(Del Diccionario Interior)
i
Palpo. Lo ajeno se hace real, me toca, dialoga conmigo, se pone a mi nível, desmiente la creencia de que solo existo yo o a lo más otras sombras semejantes con las que me cruzo en el camino. (Existe, sospecho, una suerte de ley existencial que nos impele al solipsismo, que se compensa y equilibra mediante la evidencia tangible de lo otro que aportan mis sentidos.)
Palpo. Me abro a lo otro. Lo otro me interpela, me interroga. Se acerca, viene a mi -o voy a ello- y de ese encuentro surge la conciencia de mi ser, de ser algo semejante a eso que dialoga conmigo. La apenas-sombra que era yo mismo hace un momento adquiere, de pronto, vigor y densidad: la realidad de eso-otro que toco, que palpo, que siento, revela mi realidad.
No soy eso pero soy-como-eso, eso-es-como-yo.
¿Qué somos? ¿Somos lo mismo?
ii
Entonces aparece algo -alguien- que, como yo, trae esa interrogación estampada en su rostro; alguien que -como yo-, modula en sonidos esa misma duda: ¿Somos lo mismo? A diferencia de todo lo otro que me ha interrogado a través de los sentidos, esto que ahora toco, esto que ahora miro, con lo que dialogo ahora, trae la misma pregunta atravesada en sus sentidos.
Y es, paradójicamente, compartir esta duda -¿somos lo mismo?- lo que me lleva a reconocerte como mi igual, lo que me lleva a reconocerme en vos, lo que me confirma que somos lo mismo.
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Palpo. Lo ajeno se hace real, me toca, dialoga conmigo, se pone a mi nível, desmiente la creencia de que solo existo yo o a lo más otras sombras semejantes con las que me cruzo en el camino. (Existe, sospecho, una suerte de ley existencial que nos impele al solipsismo, que se compensa y equilibra mediante la evidencia tangible de lo otro que aportan mis sentidos.)
Palpo. Me abro a lo otro. Lo otro me interpela, me interroga. Se acerca, viene a mi -o voy a ello- y de ese encuentro surge la conciencia de mi ser, de ser algo semejante a eso que dialoga conmigo. La apenas-sombra que era yo mismo hace un momento adquiere, de pronto, vigor y densidad: la realidad de eso-otro que toco, que palpo, que siento, revela mi realidad.
No soy eso pero soy-como-eso, eso-es-como-yo.
¿Qué somos? ¿Somos lo mismo?
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Entonces aparece algo -alguien- que, como yo, trae esa interrogación estampada en su rostro; alguien que -como yo-, modula en sonidos esa misma duda: ¿Somos lo mismo? A diferencia de todo lo otro que me ha interrogado a través de los sentidos, esto que ahora toco, esto que ahora miro, con lo que dialogo ahora, trae la misma pregunta atravesada en sus sentidos.
Y es, paradójicamente, compartir esta duda -¿somos lo mismo?- lo que me lleva a reconocerte como mi igual, lo que me lleva a reconocerme en vos, lo que me confirma que somos lo mismo.