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Lo más desconcertante de un chatbot de I.A. es su capacidad
de articular un discurso coherente en ausencia de un sujeto. Nos identificamos
tanto con nuestras palabras que la sola idea nos inquieta. (Tanto es así que en
el principio era el Verbo y el mundo es obra del amor y la voluntad divinas).
Pero también los seres humanos operamos recogiendo palabras, pensamientos, de
aquí y de allá, y reuniéndolos en un haz por esa ilusión o ese espejismo que
llamamos “yo”. Mal que nos pese, también funcionamos como los chatbots. Este
texto no fue escrito por la I.A.
2
Como casi todo el mundo, pienso que el sistema educativo
tiene que integrar los chatbot de I.A. como un recurso legítimo (además de
inevitable) en la educación. Es absurdo a estas alturas pedir a los estudiantes
un trabajo escrito como prueba del dominio de un tema, pues los programas lo
realizan en segundos. En cambio, creo que sería muy interesante solicitar a los
estudiantes que desarrollen una conversación con el chatbot (por ejemplo,
cinco interacciones alrededor del mismo tema) y presentar los resultados. Así
tendrían que pensar y podrían evaluarse algunas cosas. Si a ello se agregara un
resumen de los resultados de esa conversación escrito presencialmente (ojalá a
mano), o bien, que desarrollen una reflexión oral sobre esos mismos resultados (presencial
o grabada), tendríamos un verdadero ejercicio pedagógico. Es solo un ejemplo.
¡Cuántas cosas más podría inventar un equipo de conocedores y especialistas en
el que también ‒¿por qué no?‒ participaran muchachos y muchachas!