sábado, febrero 25, 2006

ASOMBRO (Los días y sus dones, 1980-2001)

ASOMBRO

No hay nada “normal”: todo es extraordinario.
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A veces la conciencia me asalta con su certero latigazo de luz: súbita­mente caigo en cuenta de mi "estar-aquí", palpo mi rostro y pondero su arbitrariedad y extraña hermosura; miro a mi alrededor y todo es nuevo, misterioso y distinto. En estos arrebatos de extrañeza advierto –vuelvo a descubrir–, lo incomprensiblemente aterrador del mundo, con sus alargadas y sinuosas formas, sus destellantes colores, y la alucinante diversidad de seres que lo habitan…
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En el principio es el asombro. Después viene la ira, viene la historia y su legión de sombras; vienen los fantasmas del miedo y de la risa, los silencios del olvido a reclamar su sitio en la palabra. Pero en el principio es el asombro. De ahí nace la ola.
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Uno de los motores más profundos de mi actividad creadora es la necesidad de comunicar mi asombro ante el ser, un deslumbrado darme cuenta del “estar siendo” que genera la urgencia, la imperiosa necesidad, de compartirlo con otros.
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Estoy lloviendo asombro sobre el mundo
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He apostado a redescubrir, una y mil veces, el agua tibia. Esta actitud nace de la convicción de que lo que cuenta no es la novedad del descubrimiento, sino la sorpresa, el relámpago, la maravilla del hallazgo.
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Que nada escape a tu asombro, que nada quede libre de tu curiosi­dad, de tu insaciable vocación de mundo.