He leído de un tirón, conmovido, horrorizado, maravillado, “Antes del fin”, el libro-testamento de Sábato que me regaló ayer un joven amigo.
Este reencuentro inesperado con uno de mis primeros maestros, de mis viejos amores; este volver sobre las ideas, las obsesiones, la terquedad y la majadería del viejo gruñón; este reencontrarme con su fe, con su desgarramiento, con su honestidad a prueba de balas; esta ternura que me ha producido encontrarlo “en sus cinco” al final de su vida... ha sido un verdadero remezón...
No sabía de la muerte de su hijo, y la franqueza con que comparte su desolación, al tiempo que abre, o al menos quiere abrir, o duda de abrir, una puerta, una ventanita a la esperanza en medio de tanto dolor y tanta canallada...
¡Salud, viejo gruñón, hermoso abuelo, cascarrabias infatigable, maestro querido!
Este reencuentro inesperado con uno de mis primeros maestros, de mis viejos amores; este volver sobre las ideas, las obsesiones, la terquedad y la majadería del viejo gruñón; este reencontrarme con su fe, con su desgarramiento, con su honestidad a prueba de balas; esta ternura que me ha producido encontrarlo “en sus cinco” al final de su vida... ha sido un verdadero remezón...
No sabía de la muerte de su hijo, y la franqueza con que comparte su desolación, al tiempo que abre, o al menos quiere abrir, o duda de abrir, una puerta, una ventanita a la esperanza en medio de tanto dolor y tanta canallada...
¡Salud, viejo gruñón, hermoso abuelo, cascarrabias infatigable, maestro querido!