Mi ignorancia es tan enorme que desconocía todo sobre el gran poeta sirio libanés Eli Esber, mejor conocido por su seudónimo Adonis. No obstante, tuve la suerte de coincidir con él en Rabat, en el marco de la Semana de las Letras en Español organizada por el Instituto Cervantes. Tuve también la suerte de que Clara Janés me sacara un poquito de mi ignorancia haciéndome ver la gran oportunidad que representaba escucharlo, y prolongué mi estadía en la ciudad con ese propósito. Adonis hizo una lectura de poemas y sostuvo un animado encuentro con el público. El auditorio estaba abarrotado, en gran parte por jóvenes, en gran parte por mujeres, todos ansiosos por escuchar su poesía y sus opiniones sobre los acontecimientos en Siria y en el mundo árabe. Fue fácil comprender los motivos de su bien cimentada reputación.
Federico Arbós Ayuso y Adonis (Eli Esber) en Rabat
El evento inició con una lectura a dos voces, en la que el poeta estuvo acompañado por el traductor de sus poemas al español, el director del Cervantes en Rabat, Federico Arbós Ayuso, quien leyó en nuestra lengua algunos poemas; lo siguió Adonis, en árabe. La lectura fue breve, pues los asistentes estaban ansiosos por entablar diálogo con el poeta.
Esber respondió generosamente a las inquietudes y preguntas del público sobre los tópicos más variados: desde los puramente poético-literarios, hasta los de la candente actualidad política de su país y del mundo árabe.
Fascinante su explicación de la poesía árabe como una tradición en la que prevalece la exaltación de lo corpóreo y material, en contraposición con buena parte de la poesía europea (y occidental, en sentido amplio), en donde las ideas y la abstracción a menudo se imponen.
Pero el auditorio quiso rápidamente escuchar sus opiniones políticas. Escuchándolo, tuve la impresión de entender, por primera vez, la posición trágica de los demócratas del mundo árabe, acorralados entre la voracidad de las corporaciones petroleras y el fundamentalismo religioso de los islamistas. Para un árabe como Esber, orgulloso de la civilización islámica, de sus aportes en las ciencias y las artes, es -y así lo dijo- ridículo e indignante que buena parte de la discusión política ahí gire alrededor de temas tan banales como si las mujeres pueden o no conducir coches. Con idéntica dureza criticó la hipocresía de Europa y los Estados Unidos, que con el pretexto de defender los derechos humanos, orquestan las más desfachatadas intervenciones militares para proteger sus intereses económicos y estratégicos, mientras históricamente han aupado a una legión de déspotas, emires y tiranuelos de la más baja estofa, violadores consuetudinarios de esos mismos derechos.
Fascinante su explicación de la poesía árabe como una tradición en la que prevalece la exaltación de lo corpóreo y material, en contraposición con buena parte de la poesía europea (y occidental, en sentido amplio), en donde las ideas y la abstracción a menudo se imponen.
Pero el auditorio quiso rápidamente escuchar sus opiniones políticas. Escuchándolo, tuve la impresión de entender, por primera vez, la posición trágica de los demócratas del mundo árabe, acorralados entre la voracidad de las corporaciones petroleras y el fundamentalismo religioso de los islamistas. Para un árabe como Esber, orgulloso de la civilización islámica, de sus aportes en las ciencias y las artes, es -y así lo dijo- ridículo e indignante que buena parte de la discusión política ahí gire alrededor de temas tan banales como si las mujeres pueden o no conducir coches. Con idéntica dureza criticó la hipocresía de Europa y los Estados Unidos, que con el pretexto de defender los derechos humanos, orquestan las más desfachatadas intervenciones militares para proteger sus intereses económicos y estratégicos, mientras históricamente han aupado a una legión de déspotas, emires y tiranuelos de la más baja estofa, violadores consuetudinarios de esos mismos derechos.