La vida parece evolucionar en el sentido de una
libertad creciente.
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Si la vida es una
consecuencia natural (y hasta inevitable, según dicen los biólogos ahora) de la
existencia de la materia, debemos
preguntarnos si esta “voluntad de vida” (de autoorganización) inherente a la
materia, es manifestación de una Voluntad. En otras palabras: si hay una
tendencia natural hacia la vida en el Universo, es este último el que cambia de
sentido y de significado, convirtiéndose en el escenario donde coexisten (¿y
compiten?) tendencias hacia la integración creciente y hacia la desintegración,
quietud o inmovilidad.
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Al
menos desde un punto de vista, la vida produce el sonido de una uña cuando
rasga el pizarrón: por un lado está el discurrir del tiempo, el tumultuoso
avance hacia la disolución; por el otro, el poderoso instinto de permanecer y
perpetuarse…
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Si le abrimos el cuerpo a cualquier persona,
encontraremos las tripas y los intestinos repletos de mierda, y mil cosas
desagradables y oscuras, y más allá, el corazón palpitante afirmándose en su
ciega voluntad de vivir. De la misma forma, si le destapamos el psiquismo a
cualquiera, encontraremos también tripas y odios y miedos, y cosas gelatinosas
y oscuras, pero siempre, un poco más allá, la indeclinable vocación de
aferrarse a la vida a cualquier precio, por todos los medios.
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Recordar que la vida es un desafío, una apuesta
insensatamente hermosa contra la voracidad de lo inerte.
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Somos polvo estelar. Nuestros átomos están aquí
desde el inicio. No olvidarlo jamás. Y las leyes del Universo operan en
nosotros como en todo lo demás.
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En el mes de abril, en la zona norte de Costa
Rica, soy testigo del espectáculo sobrecogedor que ofrece la migración de una especie de halcón
o gavilán: cientos de miles de ellos vuelan hacia el norte, a gran altura,
llenando el cielo durante varios días. Al atardecer descienden sobre las zonas
boscosas formando gigantescos remolinos de aves, y en la mañana, cuando el sol
calienta, se elevan para continuar su viaje. Ante un fenómeno natural de esta
magnitud, siento un curioso alivio al comprender que nuestros delirios y nuestras cuitas poco
cuentan.