miércoles, febrero 08, 2006

AMOR (Los días y sus dones, 1980-2001)

AMOR
En el amor, tanto o más importante que los “cuántos”, son los “cómos”.
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No se puede pelear contra el Dragón y amar a la princesa al mismo tiempo.
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No hay nada que nos haga más desdichados, que la infelicidad del ser amado.
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La dicha que nos produce encontrar en el ser amado, cosas que nadie más sospecha ni imagina.
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La verdad superior del amor es esta: un mundo sin odio es perfectamente concebible en nuestra imaginación, no así un mundo sin amor, puesto que el mundo mismo es producto del amor entre los átomos, las moléculas, los distintos elementos…
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Uno puede amar desde la tristeza, desde la alegría, y quizás también desde el odio. Estos sentimientos permean al amor, le brindan una plata­forma desde la cual lanzarse al mundo.
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Y bueno… Ese otro asunto tan espinoso, tan postergado, de la soledad. No la elegida, sino la puta, la indeseable, la que cae del cielo en las noches sin sueño… Nunca lo había visto con tanta claridad: no basta con andar poniendo caras tristes, ni con mirar a las chavalas con ojos de niño abandonado… Imposible no estar solo sin ceder; imposible no estar solo sin hacer nada para dejar de estarlo: si no me quiebro, si soy incapaz de darme, de exponerme, de entregarme, seguirá la misma cosa, el mismo sitio, el mismo asedio…
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Lo más difícil de aceptar es que ninguna relación humana, por intensa, profunda o apasionada que sea, resolverá los problemas de tu vida –en especial, el problema básico de darle sentido.
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El amor basta mientras basta el amor.
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…y mirando atónitos las ruinas, los despojos, nos preguntamos: ¿qué sucedió? ¿Cómo permitimos que pasara esto?
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El amor es una experiencia límite, en las fronteras del lenguaje.
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Experimentaba una necesidad de ser querido y una capacidad de entrega tan grandes, que ante ellas sólo cabía resistirse, pues sentía que hacer otra cosa equivaldría a la aniquilación.
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En el amor prestamos nuestro cuerpo a las fantasías del otro.
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Vivir una historia de amor es domar un potro salvaje: lo que nos subyuga es su resistencia a nuestros deseos, lo que tiene de impredecible. Sin embargo estamos compelidos a domesticarlo, y una vez que lo hacemos, descubrimos que el animal perdió su interés y dejó de fascinarnos.
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Cuando amamos descubrimos no tanto al otro como a nosotros mismos.
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Del "amor imposible" como única eternidad posible del amor.
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El tiempo del amor, como el de la conciencia, no es lineal ni cronológico.
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Se desvanece la vivencia del amor como algo lacerante, desgarrado y angustioso, y emerge progresivamente la alegría de entregar y compartir.
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De los sentimientos que al cabo del tiempo comienzan a aflorar en las relaciones amorosas: los pequeños resentimientos, los escurridizos celos, la ansiedad, los reproches que se callan o expresan, no sé qué me molesta más: si los sentimientos mismos o el tomar conciencia de ellos: constatarme a su merced, presa, contra la propia voluntad y a contrapelo de convicciones y deseos, de su pequeña máquina infernal.
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Enamorarse es ser-para-ella: no se es plena­mente sino cuando estás a su lado, en su campo de visión, cuando te habla o te escucha. Entonces todo es real, corpóreo, auspicio­so, y ves con claridad que lo que los otros llaman "vida" no es más que un torpe simulacro, una mala copia al carbón. Luego, en el vacío de la separación, el mundo pierde sus contor­nos, uno mismo se desdibuja, desaparece. Entonces "la vida de los demás" se te muestra con su terrible solidez y consistencia; es una vida pobre, pero real...
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No hay respuesta psicológica posible al enigma del amor, pues su clave está inscrita en otro plano, más sutil y más elemental a la vez.
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…Y ahí tenías a dos idiotas haciendo todo lo que no querían, en nombre del amor…