¿Quién no conoce el refrán que dice que las guerras sabemos cómo empiezan pero nunca cómo terminarán? Sin embargo en este caso jamás supimos cómo inició y sabemos, en cambio, que todo terminará mal, muy mal, si es que algún día termina … Ni los periodistas, ni los analistas ni los detectives ni los fiscales ni los policías, supieron desentrañar los signos, pues aquellos parecían asesinatos casuales -si cabe la expresión- venganzas o casos de violencia doméstica como tantos otros, cualquier cosa menos lo que resultó ser… Un cadáver por acá, un cuerpo mutilado por allá… Todo como había sido desde siempre y como estábamos acostumbrados desde hace siglos.
Fue después, al cabo de unas semanas, cuando se hizo evidente que las víctimas eran invariablemente personas muy obesas o flacas en extremo… Pero entonces ya era tarde, y el desprecio y el resentimiento alimentados durante décadas había prendido, y nada -ni los llamados de los líderes ni de los gobiernos-, lograron contener el estallido de odio cerval y primitivo.
Siempre fue así. Denme un motivo para matar y verás emerger en mí a un sicópata, a un auténtico asesino. Lo único que necesitamos es permiso. Permiso y legitimidad: Dios, la Patria, desde siempre fueron los mismos. ¿Pero esto? ¿Quién lo hubiera previsto?
Y así fue como los Gordos y los Flacos juraron combatir hasta el exterminio del enemigo.