miércoles, septiembre 28, 2005

A propósito de Francia

La semana próxima viajo a Francia, invitado por la organización “Espaces Latinos”, con sede en Lyon. En esa ciudad participaré en varios encuentros con el público lector, promocionando la edición francesa de “Los Petroglifos” publicada hace un par de años por la MEET. La actividad se denomina “Belles Latinas” y en ella estarán presentes una veintena de escritores latinoamericanos, la gran mayoría brasileños, pues la edición de este año está dedicada a ese país. De Centroamérica estaremos el salvadoreño Horacio Castellanos –buen amigo-, y yo. En lo personal, también aprovecharé para presentar el documental “Las Armas de la Violencia” en Lyon, Madrid y Barcelona, si todo sale bien.

Tengo bastantes años de no visitar Europa. De hecho, no he estado nunca en la Europa del Euro. (Ayer, cuando fui a comprar algunos euros para el viaje, fue la primera vez que vi algunos de esos billetes.)

Pero nada esto tiene importancia. Todo es para rescatar de la gaveta un par de textos escritos durante mi última visita a Francia:


Elegancia francesa
Con Nacho en el Museo...
Los franceses gozan de merecida reputación en lo que a elegancia se refiere. Además de marcar la pauta en asuntos como la moda o la perfumería, son célebres por la importancia que conceden a la presentación de sus deliciosos platillos. Aún las mujeres sencillas o de dudosa belleza, suelen comportarse con gracia y naturalidad, al punto de volverse atractivas.

¿Pero quién negará que la expresión máxima de la elegancia francesa es su gusto por el lenguaje? No es casual la celebridad de tantos escritores franceses, cuya elocuencia y originalidad resultan palpables aún traducidos a otras lenguas... Nos equivocaríamos groseramente si creyésemos que tal gusto por la palabra es privativo de literatos y poetas. Antes bien, debemos de considerarlos a ellos como el resultado de una tendencia viva en toda la sociedad.

Así, por ejemplo, la actividad en virtud de la cual alcanzó su esplendor máximo el hermoso burgo de Nantes, allá en el s. XVIII, es conocida de manera conveniente, cartesiana y aséptica, como el comercio triangular, aún cuando no es otra cosa que la trata de esclavos.

He ahí las delicias de la civilización.


Paris de seis a nueve

Para María Lourdes y Carlos Cortés.


París está esculpido en un gran pastel de moca

Pasas del Magreb
dátiles de Egipto le dan sus mejores aromas

Sobre el cielo se tiende un arcoiris

Bajo los puentes
los junkies alucinan junto a inútiles palomas

Arden cucarachas

Camino por los brazos de una mujer dormida
por el verano

Los turistas se pasean por las catedrales
como por los restos
de un gran dinosaurio

Extraños objetos de culto: La Mona Lisa
La Torre Eiffel El Arco del Triunfo

Grutas y falos
comunicados por los puentes

Cada francés se considera hijo de Napoleón

Venden vino y queso y palabras

Los mendigos son
los más caros del mundo