La soledad, que en el encierro dentro de un apartamento a que se reduce muchas veces la vida en la ciudad, suele ser terrible y hasta trágica, se convierte, en parajes al aire libre donde el esplendor de los árboles, los pájaros y las mariposas se siente con fuerza, en algo completamente distinto e inclusive opuesto, pues es difícil auto compadecerse cuando se es conciente de las maravillas de las que uno es testigo, y hasta aburrirse es improbable, a menos que uno sea ciego de corazón o aburrido por naturaleza, pues el espectáculo permanente de la vida sucediendo basta para sobrecoger el espectador más exigente...