauer en su condición de obligado traductor de la
entrevista. Asimismo parece relevante que Lauer tenga orígenes
extranjeros (nació en la antigua Checoslovaquia) y que se presente
en este libro en calidad de personaje-narrador.
Otras lecturas acaso
enfatizarían el tema de la incertidumbre y la participación del
sujeto en la construcción de la realidad-relato, poniendo a dialogar
el libro con temas de la física subatómica y el campo de la teoría
cuántica. “Es usted un periodista despreciable y conmovedor. Sí,
me imagino que alguien como usted necesita una, y solo una, versión
de las cosas, y, además, que la versión no cambie.”
El tema de la memoria
permea también las páginas del libro. Entre otras cosas, me resulta
especialmente atractiva la irrupción constante de lo irrelevante y
lo nimio, ya que en efecto no somos dueños de elegir nuestros
recuerdos, y en el teatro de la memoria conviven, indiferenciados, el
oro y la escoria, con la particularidad de que lo que hoy
consideramos escoria puede devenir inesperadamente en oro, y
viceversa.
Todo esto y más lo hace
Lauer con elegancia, inteligencia y, por momentos, también con
humor. No creo ser el único lector a quien esta lectura deja
satisfecho y agradecido.